Una pataleta
CUANDO EN octubre pasado el rey de Marruecos suspendi¨® su visita a nuestro pa¨ªs alegando el voto dado por Espa?a a una moci¨®n sobre el S¨¢hara en la ONU, calificamos su actitud de "incongruencia". Ahora, y casi por id¨¦nticas razones de fondo, no puede ser tildada de otra forma la decisi¨®n del ministro espa?ol de Exteriores de suspender -invocando unas et¨¦reas razones de calendario que nadie toma en serio- su anunciado viaje a Marruecos.La comparaci¨®n entre el Frente Polisario y ETA expresada por Hassan II en la entrevista concedida al director de EL PA?S el pasado domingo es contraria a la realidad hist¨®rica y pol¨ªticamente inadmisible. El Polisario est¨¢ presente en numerosas organizaciones internacionales y ha sido reconocido por m¨¢s de 50 Estados, al tiempo que su secretario general es vicepresidente de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana. Una realidad que el reino de Marruecos ha debido tener en cuenta al admitir la mediaci¨®n de las Naciones Unidas en la preparaci¨®n de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n en la antigua colonia espa?ola. La comparaci¨®n entre ETA y el Polisario es, en consecuencia, impropia de la inteligencia con que Hassan II suele actuar en la escena internacional.
La respuesta espa?ola, con la nota de la OID, fue oportuna y acertada. Pero ?cu¨¢l es el objetivo pol¨ªtico de la suspensi¨®n del viaje de Fern¨¢ndez Ord¨®?ez? En las relaciones entre Espa?a, y Marruecos, el di¨¢logo -al mayor nivel posible- y las visitas mutuas son imprescindibles, precisamente porque se trata de relaciones complejas. Entre los dos Estados existen notorias diferencias sobre cuestiones importantes, pero a la vez, y por encima de todo, Espa?a y Marruecos son, y necesitan ser cada vez m¨¢s, dos pa¨ªses llamados a entenderse.
El anunciado viaje del ministro espa?ol de Exteriores para los primeros d¨ªas de febrero ofrec¨ªa precisamente una ocasi¨®n ¨®ptima para exponer los argumentos espa?oles, rebatir las posiciones marroqu¨ªes que se juzgan err¨®neas y buscar el camino para reforzar una cooperaci¨®n que interesa a ambos. Por otro lado, ser¨ªa una ceguera desconocer los puntos favorables a Espa?a que figuran en las declaraciones de Hassan II a EL PA?S. En particular, su insistencia en que las relaciones, incluso las humanas, "van cada vez mejor". Al tratar de Ceuta y Melilla -el contencioso m¨¢s serio-, el monarca marroqu¨ª realiza cr¨ªticas puntuales, pero expresa una visi¨®n a muy largo plazo y no introduce ning¨²n condicionamiento entre ese problema y el proceso general de mejor¨ªa de relaciones. Ser¨ªa lamentable que estos aspectos fuesen considerados como secundarios en el Palacio de Santa Cruz.
Nuestra pol¨ªtica exterior necesita dedicar en estos momentos una atenci¨®n preferente al Magreb, una regi¨®n ¨ªntimamente vinculada a nuestros intereses econ¨®micos y de seguridad que est¨¢ en trance de sufrir importantes modificaciones con la eventual paz en el S¨¢hara y la aceleraci¨®n del proceso de integraci¨®n. En ese orden, la visita a Madrid del diriiente del Frente Polisario, Bachir Sayed, es un paso importante y positivo despu¨¦s de los lamentables hechos que en 1985 obligaron a Espa?a a cortar las relaciones con el movimiento saharaui. Las conversaciones sostenidas en Marraquech, hace unas semanas, entre Bachir Sayed y el rey Hassan II han constituido un avance, quiz¨¢ decisivo, para la soluci¨®n del conflicto del S¨¢hara. Lo que, por cierto, demuestra -no huelga recordarlo ahora- que Espa?a acert¨® al votar en la ONU a favor de contactos directos entre Marruecos y el Polisario, a pesar de la airada reacci¨®n mostrada por el soberano alau¨ª.
Como lo ha manifestado en varias ocasiones, Espa?a est¨¢ dispuesta a contribuir, en la forma m¨¢s adecuada, a la aplicaci¨®n del plan de la ONU para su antigua colonia. En el tema del refer¨¦ndum, el ¨²nico censo existente fue establecido por Espa?a. Pero al lado de aspectos t¨¦cnicos, nuestro pa¨ªs puede jugar un importante papel pol¨ªtico, a poco que sus gobernantes muestren una m¨ªnima compostura. La visita del n¨²mero dos del Polisario a Madrid ten¨ªa una prolongaci¨®n natural en el viaje de Ord¨®?ez a Marruecos. Las pataletas de un ministro -probablemente agraviado en lo personal por las declaraciones del rey marroqu¨ª- s¨®lo valen para resta?ar las heridas de un ego maltratado. Y poco m¨¢s.
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