Informaci¨®n y c¨¢ncer
Pasemos hoy del cuerpo social al cuerpo personal. No ser¨¢ tan grande el salto: no nos saldremos con ello del campo de la pol¨ªtica. Pues ?no es el separar la vida privada de la p¨²blica el primer truco del Poder, que crea cada uno que tiene una vida privada suya, con la que puede hacer lo que le d¨¦ la gana, a fin de que Capital y Estado puedan hacer con el conjunto de las vidas privadas lo que Ellos quieran, o sea que cada uno en su casa, para que Dios en la de todos? Pues entonces, cuando a la gente se le hace creer que la enfermedad de cada uno es cosa privada y suya (ejemplo eximio: porque la enfermedad de uno es lo que le hace ser propiamente uno y le da su personalidad privada: sanos y hermosos, todos somos iguales), se est¨¢ con ello haciendo pol¨ªtica, infundiendo ideas falsas, que es el arma primera del Poder; as¨ª que aqu¨ª nosotros, cuando entremos a averiguar qu¨¦ pasa con las enfermedades y a descubrir sus mecanismos, estaremos haciendo tambi¨¦n pol¨ªtica; la contraria, naturalmente.A m¨ª de peque?o me hab¨ªa comprado mi padre un libro de aquellos que sacaban para ayudarles a los ni?os a tragar amenamente las amargas p¨ªldoras de las Ciencias; y ¨¦se ten¨ªa el plan, apoyado en muchas h¨¢biles ilustraciones, de explicar los ¨®rganos y fisiolog¨ªa del cuerpo humano por medio de una constante comparaci¨®n con la organizaci¨®n y funcionamiento de una naci¨®n constituida; de manera que las fases de la digesti¨®n aparec¨ªan como un transporte fluvial de bienes pasando por esclusas y compuertas, distribuy¨¦ndose por canales y diversas factor¨ªas; el sistema nervioso era un sistema de centrales el¨¦ctricas y tendidos telef¨®nicos que recorr¨ªan el territorio; en fin, las infecciones eran un asalto de ej¨¦rcitos invasores que quer¨ªan apoderarse del Estado y alterar su buena Constituci¨®n, mientras que all¨ª acud¨ªan los leucocitos, soldados leales de la Naci¨®n, que aun a costa de sus propias vidas deten¨ªan, apresaban y aniquilaban a los microbios enemigos.
Voy a seguir un poco por esa v¨ªa tradicional de poner en relaci¨®n de analog¨ªa la econom¨ªa y pol¨ªtica del cuerpo de uno con el organismo y fisiolog¨ªa de los estados, generalmente usada en el sentido inverso, como en el caso ejemplar de Menenio Agripa convenciendo a los plebeyos rebeldes para venir a trato con los patricios por el simple medio de contarles la f¨¢bula de los miembros, que ("no estando anta?o en el consenso de todos que ahora rige, sino teniendo cada cual su acuerdo, cada uno su discurso", seg¨²n Livio lo refiere) se hab¨ªan rebelado contra el vientre ocioso y glot¨®n y decidido no proporcionarle y prepararle los alimentos.
Plagas terribles
Pero aqu¨ª, claro, nos guardaremos de saber cu¨¢l seguimos de los dos sentidos de la analog¨ªa, el que quiere socializar los hechos fisiol¨®gicos o el que pretende hacer pasar los estados por hechos naturales, ni cu¨¢l de las dos cosas es la que debe explicar la otra, o si mutuamente. O m¨¢s bien, es que no vamos a usar la cosa como mera comparaci¨®n, sino con un sentido de pr¨¢ctica eficacia, que sirva para revelar y, por ende, curar (puesto que la revelaci¨®n de la verdadera cara de los males es ya su cura, dado que la fuerza de los males est¨¢ en ocultarse bajo caras falsas), revelar y curar -digo- las plagas m¨¢s terribles de nuestro mundo y nuestro cuerpo.
Ya un primer paso daremos por esa v¨ªa s¨®lo con preguntarnos a la vez "?Cu¨¢l es la enfermedad que en el mundo actual amenaza m¨¢s t¨¦trica y aciagamente nuestras vidas?" y a la vez "?Cu¨¢l es la plaga m¨¢s conspicua y notoria que caracteriza a las urbes (y aun a los desiertos intermedios) de este nuestro mundo progresado?".
Pues la respuesta a la primera pregunta apenas podr¨¢ ser otra que "Eso que llaman c¨¢ncer", y cuya condici¨®n m¨¢s notable, as¨ª visto por fuera, es que lleva ya un siglo estando t¨¦tricamente de moda y eludiendo los millonarios esfuerzos de la Ciencia para descubrir sus mecanismos; lo cual, aunque parezca mentira, no ha tra¨ªdo hasta ahora consigo la consecuencia de descubrir que hay algo en los supuestos mismos de la Ciencia que no marcha.
En cuanto a la segunda pregunta, si la respuesta no se les presenta tan inmediata a los lectores, bastar¨¢ con que se coloquen, como la ficci¨®n cient¨ªfica les ense?a desde peque?os, en la situaci¨®n de un extraterrestre (pero que fuera extra- de verdad, no como esos que se van con una nave espacial a meter por un Agujero Negro, a fin de repetir all¨ª las mismas tonter¨ªas que en su pueblo) que echase una mirada por encima a las urbes y desiertos del mundo progresado: nada m¨¢s notable le chocar¨ªa que el que est¨¢n plagadas de informaci¨®n, esto es, de signos visuales y auditivos, no agotados en un uso inmediato, ni tampoco ornamentales, sino dando a troche moche instrucciones y noticias: letreros de tr¨¢fico y comerciales, am¨¦n de pintadas personales, veh¨ªculos transportando cien marcas y cifras, y hasta peatones con camisa de letrero, completando los datos de la cartulina que llevan contra la piel, pantallas y altavoces emitiendo constantemente mensajes pol¨ªticos, comerciales y culturales, se?oras repiti¨¦ndoselos una a otra a las dos puntas de un cable telef¨®nico, hojas impresas volando por doquiera cargadas de informaci¨®n, pitidos de guardias y gui?os de sem¨¢foros, quil¨®metros de rayas luminosas para gu¨ªa de aviones, centros escolares atestados de gr¨¢ficos, mapas y chismes audiovisuales para gu¨ªa de los ni?os; en fin, una cuant¨ªa de informaci¨®n que se come literalmente los muros, calles, pieles, aires, ojos.
Pues bien, ?c¨®mo no poner enseguida en relaci¨®n lo uno con lo otro?
Vamos, para el c¨¢ncer, a seguir la imaginer¨ªa m¨¢s avanzada que para el funcionamiento del organismo la Ciencia nos ofrece. ?Cu¨¢l es ella? Como por casualidad, consiste en aplicarle al cuerpo el mismo artilugio que rige el gobierno y tr¨¢fico del mundo: hay unos dispositivos inform¨¢ticos en los centros cerebrales (m¨¢s bien del cerebelo o cerebro primitivo, oculto bajo el superior: porque ¨¦stos son procesos de informaci¨®n secretos, que mejor que pasen desapercibidos para m¨ª o mis facultades superiores), los cuales est¨¢n constantemente transmitiendo a todos los ¨®rganos y regiones m¨¢s alejadas del cuerpo humano, por medio mismo del flujo de la sangre, y por el c¨®digo m¨¢s sencillo, el binario o de SI/NO, como el de un ordenador cualquiera, mensajes o instrucciones de comportamiento, y a cada c¨¦lula en especial instrucciones sobre los ritmos y maneras en que debe reproducirse.
Centros de informaci¨®n
Pues bien, aceptada esa imaginer¨ªa, tan verdadera para nuestra ¨¦poca como cualquiera otra para la suya, pregunt¨¦monos ahora en qu¨¦ consiste el c¨¢ncer. Dentro de lo incierto y resbaladizo de lo que sabe de ese mal la Ciencia, una cosa parece clara y constante para los varios tipos que se comprenden bajo el nombre: a saber, que consiste en una proliferaci¨®n desordenada de ciertas c¨¦lulas del organismo.
Buscando entonces la culpa donde se debe, es decir, en los centros de informaci¨®n, deduciremos que el mal viene de que se ha producido alguna alteraci¨®n o confusi¨®n en alguno de los dispositivos inform¨¢ticos del cerebro o sub-cerebro que estaban encargados de mantener el buen orden de los procesos reproductivos.
Ya s¨®lo nos falta renunciar a la convicci¨®n de que el cerebro elemental, en donde se sit¨²an esos mecanismos, est¨¦ absolutamente separado, est¨¦ inconexo con el cerebro superior, donde se asientan mis facultades superiores y el mecanismo de los procesos voluntarios y conscientes, entre ellos la ingesti¨®n y procesamiento de las informaciones que por v¨ªa consciente, y aun subliminar, se me transmiten; pues nada parece en principio oponerse a que se supongan conexiones entre los unos centros y los otros, y a que se investiguen con m¨¢s precisi¨®n de lo que, a mi noticia, se ha venido haciendo.
Porque, si esas conexiones se establecen, entonces parece que la causa del c¨¢ncer est¨¢ clara: el exceso evidente de informaci¨®n a que la organizaci¨®n de nuestro mundo somete los centros superiores de cada uno de los individuos de sus masas, y sobre todo, la condici¨®n de in¨²til (esto es, no demandada por necesidad ni deseo y que no se emplea ni agota inmediatamente en algo a lo que servir) de la gran mayor¨ªa de esa informaci¨®n, es un hecho que debe producir alg¨²n trastorno y malfuncionamiento de esos centros; que eso no encuentre un cauce de repulsi¨®n ni de protesta, sino que, desapercibidamente, se acumule y asimile, es justamente la condici¨®n para que ese trastorno se contamine o repercuta en los centros inform¨¢ticos inferiores, que as¨ª, alterados y confundidos en sus procesos propios, transmitan a las c¨¦lulas de alg¨²n sitio instrucciones excesivas y malreguladas, que son las que se manifiestan como c¨¢ncer.
Esto abre una clara v¨ªa para el estudio de bi¨®logos y m¨¦dicos. Ya la propuse el a?o pasado entre estudiantes de Medicina en Santiago de Compostela; pero, aunque hasta alg¨²n ilustre Profesor presente de Fisiolog¨ªa me hizo la gracia de no echar a broma el planteamiento, no parece que hasta ahora se haya hecho mucho caso de este posible modo de ataque de la cuesti¨®n y el mal. Por lo cual insisto.
Que no es, al fin y al cabo, una investigaci¨®n tan dif¨ªcil, aun dentro del estilo de investigaciones de mero tanteo y estad¨ªsticas que se vienen haciendo sobre el c¨¢ncer: lo mismo que se investigan, por ejemplo, las relaciones con el consumo de tabaco, nada parece impedir que se calcule al menos la relaci¨®n de la ingesti¨®n per c¨¢pita de informaci¨®n in¨²til (ya que el c¨®mputo de BITS de informaci¨®n puede hacerse muy formalmente y hasta es f¨¢cil determinar criterios para separar la informaci¨®n redundante o no utilizada) con el c¨¢ncer. No ser¨ªa seguramente m¨¢s caro que las otras investigaciones millonarias que se hacen con tan escaso y dudoso resultado.
?sa es la v¨ªa de revelaci¨®n de las causas ocultas y la v¨ªa, por ende, de salud que les propongo. ?Que habr¨ªa que contar con factores de predisposici¨®n y herencia, que explicaran que dos individuos sometidos al mismo flujo de informaci¨®n in¨²til no contraigan el c¨¢ncer igualmente? Por supuesto; pero eso pasa con cualesquiera causas de enfermedades que se propongan.
?Me advierten que, como es sabido, una cuarta parte de los c¨¢nceres m¨¢s o menos se explican ya por intervenci¨®n de virus? Ta ta t¨¢: ah¨ª tocan ustedes a la noci¨®n de 'virus' misma y con ella al replanteamiento de la noci¨®n de 'causa': una cuesti¨®n tan rica y apasionante que habr¨¢ que reservarle, si la salud en tanto no nos desfallece, otra entrada en este Rotativo.
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