Suma cero
Supongo que ya existen en el mercado de las opiniones multitud de teor¨ªas para explicar la actual epidemia de distensi¨®n que amenaza con dejar sin trabajo a los profesionales del pesimismo y sin doctrina a los disc¨ªpulos de la secta fundada por aquel persa llamado Manes. Y supongo tambi¨¦n que cada una de ellas ser¨¢ portadora de algunos gramos de verdad, incluidas las teor¨ªas de los pes¨ªmistas y los maniqueos, que interpretar¨¢n la oleada de distensi¨®n como nueva artima?a de lasindesmayables fuerzas del mal. Mi versi¨®n favorita de la distensi¨®n es hija de la teor¨ªa matem¨¢tica de los juegos. Acaso porque ni soy aficionado al juego ni s¨¦ una palabra de matem¨¢ticas.Dice as¨ª: hasta el resplandor del 6 de agosto de 1945, la tensi¨®n pol¨ªtica en general, y la guerra en particular, eran resultado del fervor fan¨¢tico por los juegos de suma cero; es decir, los que la ganancia de uno representa la p¨¦rdida del adversario, y, por tanto, no hay m¨¢s que dos soluciones, ganar o perder. Pero una cosa es que a un jugador de p¨®quer no se le pase por la cabeza la posibilidad de una tercera posibilidad y otra muy distinta que los militares y los pol¨ªticos crean que en este mundo s¨®lo existen juegos de suma cero. Tuvo que ocurrir lo de Hiroshima para que esas gentes descubrieran la existencia de un juego que, no sumaba cero: todos ser¨ªan perdedores.
Pero el gran error de la era de paz acojonada estuvo en creer que los juegos de suma no cero s¨®lo ten¨ªan un resultado, que ¨²nicamente lograban provocar la ruina de todos. Error matem¨¢tico, porque esa clase de juegos tiene dos versiones: o todos perdedores o todos ganadores. No s¨®lo la disuasi¨®n, tambi¨¦n la distensi¨®n. Y en esas estamos.
El problema es el siguiente: si las negociaciones de Argel se plantean como juego de suma cero, todo seguir¨¢ igual; pero para un juego de suma no cero es necesaria la simetr¨ªa entre jugadores, y no es el caso. Cabr¨ªa la posibilidad de una tercera clase. Juego argelino de falsa simetr¨ªa en el que los ganadores simulen no ser triunfadores para obligar al adversario a cambiar de juego.
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