El momento m¨¢s brillante de una orquesta
La Orquesta Sinf¨®nica de BiIbao cuenta ya con una larga y brillante historia. Nacida en 1922, gracias al entusiasmo de unos pocos y a la respuesta de muchos, por su podio directorial han desfilado grandes figuras de la direcci¨®n y la composici¨®n, y baste citar a Mauricio Ravel, quien, en 1928, intervino con la batuta y en su condici¨®n de pianista. Los nombres de Marsick, Golschmann, Arambarri, Fr¨¹hbeck, Ruiz Laorden, Limantour o Pirfano encabezaron las distintas etapas de esta notable agrupaci¨®n sinf¨®nica.En el momento actual, la orquesta bilba¨ªna registra una calidad que quiz¨¢ supere la m¨¢s alta de su historia. Para tal juicio hay que pensar lo que es el mundo de hoy, que: nos permite estar en contacto directo o grabado con las mejores formaciones internacionales. Sin embargo, me parece que poder llevar a cabo una versi¨®n como la de la suite de El mandar¨ªn maravilloso, de Bartok, tal y como lo hemos escuchado ahora, dirigido por Jos¨¦ Ram¨®n Encinar, merece el largo y rotundo aplauso que le otorg¨® el p¨²blico que llenaba el Auditorio Nacional.
Orquesta Sinf¨®nica de Bilbao
Director: Jos¨¦ Ram¨®n Encinar. Solista: R. Requejo, piano. Obras de Arriaga, Escudero y Bartok. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de febrero.
Bellezas
Antes, las cuerdas. hab¨ªan expuesto con transparente sonido y gracia expresiva la felic¨ªsima obertura de Los esclavos felices, muestra anticipada del genio de Arriaga. Contando con la colaboraci¨®n de Ricardo Requejo (Ir¨²n, 1938), un magn¨ªfico pianista al que escuchamos menos de lo deseable, volvimos a disfrutar de las muchas bellezas que encierra el Concierto vasco, de Francisco Escudero (San Sebasti¨¢n, 1913). Estrenado en Bilbao y Madrid, aqu¨ª por la Orquesta Nacional de Espa?a en 1949, y galardonado poco antes en el concurso-homenaje a Manuel de Falla, el concierto nos muestra con claridad las ascendencias de Escudero: nacionalismo de dato y de car¨¢cter, orquestaci¨®n moderna, hija del Par¨ªs residual de los a?os de Falla (Escudero fue disc¨ªpulo de Paul Dukas, como el mismo Falla, Arambarri, Rodrigo, Jord¨¢ y tantos otros) y directamente alusiva, en ciertos rasgos estil¨ªsticos, al retablo. Sin embargo, la sombra m¨¢s querida por el compositor en esta obra es, sin duda, la de Ravel.
Ricardo Requejo toc¨® admirablemente, con potencia sonora y expresiva, su parte solista, y la orquesta guiada por Encinar fue colaboradora ideal de esta partitura que, como el anterior Cuarteto o las siguientes obras sinf¨®nicas o esc¨¦nicas de Escudero, reafirman una personalidad fuerte y bien diferenciada.
La direcci¨®n de Encinar nos revel¨® c¨®mo, sin mayor divismo, el joven maestro y compositor ha madurado su saber y aprovechado su instinto en un proceso llevado a cabo sin prisas, pero con gran seguridad. En definitiva, la visita de la orquesta bilba¨ªna, su director invitado y su pianista colaborador, nos habla de un solo concepto: valores en alza.
Babelia
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