Publicidad de un sue?o
En 1946, Preston Tucker ide¨® un coche destinado a revolucionar la industria automovil¨ªstica norteamericana: con frenos de disco, motor trasero y a inyecci¨®n, dise?o aerodin¨¢mico, con el salpicadero acolchado y los cristales laminados, que incorporaba de serie el cintur¨®n de seguridad mucho antes de que fuese obligatorio e iba a resultar mucho m¨¢s barato que todos los veh¨ªculos de otras marcas. S¨®lo pudo fabricar 50 coches, de los cuales hoy siguen funcionando 46. La f¨¢brica tuvo que cerrar al ser legalmente boicoteada por la alianza del poder industrial y el pol¨ªtico.Francis Ford Coppola resucita a Preston Tucker en su ¨²ltima pel¨ªcula, una gran producci¨®n para la Paramount, y lo hace tanto para satisfacer sus recuerdos de infancia -la familia Coppola crey¨® a pies juntillas en ese coche de visionario y perdi¨® una peque?a fortuna al comprar acciones de la compa?¨ªa Tucker- como por una cierta afinidad entre los delirios del Coppola productor y los del Preston Tucker capit¨¢n de empresa.
Tucker, un hombre y su sue?o
Director: Francis Ford Coppola. Gui¨®n: Arnold Schulman y David Seidler. Fotograf¨ªa: Vittorio Storaro. Figurines: Milena Canonero. M¨²sica: Joe Jackson y Carmine Coppola. Productor ejecutivo: George Lucas. Estados Unidos, 1988. Int¨¦rpretes Jeff Bridges, Joan Allen, Martin Landau, Frederic Forrest, Mako Elias Koteas, Christian Slater y Dean Stockwell. Estreno en Madrid: cines, Rex, La Vaguada y Duplex (versi¨®n original con subt¨ªtulos).
Ambos pretendieron situarse al margen de los centros de decisi¨®n -Coppola en San Francisco, Tucker en Chicago, olvid¨¢ndose, respectivamente, de Los ?ngeles y Detroit-, innovar al mismo tiempo que produc¨ªan a gran escala -los estudios Zootrope contrataron a Wenders o Syberberg y optaron por la incorporaci¨®n de la electr¨®nica al cine, cosechando el enorme fracaso de One from the heart; la f¨¢brica Tucker, adem¨¢s de proponer un autom¨®vil distinto, descansaba en la confianza de miles de accionistas que cre¨ªan en una idea que a¨²n no hab¨ªan visto materializarse-, y comparten una concepci¨®n familiar de la empresa.
Tucker es la gran, enorme pel¨ªcula publicitaria de un suef¨ªo. Y ese car¨¢cter propagand¨ªstico de una persona y su obra se advierte de forma expl¨ªcita desde el primer fotograma. Francis Ford Coppola se interesa m¨¢s por las t¨¦cnicas publicitarias de la segunda mitad de los a?os cuarenta que por la realidad de la ¨¦poca. Para ¨¦l es m¨¢s real un spot o una cinta de ficci¨®n que todos los discursos del presidente. Pero se trata de un realismo que va m¨¢s all¨¢ de las ideas verbalizadas, que se centra en la manera, en lo que esconde o pone de relieve la forma. Para Tucker, el modelo era Frank Capra y una de sus comedias sociales, esas en las que James Stewart es un Juan Nadie que lucha contra abogados y pol¨ªticos para devolverle el brillo perdido al american dream.
La simplicidad psicol¨®gica de los personajes, la opci¨®n de respetar la linealidad temporal que se ha tomado al escribir el gui¨®n, el haber dedicado cada secuencia a explicar una sola cosa y el que, en definitiva, el sue?o del protagonista no sea, tal y como ¨¦l mismo dice, "otra cosa que una m¨¢quina", pudiera hacemos pensar que Tucker es ¨²nicamente ese filme publicitario del que hablaba al principio. Ser¨ªa injusto, aunque ¨¦sa es una amenaza que planea sobre todo el filme.
El montaje musical de Coppola a menudo dice m¨¢s sobre lo que vemos que cualquier frase lapidaria. El gusto por la teatralidad, por poner en primer t¨¦rmino que estamos ante una representaci¨®n, entre decorados, refuerza la imagen de Preston Tucker como vendedor de sue?o, que se bate por ellos ante un jurado mientras sus amigos le ponen ruedas, motor y carrocer¨ªa.
Talento
Tucker, con su final feliz un tanto descontrolado -el juez no deber¨ªa cambiar de bando, los nuevos proyectos del protagonista son demasiado evidentes, caen en la parodia, etc¨¦tera-, es una excelente muestra del talento de Francis Ford Coppola, sin duda el mejor y m¨¢s inventivo de los cineastas de su generaci¨®n.Ademas, de la misma manera que la pel¨ªcula toma como referente a la publicidad de la ¨¦poca, el propio Coppola es un digno heredero del cine cl¨¢sico de Hollywood, de su impulso narrativa. Y al margen de sus m¨¦ritos art¨ªsticos, Tucker tiene otros atractivos no desde?ables, como el ofrecer buenos argumentos a quienes est¨¦n algo fatigado, de esa cantinela dominante en la filmograf¨ªa actual de los conversos a las virtudes de la econom¨ªa de mercado y el capitalismo salvaje.
En Tucker, los tres grandes -las empresas automovil¨ªsticas de Detroit- destruyen a un posible competidor porque desean continuar reparti¨¦ndose el pastel entre ellos, pero tambi¨¦n, y sobre todo, porque detestan encontrarse ante la evidencia de que llevan a?os fabricando algo que puede hacerse mucho mejor, m¨¢s seguro, m¨¢s bello y m¨¢s barato. Y la candidez de Preston Tucker, el creer en eso y en la publicidad que Estados Unidos hace de sus valores, es lo que lleva al protagonista al desastre.
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