?Una Europa de la ciencia y la tecnolog¨ªa?
Los a?os ochenta han puesto en evidencia algunas de las tendencias m¨¢s significativas de la pol¨ªtica cient¨ªfica y tecnol¨®gica llevada a cabo tanto por las empresas privadas como por los organismos p¨²blicos. De todas, hay tres que parecen ser las m¨¢s destacadas.La primera est¨¢ relacionada esencialmente con un fen¨®meno cuantitativo y demuestra c¨®mo los recursos destinados a investigaci¨®n y desarrollo (ID) se han acrecentado de manera notable en los grandes pa¨ªses industrializados, aunque con tasas diferentes de incremento.
Sin embargo, esta tendencia ha puesto en claro que el club de los pa¨ªses que han hecho de la ID un instrumento b¨¢sico de su pol¨ªtica econ¨®mica ha crecido de manera notable. Mientras a finales de la d¨¦cada de los sesenta el ¨²nico pa¨ªs que dedicaba alrededor del 3% de su producto interior bruto a la ID era EE UU, despu¨¦s de 20 a?os pa¨ªses como Jap¨®n, la Rep¨²blica Federal de Alemania y Suecia se encuentran en una situaci¨®n an¨¢loga. Las previsiones establecidas indican que en el transcurso de los a?os noventa el club de los pa¨ªses con intensa actividad cient¨ªfica y tecnol¨®gica se ampliar¨¢ todav¨ªa m¨¢s.
A este significativo aumento de los recursos destinados a la ciencia y la tecnolog¨ªa (CT) no s¨®lo contribuyen los Gobiernos, sino tambi¨¦n las empresas privadas. En pocas palabras, se est¨¢ desarrollando la conciencia de que el saber cient¨ªfico y tecnol¨®gico no es s¨®lo un objetivo p¨²blico, sino que, por el contrario, constituye una variable estrat¨¦gica incluso para la competitividad de las empresas.
La segunda tendencia relevante concierne a la internacionalizaci¨®n del sistema CT. Mientras hasta hace pocos a?os coexist¨ªan diversos sistemas nacionales de investigaci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica, hoy se tiende cada vez m¨¢s a una escala global, tanto en lo relativo a la organizaci¨®n de la investigaci¨®n como a la propiedad de los resultados obtenidos. Este proceso de internacionalizaci¨®n est¨¢ teniendo efecto tanto en las estrategias p¨²blicas como en las de la empresa privada.
En lo concerniente a las estrategias p¨²blicas, varios pa¨ªses han puesto en pr¨¢ctica programas internacionales de investigaci¨®n. No obstante, como las finalidades son diferentes -desde las militares de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica a las civiles del programa Eureka-, se intenta reunir, por lo general en objetivos espec¨ªficos, la capacidad cient¨ªfica y tecnol¨®gica disponible en el mayor n¨²mero de pa¨ªses. Realmente no es nada f¨¢cil seleccionar los objetivos ni tampoco hacer converger las energ¨ªas sobre estos programas internacionales de investigaci¨®n. Estos problemas parec¨ªan confirmarse hace poco con la reconsideraci¨®n de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica y con las dificultades encontradas para llevar a la pr¨¢ctica de manera efectiva todo lo previsto en el programa Eureka.
Un argumento an¨¢logo es v¨¢lido tambi¨¦n para las empresas, en particular para las de mayor tama?o. Los datos disponibles indican, en efecto, un aumento sustancial en la colaboraci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica que se realiza con el fin de repatir entre m¨¢s participantes los costes de la investigaci¨®n, sobre todo de aquella denominada precompetitiva. Sin embargo, resulta extremadamente dif¨ªcil e incluso arbitrario definir la investigaci¨®n precompetitiva ni tampoco es el caso de que las empresas tengan al mismo tiempo la intenci¨®n y el temor de propiciar una colaboracl¨®r cient¨ªfica y tecnol¨®gica m¨¢s estrecha.
Resulta entonces natural preguntarse: ?vamos hacia una mayor integraci¨®n o hacia mayores diferencias en el campo de la investigaci¨®n?
Para poder dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta es preciso tener presente la existencia de una tercera tendencia en cierto sentido complententaria: la que conduce a una especializaci¨®n cada vez mayo en los campos de la investiaci¨®n. Precisamente debido que la comunidad cient¨ªfica y tecnol¨®gica se ha incrementado de modo nota ble con el fin de lograr resultados significativos, se hace cada vez m¨¢s necesario trabajar en campos restringidos y muy especializados. De esta forma se crea una contradicci¨®n objetiva entre la necesidad de contar con una ampl¨ªsima gama de conocimientos, por un lado, y por otro, la dificultad de disponer de ellos en un organismo de investigaci¨®n, en una empresa o incluso en un pa¨ªs de peque?as o medianas dimensiones.
Si estas tres tendencias son consideradas de manera global, parece evidente que la colaboraci¨®n entre empresas y pa¨ªses constituye m¨¢s una necesidad que una vocaci¨®n. Podr¨ªan entonces surgir dificultades entre los Gobiernos para acordar prioridades y, en forma similar, entre las empresas por el modo en que deber¨ªan repetirse las ventajas y los perjuicios de la colaboraci¨®n. Pero estos problemas, aunque importantes, podr¨¢n resolverse, siempre que exista la voluntad para hacerlo, por medio de los acuerdos apropiados. ?Por qu¨¦ son tan evidentes las ventajas y tan dif¨ªciles de realizar?
Ante todo deben considerarse los dos elementos esenciales que dan vida a los programas internacionales de cooperaci¨®n tecnol¨®gica. El primero es de tipo pol¨ªtico y ejerce una gran influencia en la definici¨®n de los objetivos y las caracter¨ªsticas de los proyectos. Tal era el caso de los programas de la Comunidad Europea (antes de Esprit y Race), donde el papel desempe?ado por las empresas y los centros de investigaci¨®n participantes en los proyectos era muy limitado, sobre todo en la fase de definici¨®n de los programas. El segundo elemento esencial es, en cambio, de tipo econ¨®mico-tecnol¨®gico y tiende a subrayar los aspectos de utilizaci¨®n productiva de las investigaciones llevadas a cabo en forma cooperativa. Cuando se produce ¨¦l encuentro de ambos elementos esenciales se alcanza el doble objetivo de satisfacer las necesidades de tipo econ¨®mico de las empresas y de promover un proceso de cohesi¨®n cada vez m¨¢s eficaz entre los pa¨ªses europeos. Sin embargo, es preciso tener en cuenta el hecho de que las mejores oportunidades tecnol¨®gicas no siempre se presentan en Europa y que, por tanto, es l¨ªcito esperar acuerdos de cooperaci¨®n tecnol¨®gica que comprendan tambi¨¦n a empresas extraeuropeas. Otro elemento que parece decisivo en el ¨¦xito de iniciativas de cooperaci¨®n en la investigaci¨®n es la inclusi¨®n de las empresas y de los centros de investigaci¨®n en la fase de preparaci¨®n de los programas: cuando se definen las ¨¢reas de intervenci¨®n y las prioridades de tipo tecnol¨®gico. Por tanto, iniciativas como Eureka alientan sin lugar a dudas la conjunci¨®n de los elementos esenciales pol¨ªtico y econ¨®micotecnol¨®gico de la cooperaci¨®n, y es justamente hacia este objetivo hacia donde deber¨ªan tender las elecciones futuras en lo relativo a pol¨ªtica cient¨ªfica.
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