Los ases en la mano
NADA DE lo que est¨¢ ocurriendo en Paraguay tras el golpe militar que derroc¨®, a principio de mes, al viejo tirano Alfredo Stroessner se comprender¨ªa si se olvida que la dictadura personal que aqu¨¦l ejerci¨® durante 35 a?os se ha sustentado en un sistema pol¨ªtico-institucional que ha permanecido intacto tras su ca¨ªda y que ser¨¢ harto improbable modificar a corto y medio plazo. El Partido Colorado, al que pertenec¨ªa Stroessner y en el que milita su sucesor, ha monopolizado las instituciones casi desde tiempo inmemorial, a pesar del mantenimiento de algunas formalidades democr¨¢ticas (existencia de partidos, celebraci¨®n peri¨®dica de elecciones), frente a una oposici¨®n debilitada y dispersa, cuando no obligada a tomar el camino del exilio. S¨®lo disensiones internas en el partido en el poder (una especie de PRI a la paraguaya) fueron capaces, en ¨²ltima instancia, de mover la silla del anciano dictador.Es muy probable, pues, que el general Rodr¨ªguez no estuviera mintiendo cuando prometi¨® a su pa¨ªs la realizaci¨®n de elecciones libres y la restauraci¨®n de los derechos ciudadanos. Es un lujo que el Partido Colorado puede permitirse sin correr grandes riesgos. Casi con toda seguridad, sus candidatos no necesitar¨¢n del pucherazo para confirmar un poder que, hoy por hoy, nadie est¨¢ en condiciones de disputar. De forma que, o la transici¨®n hacia una democracia plena, por m¨¢s que sea muy doloroso para sus innumerables v¨ªctimas, la conducen los representantes del antiguo r¨¦gimen, o ser¨¢ pr¨¢cticamente imposible hacerla en su contra. Una aparente paradoja que dejar¨ªa paralizados a muchos dem¨®cratas, dentro y fuera de Paraguay, si no fuera porque existe un antecedente inmediato, la transici¨®n espa?ola, cuyos resultados deber¨ªan alentar a quienes hoy se muestran razonablemente pesimistas sobre la evoluci¨®n de la situaci¨®n en aquella atribulada rep¨²blica. Aun con esta esperanza, es irremediable poner en cuarentena las intenciones democratizadoras del general Rodr¨ªguez y de su partido si persisten en su prop¨®sito de celebrar las primeras elecciones generales de la nueva etapa en un plazo tan corto como el pr¨®ximo d¨ªa 1 de mayo. La primera regla de oro de cualquier democracia es que los distintos oponentes puedan concurrir a los comicios en igualdad de condiciones. En tan poco tiempo, la oposici¨®n -muchos de cuyos representantes acaban de salir de la c¨¢rcel o a¨²n no han regresado del exilio- no dispone de margen suficiente para levantar una plataforma pol¨ªtica con un m¨ªnimo de posibilidades. El Acuerdo Nacional es, por el momento, apenas un conglomerado heterog¨¦neo y poco estructurado de peque?os partidos disidentes y de personalidades individuales. Ser¨ªa necesaria una etapa previa en la que, con la restauraci¨®n plena de las libertades de asociaci¨®n, opini¨®n y prensa, los grupos opositores tuvieran la oportunidad de hacer llegar su mensaje pol¨ªtico a una opini¨®n hasta ahora cultivada por el poder en r¨¦gimen pr¨¢cticamente de monopolio.
Durante esa etapa ser¨ªa imprescindible igualmente modificar una ley electoral hecha a la medida del depuesto dictador y del partido en el poder. Para empezar, el censo deber¨ªa adecuarse a la realidad pol¨ªtica del pa¨ªs. Hoy, la mayor¨ªa de los opositores no figuran en ¨¦l, ya que, tras d¨¦cadas de elecciones trucadas, muchos de estos ciudadanos declinaron su inscripci¨®n en las oficinas electorales; entre ellos, el principal dirigente del Acuerdo Nacional, Domingo La¨ªno, que se ver¨ªa privado de su derecho a votar o ser elegido si el censo no se renueva. Por otra parte, la ley proh¨ªbe la formaci¨®n de coaliciones electorales, por lo que, frente al poderoso bloque colorado, la oposici¨®n no podr¨ªa oponer sino una constelaci¨®n de d¨¦biles candidaturas. Por ¨²ltimo, de acuerdo con la ley en vigor, a las candidaturas que obtengan la mayor¨ªa simple se les atribuyen dos tercios de los esca?os. Demasiadas ventajas para un partido que ya dispone de casi todas. Ser¨ªa como hacer trampas cuando se tienen todos los ases en la mano.
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