Teatro de autopsia
"Con el, tiempo, el viol¨ªn supuso para ¨¦l mucho menos un instrumento musical que un instrumento para desencadenar su meditaci¨®n sobre el suicidio y la d¨®cil aceptaci¨®n del mismo, y a la vez interrumpir bruscamente su meditaci¨®n sobre el suicidio y la d¨®cil aceptaci¨®n del mismo", leemos en El origen, el primer volumen de la autobiograf¨ªa de Thomas Bernhard.El Bernhard autor teatral es apenas conocido en Espa?a. Alfaguara public¨® en 1987 tres piezas suyas -El ignorante y el demente, La partida de caza y La fuerza de la costumbre-, y ello despu¨¦s que su traductor al castellano, Miguel S¨¢enz, y un servidor clam¨¢semos al cielo pidiendo justicia. Alguna que otra de sus obras se ha representado aqu¨ª, con mayor o menor fortuna, pero, en cualquier caso, su teatro no ha despertado la curiosidad ni ha tenido la acogida que le han dispensado los mejores escenarios europeos.
El Bernhard autor teatral no puede desgajarse del Bernhard novelista y memorialista. Uno y otro est¨¢n estrechamente unidos a trav¨¦s de la autobiograf¨ªa del personaje -Bernhard, a la postre, siempre acaba hablando de Bernhard-, si bien es cierto que en toda su obra hay una clara ra¨ªz teatral y musical que, en el escenario, se traduce por un virtuosismo grotesco que pone en funcionamiento el mecanismo de la destrucci¨®n, del sadismo, de la explotaci¨®n y la violencia rec¨ªprocas. No en vano su primera funci¨®n teatral, a la que asisti¨® siendo un ni?o, fue una misa de difuntos, y su tesis en el Mozarteun de Salzburgo, donde estudi¨® arte dram¨¢tico, versaba sobre Artaud, sobre Brecht y Artaud, un tema a la saz¨®n muy de moda.
Dije de ¨¦l un d¨ªa que era el autor teatral europeo que m¨¢s me interesaba. No por su carpinter¨ªa, en el m¨¢s noble sentido de la palabra, que arranca del teatro de autopsia estudiantil -bistur¨ª, bocata, litrona, chiste y eructo final- austriaco y alem¨¢n de toda la vida, ni por su lado absurdo -el Beckett alpino, le llamaban; "un Beckett corregido por Bu?uel y dibujado por Sin¨¦", dice Miguel S¨¢enz, con agudeza, de su primer ¨¦xito, Una fiesta para Boris-, sino, sencillamente, porque a trav¨¦s de su teatro pol¨ªtico -El presidente, Antes del retiro- uno volv¨ªa a moverse, inquieto, en la butaca y volv¨ªa a rechinar los dientes como en los mejores tiempos de Genet, el Genet de Argelia y del Estado prost¨ªbulo.
Con el teatro pol¨ªtico de Bernhard, el nazismo dejaba de ser el gui¨®n de un filme de campanillas para convertirse en una pesadilla dom¨¦stica, comunitaria.
Thomas Bernhard, el autor de Manetti, el ¨²ltimo gran texto shakesperiano junto con Esperando a Godot, del irland¨¦s Samuel Beckett, ha muerto. Ahora, por fin, reposa en paz. "Uber allen Gipfeln / ist Ruh", dice Goethe en uno de sus m¨¢s c¨¦lebres versos.
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