A medio camino
Lluvia de oto?o
Direcci¨®n y gui¨®n: Jos¨¦ ?ngel
Rebolledo. Fotografia: FrenciscoFemenia. Direcci¨®n art¨ªstica: Luis Valles. Montaje: Pablo G. del Amo. M¨²sica. Alberto Iglesias. Espa?a, 1988. Int¨¦rpretes: Kiel Martin, Jane Badler, Mercedes Sampietro, Mapi gal¨¢n, Frangois Eric Gendron, Jack Taylor, William Layton. Estreno en Madrid: cine Renoir.
Es esta una pel¨ªcula ambiciosa. Busca, intenta buscar cosas de fuste, ahondar en sutilezas, indagar en caracteres complicados, manejar asociaciones entre lo real y lo so?ado, traducir en met¨¢foras po¨¦ticas estados interiores delicados, complejos, tocados de misterio. Su m¨¦rito est¨¢ en sus ganas.Pero su dem¨¦rito est¨¢ que esas sus buenas ganas nos dejan con mala hambre, pues lo que se ve en la pantalla est¨¢ siempre muy por debajo de sus b¨²squedas y de su pretensi¨®n de bucear en un misterio que por desgracia se queda en secreto, de la misma manera que su persecuci¨®n de la belleza no sobrepasa nunca el estado de esa belleza menor que es el preciosismo. Cosas graves quiebran las ambiciones de esta Lluvia de oto?o que se queda a medio camino de donde quiere ir.
Refugio del actor
La primera quiebra hay que atribuirla a la desafortunada elecci¨®n del actor protagonista, que de lejos da el tipo, pero de cerca se convierte en una estatua sin movimiento interior, un actor de otra pel¨ªcula que se ha colado en esta. Desde que aparece, se coloca Kiel Martin conocido a trav¨¦s de la serie Canci¨®n triste de Hill Street una mueca y no la suelta hasta que la pel¨ªcula termina. ?Deficiencia de direcci¨®n? Parece que Martin no sabe qu¨¦ est¨¢ haciendo en esta historia y, a falta de entenderla, opta por la pasividad, refugio del actor que se siente encerrado en corral ajeno. Hay por tanto carencia de direcci¨®n.
La nula credibilidad que Kiel Martin da a su personaje es grave, porque todo el filme gira a su alrededor, se vertebra sobre: sus emociones -que el actor no exterioriza ni siquiera con evidencias m¨ªnimas- y sobre su aventura personal, que no est¨¢ bien definida y resulta imprecisa m¨¢s que misteriosa, embarullada m¨¢s que compleja. Con tan d¨¦bil tronco le es a Rebolledo imposible mantener erguidas las ramas, y el filme, que comienza creando alg¨²n inter¨¦s, se hace poco a poco mustio y, queriendo ser elocuente, enmudece.
Rebolledo, y esta es la otra quiebra que desinfla las ambiciones de su proyecto, ha cuidado m¨¢s el lado ornamental del filme que su rigor medular, del que ostensiblemente carece. El entramado de la historia est¨¢ endeblemente hilado. Rebolledo situa su f¨¢bulaci¨®n en una zona intermedia entre la realidad y la enso?aci¨®n, pero no proporciona elementos de juicio para saber donde termina una y comienza la otra, lo que indica que a un filme que quiere abarcar varias l¨ªneas de inteligibilidad, su guionista no lo despliega hasta sus ¨²ltimas posibilidades y su director lo ahoga en una puesta en escena unidimensional, lo que en vez de dar lugar a ambig¨¹edad crea confusi¨®n.
Bien fotografiada, con exquisiteces en la ornamentaci¨®n, elegantes -aunque no siempre justificados- movimientos de c¨¢mara, bellos fondos musicales y buen gusto en los contenidos de los encuadres, es decir con cosas bellas dentro, la pel¨ªcula no alcanza a ser en s¨ª misma belleza, porque esos elementos bellos que contiene est¨¢n aislados y nunca alcanzan la condici¨®n de parte de una f¨¢bula o una met¨¢fora. No hay tal f¨¢bula ni tal met¨¢fora, porque el filme adolece de una interpretaci¨®n -en cine no hay met¨¢fora ni f¨¢bula si no est¨¢n incardinadas en rostros y comportamientos- que est¨¢ muy por debajo del escenario donde se ejecuta: una actuaci¨®n inerte de la totalidad del reparto, tal vez contagiado por el encogimiento de hombros de ese aludido protagonista convidado de piedra.
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