El serm¨®n nuestro de cada d¨ªa
El continuo florecer de predicadores en Estados Unidos o el reciente l¨ªo armado por la ¨²ltima canci¨®n de Madonna certifican la vigencia de El fuego y la palabra (Elmer Gantry), pel¨ªcula dirigida por Richard Brooks en 1960, a partir de la novela de Sinclair Lewis. Al otro lado del muro, el caso Rushdie podr¨ªa -de hecho, puede- marcar las mismas interpretaciones sobre cualquier fen¨®meno religioso parido por el fanatismo. Siempre descuella la contradicci¨®n, magn¨ªficamente expuesta en el personaje que encarna Burt Lancaster, corredor vestido por el poder de su oratoria en el¨¦ctrico, electrizante predicador. La din¨¢mica puesta en escena de Brooks tiene la fuerza de un torbellino y la verdosa mucosidad de un escupitajo.Una dura, implacable cr¨ªtica a la maquinaria de producci¨®n de sermones, que aqu¨ª y all¨¢ sobrepasa siempre la pura creencia para absorber pensamientos, identidades y libertades. Vamos, que uno sale de El fuego y la palabra anhelando el pecado y crecido en concupiscencia. Muy merecidamente Lancaster gan¨® el Oscar al mejor actor; Shirley Jones, el ,de mejor secundaria, y Brooks no el de mejor director sino el correspondiente al gui¨®n adaptado. La feligresa Jean Simmons no fue premiada, pero est¨¢ estupenda.
El fuego y la palabra se emite hoy, a las 2
00, por TVE-1.
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