Ahora y para siempre
LA PRESENCIA de la violencia como un elemento de la vida cotidiana -y la polarizaci¨®n de la sociedad vasca de ella derivada- ha marcado a buena parte de los ciudadanos de Euskadi, especialmente de las generaciones m¨¢s j¨®venes. De ah¨ª que la experiencia de estos dos ¨²ltimos meses -que han familiarizado a los vascos con la ausencia de hechos violentos y con la evidencia de que no es inevitable que los conflictos sociales, las divergencias pol¨ªticas y hasta el debate mismo se expresen en clave de violencia- haya hecho avanzar la conciencia c¨ªvica m¨¢s que a?os de discursos y condenas.El despertar de esa conciencia -manifestado ya en movilizaciones locales como las de ?ibar, Elg¨®ibar, At¨¢un, Urnieta- va a tener ocasi¨®n de evidenciarse ma?ana en Bilbao. Con la diferencia de que ahora no se trata de responder a lo acontecido, y, por tanto, ya inevitable, sino de proclamar la confianza en un futuro en el que la paz no s¨®lo sea posible, sino probable. En esta ocasi¨®n, los destinatarios del mensaje est¨¢n bien delimitados: los dirigentes de ETA y el entramado civil que los jalea y exhorte.. Unos y otros, porque la experiencia de los polimilis, indica que el efectivo abandono de la violencia es inseparable de la existencia de una estructura de acogida que ofrezca cobertura ideol¨®gica y humana a sus antiguos practicantes. Precisamente uno de los motivos que est¨¢n dificultando el proceso de pacificaci¨®n es que, en el caso de ETA Militar, su trama civil parece haber renunciado a desempe?ar este papel, mostr¨¢ndose, parad¨®jicamente, m¨¢s intransigente que los propios activistas respecto a las salidas que la sociedad democr¨¢tica les ofrece.
En una reciente entrevista, Eugenio Etxebeste, el portavoz de ETA en la mesa de Argel, revelaba involuntariamente que la obsesi¨®n principal de su grupo es conseguir alguna forma de reconocimiento p¨²blico, de legitimaci¨®n retrospectiva del dolor que han sembrado sin tasa. Sin embargo, su pretensi¨®n de que sentarse a hablar con ellos implica Iegitimar a ETA" resulta tan absurda como la del secuestrador de un avi¨®n que pensase que, si el piloto acepta hablar con ¨¦l, ello significa que las compa?¨ªas aeron¨¢uticas dan por buena la pr¨¢ctica de los secuestros a¨¦reos. No obstante, es saludable que quienes s¨®lo por las armas se hab¨ªan expresado hasta ahora comiencen a verbalizar sus propias obsesiones.
Una vez iniciado el discurso, ni el m¨¢s fan¨¢tico puede dejar de intentar dar a sus palabras una apariencia de coherencia. As¨ª, Etxebeste reconoce -a diferencia, de momento, de algunos portavoces de Herri Batasuna- la evidencia de que ETA no cuenta con "la representaci¨®n exclusiva" de todo el pueblo vasco. Ni, llevado por la l¨®gica de esa evidencia, que la soluci¨®n a los problemas de Euskadi "es algo que debe ser asumido mayoritariamente por el pueblo vasco". De donde se deduce, seg¨²n Etxebeste, que ser¨¢ "el pueblo en su conjunto" -a trav¨¦s de 9as actuales formaciones pol¨ªticas o de otras que puedan surgir"- el que "o bien nos rectificar¨¢ nuestra posici¨®n o bien nos la respaldar¨¢".
Este pronunciamiento no ha dejado de producirse a lo largo de las sucesivas consultas electorales realizadas en Euskadi. La inmensa mayor¨ªa del pueblo vasco ha optado por otras alternativas pol¨ªticas y sus representantes leg¨ªtimos han proclamado expl¨ªcitamente que no reconocen a ETA como su portavoz. Una gran parte de los vascos desea que los presos de ETA puedan regresar a sus casas, y sus dirigentes, a las calles de una Euskadi reconciliada. Pero tambi¨¦n que dejen de pegar tiros y poner bombas. Y esta interpretaci¨®n y este alcance dan a las conversaciones de Argel. Para que el mensaje llegue n¨ªtidamente a los jefes de ETA, muchos vascos van a salir ma?ana a la calle en Bilbao. Por la paz. Ahora y para siempre.
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