La trampa mediterr¨¢nea
No era todav¨ªa un autor maduro Piandello cuando escribi¨® El hombre, la bestia y la virtud Todav¨ªa se prestaba m¨¢s atenci¨®n en Italia al movimiento futurista y al teatro de lo grotesco que a ¨¦l, que, sin embargo, hab¨ªa escrito ya La verdad de cada cual. Cuando escribi¨® El hombre, la bestia y la vitud ten¨ªa ya claras las nociones de lo oscuro: es decir, de la identidad, la apariencia y la realidad, las relatividades de la psicolog¨ªa, las personas que cohabitan en una sola... Aqu¨ª est¨¢ su f¨¢bula, el amante ha embarazado a una esposa desde?ada y tiene que prepararlo todo -ambiente, vestuario, afrodisiacos- para que el marido entre a su mujer y pueda creer que el ni?o es suyo. Hombre, bestia y virtud est¨¢n personalizados por los tres personajes de la farsa: amante, marido y esposa. La an¨¦cdota es breve: se alarga con las conversaciones adecuadas, con los personajes suficientes, con la dramaturgia de Pirandello y con la a?adida por Rodolf Sirera y por la direcci¨®n de John Strasberg, heredero de Lee, del m¨¦todo, de una cierta ortodoxia. Aun as¨ª, las reiteraciones, las repeticiones del teatro de hace 80 a?os pesan con todo su peso.Strasberg trabaja su g¨¦nero. Los actores no deben estar quietos mientras hablan, deben tener su relaci¨®n con los objetos de escena: como lo que hablan es lento y reiterativo, lo que hacen resulta fren¨¦tico. No hacen m¨¢s que tocar cosas. Luego, viene la italianizaci¨®n: como Pirandello era italiano, su teatro era italiano, y un hombre de otra civilizaci¨®n tiene que verlos exagerados. Desde el principio, en que antes de levantarse el tel¨®n la compa?¨ªa canta canciones italianas populares, hasta cierta forma de moverse y hablar los personajes, entreverada en el castellano de andar por casa -capito!. exclama alguno- para que se comprenda que son cosas de la sociedad mediterr¨¢nea. Adi¨®s Pirandello: su universalidad bien ganada, su teatro, que eleva a s¨ªmbolos de todos nosotros -hombres, bestias, virtuosos-, las trampas que todo ser humano se plantea o se puede plantear, se convierten en una especie de costumbre local, una cosa muy graciosa que les pasa a los italianos y a algunos otros mediterr¨¢neos.
El hombre, la bestia y la virtud
De Luigi Pirandello (1919). Traducci¨®n de Rodolf Sirera. Int¨¦rpretes: Neus Agull¨®, Juan Salvador Lloret, Jaume Valls, Juan Luis Manrabal, Manuel Ochoa, Francisco Al¨®s, Teresa Lozano, Pep Molina, Carmen Belloch, Andr¨¦s Navarro, Jos¨¦ Sancho. Escenograf¨ªa y vestuario de Andrea d'Odorico. Direcci¨®n de John Strasberg. Producci¨®n del Centre Dramatic, Generalitat de Valencia. Centro Cultural de la Villa de Madrid, 17 de marzo.
Son mediterr¨¢neos tambi¨¦n los actores que interpretan la farsilla grotesca y algo pesada: es una producci¨®n del Centro Dram¨¢tico de la Generalitat de Valencia. No son, por consiguiente, contrarios al gesto que les manda la direcci¨®n, y tienen para estas cosas una comicidad propia que nadie les aconseja reprimir, sino al contrario. Los tres personajes que hacen Jaume Valls -el hombre-, Jos¨¦ Sancho -la bestia- y la virtud -Teresa Lozano- cumplen con su condici¨®n de s¨ªmbolos vivos, sin ning¨²n inten to de matices o de reflejos, de complejidad humana; y, en ese sentido de piezas ¨²nicas, lo ha cen bien. Como los secundarios, que a¨²n tienen m¨¢s movimientos para alegrar la farsa desde abajo. Excepcionalmente bien el ni?o Francisco Al¨®s, que demuestra que se puede ser ni?o y actor.
Aun siendo pocos, los espectadores se unieron para dar sus aplausos de premio al trabajo realizado a todos los actores, y a los escenarios de Andrea d'Odorico, que sobre todo en el segundo acto dio un clima de limpieza mediterr¨¢nea.
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