Las tripas de Madrid
Madrid es una ciudad que padece serias dolencias en su organismo. Unos achacan el mal a su propia debilidad org¨¢nica, asegurando que se trata de una enfermedad cong¨¦nita. Otros, por llevar la contraria, afirman que su delicada salud se debe a la mala vida que le dan. Ya se sabe: todo el mundo coincide en el mal, pero casi nadie en las causas. Los m¨¦dicos, los especialistas, son as¨ª.Menos mal que hay unanimidad en el diagn¨®stico. Tampoco hace falta ser una eminencia para eso. Las tripas de Madrid son d¨¦biles, enferman continuamente, y siempre hay que operar. Pasear por sus calles es lastimoso en estos d¨ªas: las arterias viales muestran sus heridas y con cada una de ellas el tr¨¢fico se colapsa, los operarios rodean la ¨²lcera de vallas, se?ales de tr¨¢fico y adoquines, y la vida dificil de la ciudad cada vez se hace m¨¢s inh¨®spita. Madrid sufre y se convierte, cada dos por tres, en un oasis de caos en el desierto de la incomodidad.
Por las entra?as de la ciudad corre todo tipo de canalizaciones. Corre el gas, la luz, los tel¨¦fonos, el agua. Corre el metro, los pasos subterr¨¢neos, los cimientos pre?ados de garajes, los aparcamientos. Unas entra?as inestables, arenosas, h¨²medas, en donde las corrientes de agua fluyen en sus meandros como requiebros castizos. Una vida bajo el suelo, un universo de alcantarillas, cloacas y submundos. La otra ciudad. Unas tripas, en fin, que se alimentan mal, que soportan demasiadas presiones, demasiados gases, demasiada contaminaci¨®n. Unias tripas que tienen que digerir lo que no digieren cuatro millones de bacterias daflinas para su tierno organismo. Una infecci¨®n.
?lceras y flato
Madrid sufre de gastritis, ¨²lceras y flato. Sufre de indigesti¨®n y diarrea. Sufre. Por eso, cada dos por tres, estalla en sus remiendos, rompe sus venas y se rebela, como cualquier otro organismo, denunciando su malestar con fiebres y calenturas. Madrid se rompe por sus entretelas y rasga calzadas, aceras y construcciones. La cirug¨ªa municipal, por mucho que se apresure, tarda en llegar a suturar heridas, a recomponer destrozos, a cortar hemorragias. Madrid no quiere ser un enfermo terminal.
Otras veces los diagn¨®sticos son equivocados y se operan v¨ªsceras sanas, se amputan las piernas contrarias y se hacen panes como hostias. La complejidad de un organismo tan sensible como el de Madrid facilita que se cometan errores hasta con la anestesia. Se oper¨® mal en la avenida de la Ilustraci¨®n, y el enfermo se quej¨® hundi¨¦ndose en depresiones y mal humor. Se prepar¨® mal otra operaci¨®n en la calle del General ?lvarez de Castro, y el enfermo se neg¨® a ser operado, permaneciendo sine die en su camilla abandonada en un pasillo del ambulatorio de las protestas, en el que hasta Fern¨¢n-G¨®mez se manifest¨® defendiendo 100 acacias que no quieren morir. De masiado complicado este Madrid tan rebosante de salud en apariencia y tan justito de facultades si se le mira por rayos X. Madrid es un enfermo que necesita cari?o. Paseando sus calles y plazuelas, su v¨¦rtigo y su prisa, nos muestra sin pudor sus 100.000 heridas renovadas. Madrid es un enfermo que no quiere discusiones en torno a su cama. S¨®lo quiere un poco de mimo, un trato digno y algunos remedios que le calmen la tos. Las disquisiciones te¨®ricas de los pol¨ªticos a trav¨¦s de la radio, los oportunismos, las demagogias populistas y las altisonancias en nombre de los representados a quienes no representan son tan s¨®lo la met¨¢fora de una conversaci¨®n entre la nada y la ausencia.
Las tripas de Madrid sufren de indigesti¨®n porque se le ha venido encima m¨¢s de lo que pod¨ªa soportar. Ni sus calles son de chicle ni sus entra?as de hierro. La ciudad asciende cada vez m¨¢s hacia el cielo y hunde sin parar sus ra¨ªces hacia la intimidad sosegada de todos los siglos. En estos d¨ªas protesta y se rompe, se queja y se resquebraja, y la vida desordenada de por s¨ª se agita en el caos. Menos mal que los tulipanes, como cada a?o, llegan putuales para mostrar al mundo que en Madrid, como siempre, hay un lugar para la primavera.
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