N¨ªtidos y borrosos
Los intelectuales europeos se confiesan desconcertados y descolocados. Ellos, que siempre tuvieron las cosas claras y un padre / eje que fue tambi¨¦n claro, barbudo, viejo y hermoso como los santones de antes: liberales, nazi / fascistas o comunistas, lo que un¨ªa a esos padres y a esos hijos era la nitidez, que me permito poner en letra it¨¢lica para subrayar lo que pienso que es, m¨¢s que una palabra, una categor¨ªa en moment¨¢neo reflujo. Frente a lo n¨ªtido, lo borroso como marca de los tiempos. Conservadores y socialistas, m¨¢s hechos a esta hora hist¨®rica, ocupan espacios pol¨ªticos supuestamente ajenos.Habr¨ªa que subrayar, sin embargo, que no estamos ante caprichos del esp¨ªritu: existen fen¨®menos materiales, objetivables o emp¨ªricamente corroborables, que nos indican que lo borroso es algo m¨¢s que una moda, un oscuro espacio pol¨ªtico o una desventura ¨¦tica de algunos desalmados. Cuando Daniel Bell, a principios de los sesenta, diagnosticaba que "las fuerzas impulsoras de las viejas ideolog¨ªas eran la igualdad social y la libertad, en su acepci¨®n m¨¢s amplia. El impulso de las nuevas ideolog¨ªas est¨¢ en el desarrollo econ¨®mico, y el poder nacional" estaba apuntando a un fen¨®meno real, si bien interpretable desde muchas perspectivas ideol¨®gicas. Si el debate intelectual tend¨ªa a lo borroso en el mundo occidental (tesis marcusiana de la unidad de contrarios en la sociedad industrial avanzada), en el mundo comunista el debate estaba supeditado al desarrollo que cita Bell y a un control estricto y tosco que no dejaba emerger una din¨¢mica ideol¨®gica seria. El claroscuro se impon¨ªa aqu¨ª y all¨¢. De ese claroscuro nac¨ªa lo que ya podemos considerar nuestra ¨¦poca: transvanguardias, posmodernismos y otras denominaciones para el desconcierto. Alguno de aquellos intelectuales se han pasado de lo claro a Mahoma directamente. De lo claro a lo claro. Otros buscan la claridad, la nitidez, con el af¨¢n de un ciego metaf¨ªsico, un Homero de hoy, cuyo Ulises no volver¨¢ jam¨¢s, demor¨¢ndose en las aguas hermosas del camino. Volver, ?para qu¨¦?, le dice el navegante al erea lor mientras tienta una popa de sirena.
Los hay que ya viven en lo borroso condici¨®n para la que parecen haber nacido y en la que he y disfrutan finalmente. Pero es una borrosidad a la medida, una interpretaci¨®n frecuentemente s¨®rdida de un fen¨®meno socl al que no tiene por qu¨¦ serlo.
Efectivamente, las clases sociales si se han segmentado y parecen no existir grandes intereses de grandes grupos, y esto afecta a la derecha y a la izquierda. Al lado de estos segmentos laborales, un n¨²mero muy grande de gentes viven al margen, aparcados a la espera de otros tiempos o de ninguno.
Pero lo borroso es m¨¢s que el referente ideol¨®gico del fen¨®meno segmental que nos iguala a todos los privilegiados en cuanto poseedores de un trabajo remunerado: es la expresi¨®n tambi¨¦n de una crisis m¨¢s positiva que afecta a las grandes construcciones te¨®ricas de la vida social que intentaban atrapar de un golpe conceptual toda la riqueza infinita de las variables sociales. Eso ya no parece posible o deseable. Los ¨²ltimos grandes te¨®ricos siguen emitiendo condenas, que alguno de ellos intenta hacer efectiva contra la propia ley de nuestro dios tranquilo ("no matar¨¢s", dec¨ªa). Pero, los grandes te¨®ricos est¨¢n de mal humor: se sienten ofendidos, ellos, que ofenden a diario a todos cuantos no est¨¦n dispuestos a seguir sus arquitecturas mentales, con frecuencia tan vastas como bastas.
Por m¨¢s que pueda ser un valor s¨®rdido para aquellos que lo asumen s¨®rdidamente, lo horroso tiene muchos m¨¢s brillos que opacidades: el brillo grande y primero de una apertura a lo desconocido, esas fuentes socio-emp¨ªricas del nuevo saber te¨®rico, m¨¢s descargado de prejuicios y m¨¢s abierto a los est¨ªmulos presentes. El brillo, tambi¨¦n, de apuntar a la ca¨ªda de los dogmas, paso necesario de secularizaci¨®n y de reconstrucci¨®n de un sentido del mundo ya ajado o incre¨ªble. Es cierto que alg¨²n que otro dogma pudiera tener alguna funcionalidad (Kuhn), pero s¨®lo a efectos muy limitados y en campos menos trascendentes. A efectos pr¨¢cticos, entiendo la ca¨ªda de los dogmas como la desaparici¨®n definitiva de ese gesto insorportable que se le pone a algunos predicadores, laicos o religiosos, cuando sacuden la conciencia de los infieles. Un gesto eg¨®tico acompa?ado de alguna espuma f¨ªsica o moral en las comisuras de los labios o del alma. Entend¨¢monos: "Aqu¨ª estoy yo, con la bolsa de las esencias".
Emerger¨¢ de esa zona oscura algo nuevo que queremos positivo. Mis mejores deseos para aquellos que lo intenten. Hay, creo, una fuente de esas que dicen inagotabIes y de las que nace constantemente el agua de la vida (pong¨¢monos a la altura de las circunstancias): la vida diaria de la gente, el micromundo de sus dramas, emociones y sentimientos. La gente, esa abstracci¨®n tribal que se?ala m¨¢s a la unidad que a la diferencia. Una unidad sin grandilocuencia, una unidad de individuos libres. Con frecuencia, la gente se adelanta a sus pensadores. O como dec¨ªa el otro d¨ªa una se?ora hablando en el mercado de una foto que ha hecho patria d¨ªas atr¨¢s: "Antes pasaban cosas de verdad".
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