Como un saco de avellanas
Enric Salom¨® mete en su cuerpo cada d¨ªa la nicotina de tres a cuatro paquetes de tabaco, bien sea rubio o negro. Ramon Alabart reconoce que por las noches no puede conciliar el sue?o y que consume muchas horas delante del televisor. "Pero mi mujer lo ha pasado peor, es m¨¢s nerviosa y est¨¢ superdelgada", dice Alabart.Uno -Salom¨®- se evade dando largos paseos por el campo, y viendo c¨®mo crecen los 11 cachorros que acaba de parir su perra, y el otro se vuelca en el trabajo, y de vez en cuando se va a esquiar. Ambos se resisten a ser sometidos a un chequeo m¨¦dico, pero lo cierto es que a Salom¨® le faltan demasiados kilos, los mismos que le sobran a su compa?ero de procesamiento.
Los nervios est¨¢n corroyendo a estos dos hombres, nacidos en la misma tierra, en la comarca de Reus (Tarragona). Hace aflos fueron los reyes del aceite, amasaron fortunas de siete cifras y disfrutaron de un alto nivel de vida. Despu¨¦s compartieron los barrotes de las celdas y vieron desde ellas c¨®mo los peque?os imperios que hab¨ªan levantado se quedaban hechos cenizas.
Contin¨²an, pese a todo, trabajando en el sector: Alabart, como agente comercial -no puede como almacenista- en Reus, y Salom¨® se dedica a la misma tarea desde su mas¨ªa de Riudoms, un peque?o pueblo pr¨®ximo a aquella ciudad. Salom¨® la compr¨® con la venta de su chal¨¦ de Tarragona, y all¨ª vive con sus dos hijos y su suegra.
No se ven mucho, pero coinciden de nuevo en una misma aspiraci¨®n: que sus industrias resurjan como el ave F¨¦nix, porque mantienen que la colza no arranc¨® la vida a 600 personas. Tienen un mismo baluarte: el apoyo de su familia.
Salom¨®, envejecido y con rostro demacrado, no pierde sin,embargo el buen humor: "Si no, los dem¨¢s se hundir¨ªan". Duerme bien, y lo atribuye a que anda mucho. Sonr¨ªe cuando ironiza que s¨®lo pesa algo m¨¢s que un saco de avellanas (54 kilos), y todav¨ªa tiene moral para asegurar que guarda buenos recuerdos de sus partidas de parch¨ªs durante su estancia en la prisi¨®n, de la que dice que hay que eliminar "el ambiente s¨®rdido". "Creo que estar as¨ª es peor que estar en la c¨¢rcel", dice, pero luego a?ade: "Pase lo que pase, que nos dejen estar en la calle y apelar".
Su mujer, Mar¨ªa Teresa Mestre, fue asesinada mientras ¨¦l estaba en la c¨¢rcel. Su drama familiar asoma repentinamente, y afirma: "A veces pienso que mi se?ora est¨¢ de viaje y tiene que volver". No cesa de mover su pierna izquierda -"nervios no me faltan", dice-, de la misma forma que Alabart no para de manosear, mientras habla, un pisapapeles en forma de calavera que tiene sobre la mesa de su despacho. "Procuro no pensar en el 20 de mayo", dice refiri¨¦ndose a la fecha de la sentencia. Los dos aseguran que si consiguieran rehacer sus industrias volver¨ªan a comprar aceite de colza.
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