"No se puede vivir as¨ª"
La libertad de expresi¨®n facilitada con la 'perestroika' desnuda una dram¨¢tica realidad econ¨®mica en la Uni¨®n Sovi¨¦tica
En un teatro perteneciente a la compa?¨ªa de tranv¨ªas de Mosc¨², junto a un perfil de escayola de Lenin y una consigna dedicada al "gran pueblo sovi¨¦tico constructor del comunismo...", unas chicas veintea?eras se quedan desnudas tras quitarse morosamente ligas y medias. Las chicas realizan movimientos insinuantes al ritmo de la m¨²sica de The Beatles, se colocan flores entre las piernas y dejan que el gal¨¢n masculino, vestido hasta el sofoco, utilice sus cuerpos para encender un cigarrillo. El espect¨¢culo, estrenado a principios de enero, se llama Girls y est¨¢ concebido como fantas¨ªa er¨®tica por la compa?¨ªa El Teatro de las Obras Olvidadas, que dirige Andrei Dimidov.Dimidov, un cr¨ªtico de 48 a?os, embarcado en la aventura de la autogesti¨®n teatral, es el pionero de la expresi¨®n er¨®tica en la escena sovi¨¦tica de la perestroika. Con dificultades, no obstante. Cuando nosotros contemplamos la obra, la direcci¨®n municipal de cultura hab¨ªa bloqueado la venta de billetes y el p¨²blico era un grupo de amigos.
El p¨²blico habitual, moscovitas corrientes, nos dice el director, reacciona de forma civilizada, "sin excesos", ante un espect¨¢culo que no es anunciado en ninguna de las carteleras de la ciudad. "El sentido del cuerpo es algo que se tiene s¨®lo en libertad", subraya Dimidov.
A casi l.000 kil¨®metros de distancia, cuatro abuelas de rostros arrugados, con la cabeza envuelta en pa?uelos de flores, el cuerpo enfundado en chaquetas acolchadas, botas de fieltro y chanclos llenos de barro, gritan sus quejas, en ucraniano y en pleno centro de su aldea, a un grupo de corresponsales extranjeros, sin atender las llamadas a la moderaci¨®n del funcionario que gu¨ªa a ¨¦stos. Estamos en Opachichi, un caser¨ªo dentro de la zona cerrada alrededor de la central nuclear de Chernobil, y las abuelas, que, desdentadas y gesticulantes, retan al Estado sovi¨¦tico y a todo su funcionariado, son "autohabitantes", como se llama por estos parajes a quienes han vuelto a los territorios irradiados y cerrados, desafiando todas las prohibiciones y burl¨¢ndose de la radiactividad invisible e implacable.
Estos dos escenarios, el de los locales tranviarios y la aldea de Opachichi, pertenecen al repertorio de siltuaciones vividas por esta corresponsal en la ¨²ltima semana, y ambos tienen algo en com¨²n: la p¨¦rdida del miedo de reforma o perestroika, iniciado hace cuatro a?os por Mijail Gorbachov. Oralmente, los sovi¨¦ticos pueden hoy hablar con libertad sobre sus dirigentes, sus condiciones de vida y sus preocupaciones. En una medida m¨¢s restringida, pero sin precedente en el pasado, sus palabras son recogidas por los medios de comunicaci¨®n. Pero ya nadie teme ser encarcelado por sus opiniones.
La palabra estrenada es hoy un lamento: "No se puede vivir as¨ª" es la frase que repiten los sovi¨¦ticos ante las colas que proliferan por doquier. Un 50,3% de las 7.283 personas encuestadas por el semanario Sobesednik expresaban recientemente una actitud de "indignaci¨®n activa" ante las colas.
Peor que antes
Las encuestas son, por cierto otra de las noveades llegadas con la perestroika. Muchos piensan hoy que "con Breznev se viv¨ªa mejor" y que la perestroika ha empeorado las cosas. Casi todas las obreras de una f¨¢brica de 7.000 trabajadores, mayoritar¨ªamente mujeres, de la localidad de Kursk (al sur de Mosc¨²) dijeron en una encuesta que sus familias no notaban ninguna consecuencia positiva de la perestroika, y un 20% opinan que las cosas hab¨ªan empeorado. S¨®lo tres de las encuestadas por Komsomolskaia Pravda opinaban que las cosas hab¨ªan mejorado.
Hoy, los sovi¨¦ticos hacen cola durante horas para comprar detergente, az¨²car, queso, caf¨¦, calzado y ropa, durante meses para comprar televisores o frigor¨ªficos y durante a?os para adquirir coches, muebles y pisos. Hay colas con cartilla de racionamiento para la carne, la mantequilla o el embutido en buena parte del pa¨ªs. Hay colas y barreras administrativas y penales, como el r¨¦gimen de propiska (control del empadronamiento que genera una clase de esclavos urbanos), para impedir el saqueo de las ciudades por los campesinos, cuyo nivel de vida en gran parte del Estado es sin exageraciones medieval. Y la Edad Media comienza aqu¨ª en los arrabales de Mosc¨², cerca de los cosm¨®dromos donde se manda al hombre al espacio.
La insatisfacci¨®n, que ha cristalizado en la campa?a electoral ha producido huelgas en diversas partes de la geograf¨ªa sovi¨¦tica. En el centro textil de Ivanovo 130 autobuses pararon por una cuesti¨®n de sueldos y lo mismo ocurri¨® en Klaipeda (Lituania) y Krasnoyarsk (Siberia). En la regi¨®n minera de Vorkuta, una huelga de los mineros del carb¨®n oblig¨® al ministro del sector, Mijail Shchadov, y otros altos oficiales a descender al pozo. De la huelga no se han librado los controladores a¨¦reos de la regi¨®n de Mosc¨².
Maldita 'diferenciaci¨®n'
Sobre el tel¨®n de fondo de la escasez y la crisis econ¨®mica se instalan hoy las cooperativas, un sector que podr¨ªa acoger al personal excedente del sector estatal en el caso de que las reducciones de plant¨ªlla prevista se lleven efectivamente a cabo. En la Administraci¨®n, m¨¢s de 18 millones de funcionarios se agarran a sus sillones asustados por la expectativa de unas pensiones que apenas permiten subsistir.
Las cooperativas producen hoy una diferenciaci¨®n social, y precisamente la diferenciaci¨®n en todos los sentidos es el genio subversivo que Mijail Gorbachov ha sacado de la botella. La diferenciaci¨®n es el peligro m¨¢s grave para el sistema sovi¨¦tico por cuanto ataca al coraz¨®n mismo del sistema estalinista, arraigado en la conciencia de la gente en forma de envidia y condena al vecino diligente.
La aparici¨®n de los primeros millonarios legales ha provocado una oleada de rabia en una poblaci¨®n donde, seg¨²n el diario de los sindicatos Trud, hay 43 millones de personas que viven por debajo del l¨ªmite de la pobreza. Los mendigos, antes s¨®lo visibles en las puertas de las iglesias, est¨¢n hoy en el paso de peatones m¨¢s pr¨®ximo y ning¨²n polic¨ªa se atreve a tocarlos. No en vano el concepto de misericordia ha sido rehabilitado en la URSS.
Con la salida a la superficie del dinero negro, provocada por las cooperativas, han emergido tambi¨¦n las mafias y el crimen organizado del que tanto habla ahora la Prensa sovi¨¦tica. Las mafias exist¨ªan ya antes, pero se expresaban de otra forma m¨¢s discreta. La calle se ha hecho m¨¢s peligrosa, pero algunas de las formas de crimen de anta?o se han legalizado. La redefinici¨®n de conceptos afecta tambi¨¦n al delito. Mongol, el padrino m¨¢s famoso de la ¨¦poca de Leonid Breznev, ha pasado de jugarse millones de rublos a las cartas a dirigir una de las cooperativas m¨¢s importantes de Mosc¨², seg¨²n contaba la revista Chelobek i Zakon.
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