El sult¨¢n de Estambul
El sult¨¢n otomano arrastraba su decadencia en Constantinopla (que s¨®lo en 1930 pas¨® a llamarse Estambul), a mitad de la segunda d¨¦cada de este siglo, mientras Ataturk constru¨ªa la nueva Turqu¨ªa y se inventaba para ella una capital en una ciudad provinciana de honroso pasado, pero de languideciente presente: Ankara. Desde entonces, la ciudad de los dos continentes (Asia a un lado, al otro Europa ... ) ha tenido que conformarse con ser la capital cultural y cosmopolita, pateada por millones de turistas, mientras la Administraci¨®n se asentaba en una Ankara que tambi¨¦n se hizo gigantesca.En la campa?a para las elecciones de ayer, otro sult¨¢n, el alcalde Bedrettin Dalan, os¨® plantarle cara al jefe ankare?o, Ozal. Aunque ambos son del mismo partido, Dalan sac¨® los pies del tiesto y jug¨® por libre, irritado, dijo, porque en las papeletas de voto no figuraban los nombres de los candidatos, sino s¨®lo los de los partidos. Como reacci¨®n, lanz¨® toda su propaganda, sin que ni el nombre de Ozal ni el del PMP apareciesen por ning¨²n lado.
Dalan se cre¨ªa mucho m¨¢s popular que sus rivales. En sus cinco a?os con la vara de corregidor, ha puesto en marcha proyectos espectaculares, entre los que destaca la limpieza del Cuerno de Oro, escaparate por antonomasia de la ciudad. Centenares de peque?os talleres han sido borrados del mapa por su efecto contaminante. Pero el alcalde ha hecho m¨¢s. Durante su mandato, y gracias a un presupuesto que supone la s¨¦ptima parte del de todo el pa¨ªs, se han construido dos nuevas presas, una l¨ªnea de metro, otro puente sobre el B¨®sforo, un centro comercial de 5.000 tiendas, nuevas avenidas que facilitan el tr¨¢fico...
Dalan ha cambiado el aspecto d¨¦ Estambul. O lo ha desfigurado, como dicen sus enemigos, que son muchos. Entre ellos, por supuesto, el candidato del Partido Populista Socialdem¨®crata, Durettin S?zen, que ha nadado contra corriente y, parec¨ªa en principio, contra toda esperanza. Dalan, ha dicho, es responsable de la destrucci¨®n de zonas de inter¨¦s hist¨®rico, de recibir comisiones ?legales, de saltarse la ley para emprender sus diversos proyectos. S?zen promet¨ªa respeto a la ley, y tambi¨¦n leche, pan y lavander¨ªas gratuitas para las familias m¨¢s humildes.
El alcalde, el sult¨¢n, se presentaba tambi¨¦n como una amenaza para Ozal, que aparentemente tem¨ªa casi m¨¢s a su triunfo que a su derrota. Cuanto m¨¢s arrollador fuese aqu¨¦l, mayor ser¨ªa el peligro de que, en el pr¨®ximo futuro, le disputara el liderazgo del PMP, o incluso de que crease una nueva formaci¨®n de centro para desafiarle. Hay quien piensa que todo fue un montaje producto de una realidad indiscutible: Ozal y el PMP estaban en baja y los votos para Dalan, calculadora en mano, beneficiaban al Gobierno. Y yendo por libre, caer¨ªan m¨¢s en el saco com¨²n. Con lo que nadie contaba es con que pudiera perder.
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