Madrid vital y festivo
La raz¨®n austera, calvinista, sombr¨ªa ha estado siempre en conflicto con esa gran fiesta luminosa y pagana que es la vida. Era natural que haya sido un madrile?o, Jos¨¦ Ortega y Gasset, el que intent¨® acabar con esta disputa tradicional y acu?ase el concepto de raz¨®n vital, conciliaci¨®n perfecta ya que la raz¨®n no tiene otra finalidad que servir a la vida, clarificarla y explicarla ilumin¨¢ndola.Madrid es una ciudad que celebra la vida, posee el arte de vivir sabia y racionalmente, sin demas¨ªas ni frenes¨ªs orgi¨¢sticos. Por ello el madrile?o es reidor pero comedido, y aunque a veces es parco, sobrio en sus palabras, suele derramarse en joviales alegr¨ªas que demuestran su esp¨ªritu jaranero amante de una expansiva vitalidad ir¨®nica. ?D¨®nde se encuentra el eje del Madrid vital y festivo?
Seg¨²n los m¨¢s autorizados escritores, son varios: al norte est¨¢ situado entre la calle de la Colegiata, la plaza del Progreso (hoy Tirso de Molina), las calles de Magdalena y Santa Isabel; por el este, en la glorieta de Atocha; al sur, en el paseo de las Delicias, las rondas de Embajadores, Valencia, Toledo y el paseo de las Acacias; por el oeste, en la calle de Toledo. All¨ª viven y pululan unos seres humanos de profesiones diversas: zapateros, taberneros, carniceros, caleseros, comerciantes cuyos antepasados fueron magistralmente pintados por Goya en sus Caprichos y reflejados con acertada penetraci¨®n psicol¨®gica en los sainete madrile?os de don Ram¨®n de la Cruz. ?C¨®mo se definen estos personajes madrile?os? En apariencia, por su garbo, jovialidad prestancia f¨ªsica, y luego, por su buen humor, optimismo e inclinaci¨®n a la juerga, a la fraternidad amistosa, al sentimentalismo amoroso y el requiebro espont¨¢neo al paso de una mujer hermosa, a la l¨²dica iron¨ªa rom¨¢ntica, a la alegr¨ªa en el trabajo ejecutado sin agobio, al dispendio ostentoso del poco dinero, al di¨¢logo asiduo en las tabernas y el canturreo de coplas osadas. Estos seres humanos configuran un Madrid alegre. Las casas son feas y modestas, pero las avivan, y alegran sus corredores y grandes patios, en los que se re¨²nen vecinos de todas las edades que hablan entre ellos, cantan, gritan, ri?en y, en definitiva, disfrutan de la existencia con su t¨ªpica mesura vital, que se expresaba en las noches c¨¢lidas, bailando el r¨ªtmico y ordenado chotis.En estos barrios con unas plazas anchas y estrat¨¦gicas tambi¨¦n podemos ver sus plazoletas reducidas, quietas y acogedoras. La plaza de Tirso de Molina es como la frontera que divid¨ªa el Madrid popular del burgu¨¦s de la calle de Atocha. Igualmente, tienen calles definidoras y decisivas, como son la de Embajadores y Mes¨®n de Paredes. La tradici¨®n hist¨®rica cuenta que la primera se llama de tal modo por haber sido trazada sobre el entonces denominado Campo de Embajadores. Era en los tiempos del rey Juan II y en aquel campo hab¨ªa recibido embajadas del rey de T¨²nez, del rey de Arag¨®n, del rey de Navarra y del rey de Francia. En esta calle de Embajadores descubrimos la iglesia de San Cayetano, obra maestra de Churriguera y Pedro de Ribera, de estilo barroco. La calle de Mes¨®n de Paredes es de las m¨¢s t¨ªpicas entre los barrios populares madrile?os. Viene su nombre de Sim¨®n Miguel Paredes, quien construy¨® all¨ª un mes¨®n que era el m¨¢s espacioso del Madrid de aquellos tiempos en que reinaba Juan II
.Pero toda la majeza y vitalidad madrile?a encontraba su centro de atracci¨®n en el Rastro, que empieza en la plaza de Cascorro, ocupa la espina dorsal de la Ribera de Curtidores y termina en la Ronda de Toledo. Aqu¨ª culminaba en medio de gritos, cantos, intercambio de mercanc¨ªas, deambular ocioso de las gentes, y creemos que todav¨ªa hoy, el Madrid vital y festivo. Mesonero Romanos llamaba al Rastro "Corte de los Milagros".
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