Final y esperanzas de una ambici¨®n
AGNES HELLER
Finaliza la articulista sus cr¨ªticas al socialismo sin cerrar por ello las esperanzas a una ideolog¨ªa que pretendi¨® inicialmente transformar el mundo, aunque debe asumir sus propios errores e incorporar los nuevos movimientos rebeldes de protesta.
Lo que se est¨¢ derrumbando ante nosotros es una forma particular de socialismo, el socialismo con unas ambiciones filos¨®ficas gigantescas y sin ninguna conciencia ¨¦tica, no el socialismo como tal. Y no hay ninguna raz¨®n para el pesimismo. ?sta es una buena liberaci¨®n aun cuando las honestas esperanzas y aspiraciones vayan a ser temporalmente enterradas en la, misma fosa com¨²n junto con los experimentos criminales llevados a cabo sobre millones de vidas humanas.Este fracaso parece ser tan final como cualquiera puede serlo en el mundo moderno, en el que pensamientos y pol¨ªticas largamente olvidados retornan de manera inesperada. Al menos en la vida de las generaciones ahora pol¨ªticamente adultas no hay ninguna probabilidad de una nueva edici¨®n del bolchevismo, no al menos sin un repentino hundimiento de nuestra civilizaci¨®n.
Centro ¨²nico
Pero si los socialistas quieren tener, un futuro para su causa, no pueden cerrar simplemente un cap¨ªtulo en una larga y tormentosa historia y seguir adelante como si nada hubiera pasado, Y esto se aplica tambi¨¦n a aquellos que no tuvieron nada que ver con el esc¨¢ndalo y el fracaso de los bolcheviques, e incluso a aquellos que han luchado contra ellos en nombre de su diferente f¨®rmula de socialismo. Al menos la siguiente revisi¨®n de los libros, y no s¨®lo los del g¨¦nero marxista, parece ser inevitable.
Primero, los socialistas han de llegar a la conclusi¨®n de que el mundo moderno no tiene un centro ¨²nico, una esfera, con cuyo poder de transformaci¨®n todo -el universo social completo- pueda ser transformado para mejor. Con toda probabilidad, no es concebible ninguna transformaci¨®n del mundo moderno, y ninguna puede, por consiguiente, ser honestamente recomendada, lo cual producir¨ªa una respuesta simult¨¢nea a cualquier cuesti¨®n leg¨ªtima del programa socialista.
Segundo, el socialismo tiene que desarrollar en¨¦rgimante su paralizada imaginaci¨®n pol¨ªtica. En el llamado Primer Mundo, la democracia como sistema establecido tiene una historia muy corta de 40 a?os de posguerra. En el Segundo Mundo, la democracia dar¨¢ sus primeros pasos en un futuro pr¨®ximo si nuestras esperanzas sobre las transformaciones sovi¨¦ticas tienen al menos una validez m¨ªnima. En el Tercer Mundo, la democracia es la excepci¨®n y no la regla, y se enfrenta a tremendos obst¨¢culos culturales. Adem¨¢s es un dogma liberal, y no la verdad ¨²ltima, que la democracia haya alcanzado ya su forma final, m¨¢s all¨¢ de la cual no puede desarrollarse.
Los socialistas pueden desempe?ar el papel crucial de explorar y descubrir continentes enteros desconocidos del arte de gobernar, con s¨®lo utilizar la misma cantidad de energ¨ªa intelectual que la que han movilizado en descubrir la cuesti¨®n social.
Tercero, aun cuando los socialisttas rechazaran resueltamente la religi¨®n ate¨ªsta del para¨ªso en la Tierra todav¨ªa tienen que darse cuenta de que la cuesti¨®n social puede ser duraderamente resuelta sin metafisica, esto es, sin una dimensi¨®n cultural y ¨¦tica y sin cambios completos, eventualmente revoluciones, en las formas de vida establecidas.
Una cuesti¨®n dolorosa, que los socialistas prefieren cubrir con el silencio o con una indignaci¨®n autohonesta cuando se menciona p¨²blicamente, es la del socialismo de masas. Es una parte no mencionable de la herencia, as¨ª como un sucio esc¨¢ndalo del pasado de la propia familia. Y, sin embargo, los socialistas s¨®lo se hacen la vida m¨¢s confortable para ellos mismos cuando prefieren declarar que la vena socialista de? Mussolini de la Rep¨²blica de Sal¨®, de la Guardia de Hierro rumana o del Movimiento de la Cruz y la Flecha h¨²ngara es un vulgar enga?o o un mero plagio. Y, para su pesar, no pueden ni siquiera cuestionar el car¨¢cter socialista de los Guardias Rojos de Mao, esa exacta r¨¦plica de los fascistas europeos. No obstante, es un tipo costoso de hipocres¨ªa familiar, que no entiende las cruciales lecciones de la historia.
La primera de tales lecciones es que "el socialismo de masas" tiene una causa suficiente: elpoder de las oligarqu¨ªas (capitalista o socialista), la frustraci¨®n social que las oligarqu¨ªas crean. Donde existe oligarqu¨ªa, y adem¨¢s, donde la tradici¨®n democr¨¢tica es d¨¦bil o no existe, el socialismo de masas, un azote terrible y violento del mundo moderno, est¨¢ siempre a la vuelta de la esquina.
La segunda lecci¨®n indispensable es que los socialistas, en la medida en que aceptan la primac¨ªa del principio de libertad en que descansa el mundo moderno, no deben una lealtad autom¨¢tica al movimiento en virtud de su autoapelaci¨®n socialista. Por el contrario. Es una parte necesaria de la secularizaci¨®n del socialismo, una tarea largamente aplazada, que los socialistas deben conocer: a la palabra socialismo no la rodea ning¨²n aura de santidad. Lo mismo que cualquier otro t¨¦rmino de la pol¨ªtica moderna, el socialismo tambi¨¦n puede ser explotado en favor de los m¨¢s infernales fines.
?Qu¨¦ clase de predicciones responsables pueden hacerse en este momento sobre las perspectivas futuras del socialismo? A corto plazo, la fortuna de los socialistas s¨®lo puede deteriorarse. La desilusi¨®n masiva en relaci¨®n con el socialismo obstaculizado continuar¨¢ con toda probabilidad. El thatcherismo puede incluso ganar partidarios entre las fuerzas pol¨ªticas recientemente aparecidas en Europa oriental. La dimensi¨®n y la profundidad reales del hundimiento del socialismo bolchevique ha sorprendido hasta ahora ¨²nicamente a los observadores pol¨ªticamente astutos de Occidente.
Si el Estado sucesor del estalinismo simplemente deja atr¨¢s sus obligaciones sociales, si los aparatos comunistas se las arreglan con la pr¨¢ctica, o la parodia, de un Gobierno m¨ªnimo, si dejan sin vigor todos los mecanismos del bienestar y, mediante la renuncia al control econ¨®mico, generan un nivel sin precedentes de desempleo, incluso esa parte del mundo alejar¨ªa del nombre del socialismo con disgusto a los que lealmente se han adherido a ¨¦l.
Sin embargo, a pesar del presente auge de la revoluci¨®n (o contrarrevoluci¨®n) conservadora-populista-thatcherista, parece impensable que el socialismo democr¨¢tico del Estado del bienestar sea enterrado para siempre. Tendr¨¢ su resurrecci¨®n casi natural en el momento en que el pueblo obtenga sus propias experiencias sobre la inseguridad existencial del capitalismo popular de Thatcher y de su Estado cada vez m¨¢s autoritario. Otra cosa es cu¨¢n duradera vaya a ser esa resurrecci¨®n.
La longevidad, la extensi¨®n y el enriquecimiento interno del socialismo del Estado del bienestar depende en su mayor parte de su capacidad para crear una segunda dimensi¨®n: una atm¨®sfera ¨¦tico-cultural para sus reformas sociales.
Rebeldes
Los movimientos rebeldes son los que tienen mayores probabilidades de crecer y extenderse, sea cual sea la atm¨®sfera pol¨ªtica en el nivel parlamentario. Pero ?son socialistas estos movimientos? ?A?aden algo a la fuerza del socialismo, al ideario socialista?
El hecho conocido es que esos diversos movimientos influyentes de la ¨²ltima d¨¦cada se abstuvieron de llamarse a s¨ª mismos socialistas. Esto puede achacarse en parte al hecho de que sus objetivos estaban en realidad m¨¢s all¨¢ de cualquier sistema social o, con mayor precisi¨®n, a que apelaban a los intereses comunes de todas las naciones, de todos los grupos sociales, de todos los actores (los casos mejor definidos de este tipo son los movimientos antinucleares y ecologistas). Pero, ?qu¨¦ pasa con el feminismo, esa revoluci¨®n global, la m¨¢s importante despu¨¦s de la Il Guerra Mundial? ?Es la desgana de sus grandes contingentes, posiblemente de su mayor¨ªa, para caracterizarse como socialista, sencillamente un refugio cr¨ªtico ante el ideario socialista, sus lagunas y la despreocupaci¨®n de los socialistas hist¨®ricos por este problema de la ¨¦poca o simplemente su tibio compromiso con ¨¦l? ?O constituye una indicaci¨®n de la emergencia de nuevos fen¨®menos que son verdaderamente radicales, pero han dejado de encontrar acomodo dentro de la estructura te¨®rica del socialismo?
No existe una respuesta metaf¨ªsica disponible para estas preguntas. Vivimos en una ¨¦poca de explosi¨®n de la fantas¨ªa pol¨ªtica. Algunos nuevos productos de este explosivo per¨ªodo pueden ser y ser¨¢n integrados en el programa socialista. Algunos otros llegar¨¢n m¨¢s all¨¢ de ¨¦ste, o actuar¨¢n en paralelo con ¨¦l. Y el socialismo tiene que encontrar alg¨²n tipo de amistosa cohabitaci¨®n con ellos.
Sobre todo, la crisis actual proporciona una oportunidad ¨²nica para la autoeducaci¨®n de los socialistas. En toda la historia de esta teor¨ªa y este movimiento, un rasgo recurrente ha sido las reprimendas que los socialistas han dirigido a un mundo que se mostraba reacio a obedecer sus prescripciones pol¨ªticas o filos¨®ficas. Ha llegado evidentemente el tiempo en que una simple verdad tiene que ser entendida de una vez y para siempre: es el socialismo el que existe para el mundo, no el mundo el que existe para el socialismo.
Traducci¨®n:
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