Extramuros
El sue?o europeo de un mundo sin fronteras me parece estupendo. Eso es el siglo XXI, nos decimos: la superaci¨®n de las nacionalidades, la desaparici¨®n de esas l¨ªneas imaginarias que, como dioses feroces, han exigido desde el principio de los tiempos un tributo in¨²til y sangriento. Magn¨ªfico. L¨¢stima que tan hermosa fantas¨ªa se vea empa?ada en su grandeza por peque?as muertes sin sentido. Por los espaldas mojadas marroqu¨ªes, por ejemplo, obstinados en ahogarse por decenas frente a la costa de Algeciras.Que quede bien claro; no es que desaparezcan las fronteras, es que se corren: m¨¢s all¨¢ del perfil europeo la tierra se desploma. Y los nuevos confines son m¨¢s abismales, m¨¢s cortantes. Verdaderas trincheras que separan el derroche de la miseria, el confort de la desdicha. Es as¨ª, encerrados a cal y canto en nuestra lustrosa fortaleza, como nos entrenamos en imaginar mundos sin l¨ªmites.
Qu¨¦ mal gusto el de estos emigrantes ilegales marroqu¨ªes, que se empe?an en ensuciarnos el ensue?o. Campesinos de apenas 20 a?os que vienen huyendo de la hambruna, deslumbrados por un Norte promisorio. Apretujados como ganado en fr¨¢giles barcazas que no aguantan las corrientes del Estrecho. Son paup¨¦rrimos, pero han pagado la para ellos astron¨®mica cantidad de 40.000 pesetas por un pasaje hacia la nada. No saben nadar, pero se arriesgan. Muy desesperados han de estar. Y sus desesperados cad¨¢veres llegan, flotando tontamente, hasta las estupendas playas de Tarifa, lo cual es un desdoro para los ba?istas de la CE, finos turistas sin fronteras. Aqu¨ª se quedan los muertos, enterrados an¨®nimamente en cementerios, porque, por no tener, ni siquiera poseen quien les reclame.
Espa?a, segregada hasta ayer, charnega sure?a en el Mercado Com¨²n, se apresura hoy a defender la plaza y contempla con cauta impavidez c¨®mo los b¨¢rbaros se ahogan extramuros. Aqu¨ª estamos, dispuestos a servir de polic¨ªas para mayor gloria de la patria europea.
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