El espectador es el juez

El F¨ªgaro fue local de grandes relatos polic¨ªacos. Trae ahora uno especialmente divertido, por cuanto requiere una participaci¨®n del p¨²blico, que ¨¦ste le presta regocijado. En el sal¨®n de peluquer¨ªa hay tres personajes tipo: el peluquero mariquita -Joaqu¨ªn Kremel-, la peluquerita liberada -Ana Gracia- y la se?ora bien -Ana Mar¨ªa Barbany-, y un cuarto personaje -Alfredo Alba-, puesto especialmente para aumentar el n¨²mero de sospechosos de un crimen: una pianista asesinada en otro piso. Antes de que se descubra el suceso, el p¨²blico ya r¨ªe con la gruesa comedia de costumbres, con los chistes y los tipos -mucho se debe, por la adaptaci¨®n, a Nacho Artime-. Pero el suceso se produce y la polic¨ªa irrumpe: todos -los espectadores- hemos visto los movimientos de los sospechosos, y hacia nosotros se dirige el comisario de polic¨ªa -?ngel de Andr¨¦s- para que corrijamos las declaraciones de cada uno o para que disparemos nuestras sospechas. Al hilo de las preguntas del p¨²blico contin¨²a la investigaci¨®n. M¨¢s tarde el p¨²blico es el jurado, y se elige por votaci¨®n, a mano alzada, al culpable de entre todos. La mezcla de improvisaci¨®n en el di¨¢logo y de sutil t¨¦cnica del autor -suizo- para resolver las situaciones con alguna previsi¨®n bien hecha dan una cierta verosimilitud teatral al desenlace. Como dato sociol¨®gico: la mayor parte de los acusadores del peluquero m¨¢riquita eran hombres -en el estreno result¨® el culpable-, y la mayor¨ªa de las acusadoras de la peluquerita liberada fueron mujeres.Risas y aplausos siguieron toda la representaci¨®n, ovacionada al final. Premios sobre todo para las respuestas improvisadas de los actores -su ajuste y su soltura son el verdadero motor de la obra- y para la mec¨¢nica del autor, conservada por la direcci¨®n de Pere Planella.