Cr¨®nica de Toledo
Volv¨ª anoche de Toledo. / Me acabo de despertar. / Quien all¨ª me acompa?aba, / no se puede revelar.S¨®lo estuve cuatro d¨ªas. Hac¨ªa fr¨ªo, mejor, una penetrante friura que imped¨ªa mirar fijamente desde el balc¨®n la misteriosa luz, el color de Toledo, ce?ido estrechamente por el Tajo, con sus puentes, dos ojos perfectos, redondeados por el reflejo del agua.
El doctor Jos¨¦ Luis Barros lleg¨® a Toledo una tarde. / Viene para recordar, / y entra en la venta de Aires. / Se sienta muy solo y mira, / y a su lado no ve a nadie. / Luis Bu?uel no viene ya, / ni sombra que lo acompa?e. / Dal¨ª pint¨® en aquel muro / a los amigos que antes / all¨ª ven¨ªan. La cal / les ha borrado la imagen. El doctor Jos¨¦ Luis Barros, triste, de Toledo parte.
Ya se acab¨® de rodar Tristana, la terrible pel¨ªcula de Luis, extra¨ªda de la novela de Gald¨®s, que ¨¦l admiraba tanto. El gran actor Fernando Rey anda celoso y desesperado por las calles y los caf¨¦s toledanos, ante los desprecios y burlas de su sobrina Catherine Deneuve, maravillosa y ¨²nica. Y todo esto me parece hoy coincidir con el misterio ¨ªntimo de un reci¨¦n llegado, Domenico Theotok¨®pulos, llamado El Greco, que se instala en una casa sombr¨ªa y mal colocada, en la que seguramente se pasar¨¢ la vida, huyendo del fr¨ªo, tomando el sol en el jard¨ªn o refugi¨¢ndose dentro de sus cuadros, como lo hace pintando su hermoso retrato y el de su ni?o Jorge Manuel, vestido de paje, al lado de san Esteban y san Agust¨ªn, que descienden del cielo para transportar al caritativo se?or conde de Orgaz, que merece ser llevado a una gloria colorida y maravillosa, llena de auras italianas, donde ser¨¢ recibido por Jes¨²s, en medio de un encendido coro de bienaventurados, de prodigiosas y cortantes r¨¢fagas de nubes, y las colgantes llaves de san Pedro, tambi¨¦n prendido de aqu¨¦llas. Y todo lleno de reverberaciones tizianescas... ?Oh! Por cierto, que mientras visitaba la vivienda del pintor coincid¨ª con la visita de un numeroso colegio italiano, conducido por una profesora que me conoc¨ªa e hizo saludar por sus alumnos con una clamorosa ovaci¨®n que casi me llen¨® los ojos de l¨¢grimas.
A m¨ª siempre, al lado de Tintoretto y Tiziano, sin olvidar al Veron¨¦s, me arrebat¨® El Greco, amando su apasionada y punzante locura, como ascendiendo a v¨¦rtice de llama, a luz hecha salmuera, a lava de esp¨ªritu candente. Lo llam¨¦ en mi libro A la pintura purgatorio del color, castigo desbocado de la l¨ªnea, descoyuntado laberinto, et¨¦rea cueva de misteriosos bellos feos, de horribles hermos¨ªsimos, penando sobre una eternidad siempre asombrada.
Entre los m¨¢s grandes admiradores que tuvo El Greco fue G¨®ngora, que le dedic¨® un alambicado soneto que estuvo grabado en su l¨¢pida de la iglesia de San Torcuato, que m¨¢s tarde fue destruida, perdi¨¦ndose la tumba del pintor. ?sta en forma elegante, oh, peregrino, / de p¨®rfido luciente dura llave, / el pincel niega al mundo m¨¢s suave, / que dio esp¨ªritu a le?o, vida a lino.
El Greco hab¨ªa muerto en 1614, dos a?os antes que Cervantes y Shakespeare, que murieron el mismo d¨ªa. Trece a?os despu¨¦s morir¨ªa G¨®ngora, dando luego lugar con esa fecha -1627- al origen de nuestra generaci¨®n llamada del 27.
?Qu¨¦ maravillosa y dif¨ªcil ciudad eleg¨ª yo estos d¨ªas para transitar teniendo alguna dificultad en recorrerla! Es un crimen de nuestro siglo entrar en autom¨®vil por sus maravillosas y almenadas puertas para intentar llenarlas de peligros y provocados accidentes.
Volver¨¦ pronto a la ciudad, cuando Luis Bu?uel vuelva, para dormir en la posada de la Sangre y salir todos a media noche, muertos de miedo, y contemplar a Luis c¨®mo, envuelto en las s¨¢banas de dormir, hac¨ªa el fantasma en el atrio de la iglesia de Santo Domingo el Real, mientras las altas ventanas de un convento se encend¨ªan llen¨¢ndose de velados cantos y oraciones monjiles. En esa misma noche me extravi¨¦, descubriendo la iglesia en que estaba enterrado Garcilaso de la Vega. Y desde mi balc¨®n mir¨¦ de nuevo hacia el r¨ªo Tajo, repiti¨¦ndome como en los tiempos que segu¨ªamos a Luis Bu?uel, creador de la orden de los Hermanos de Toledo. Todas con el cabello desparcido, / lloraban una ninfa delicada, / cuya vida mostraba que hab¨ªa sido / antes de tiempo y casi en flor cortada".
Una peque?a cr¨®nica de Toledo, despu¨¦s de la llegada de El Greco a la ciudad, el a?o 1577.
Copyright Rafael Alberti.
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