Rafael Orozco y Schmidt, el desconocido
Dos puntos de inter¨¦s presentaba el ¨²ltimo concierto de la Orquesta Nacional, encomendado al austriaco Otmar Suitner (Innsbruck, 1922), profesor en la Escuela Superior de Viena y que fuera, durante algunos a?os, titular de la ¨®pera berlinesa de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana: la reaparici¨®n del pianista Rafael Orozco (C¨®rdoba, 1946) y la audici¨®n de la infrecuente Sinfon¨ªa n¨²mero 4 en do mayor (Pressburg, 1874-Viena, 1939).Toc¨® Orozco, con brillantez, excelente concepto y aire de gran concertista, el siempre comprometido Concierto en la menor, de Robert Schumann. Si la seguridad no ray¨® a la altura habitual en Orozco se debe a la desigual colaboraci¨®n del maestro (consigui¨® que ni un solo acorde conclusivo coincidiera con el solista) y a circunstancias biogr¨¢ficas que s¨®lo por azar conozco. De cualquier manera, el pianista cordob¨¦s no desminti¨® su clase, gracias a la cual ocupa un puesto destacado en el panorama pian¨ªstico internacional y recibi¨® del p¨²blico prolongadas ovaciones.
Orquesta Nacional de Espa?a
Director: Otmar Suitner. Sofista: Rafael Orozco, pianista. Obras de Mozart, Schumann y Franz Schinidt. Auditorio Nacional. 7, 8 y 9 de abril.
No s¨¦ si se ha escuchado alguna vez entre nosotros la Cuarta sinfon¨ªa de Schimdt que circula en discos dirigida por Zubin Mehta despu¨¦s de haber sido registrada por Rudolf Moralt. Como Sckreker, nacido cuatro a?os m¨¢s tarde, Schmidt representa algo as¨ª como el filo de la navaja por el que pretendieron circular quienes, tras Bruckner y Mahler, y sin olvidar la presi¨®n de Brahms y Wagner, reclamaron una v¨ªa distinta a la schonbergiana. Estas m¨²sicas quedaron as¨ª un tanto clausuradas, con un consumo poco menos que local, pues, cual suele suceder a cuantos -espont¨¢nea o inconscientemente- se expresan a modo de ep¨ªgonos, la obra de Schmidt parece m¨¢s antecesora de Mahler que sucesora.
Obediente a un fundamental imperativo l¨ªrico , no faltan soluciones de inter¨¦s en el sinfonismo o en el teatro de Schmidt: as¨ª, si la ¨®pera Notre-Dame, sobre Hugo, ensaya las formas cerradas de tipo instrumental, lo que exaltar¨¢ luego Berg en Wozzeck, la Cuarta sinfon¨ªa, dedicada a Oswald Kabasta y por ¨¦l estrenada en 1934, hace del conjunto una gran forma sonata en la que las distintas secciones se transforman en tiempos, a la vez que desarrolla el sistema c¨ªclico en una actitud equidistante entre Brahms y Franck. Resumen de una vida dram¨¢tica sobre la que se acumularon las desgracias, la Cuarta sinfon¨ªa es como el propio R¨¦quiem, de Schmidt, aunque el autor la dedicase a su hija muerta. Interesa conocer alguna otra principal de Schmidt, como la cantata El libro de los siete sellos. Se trata de eslabones que nos hacen ver la evoluci¨®n de la historia musical con mayor claridad. Suitner trabaj¨® detenidamente la nada f¨¢cil partitura, pero como no parece un poeta precisamente, intuimos que algo o mucho del sentido espiritual de esta m¨²sica no lleg¨® a nosotros. El mismo final, "la ¨²ltima m¨²sica que transporta al hombre a la eternidad", seg¨²n Schmidt, no nos transport¨® en manos de Suitner sino a la calle, despu¨¦s de chapotear la plaza de salida del Auditorio Nacional.
Babelia
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