A cuatro manos

Entre los discos de d¨²o de piano hay uno, de Hank Jones y Tommy Flanagan, cuya portada ilustra hasta d¨®nde puede llegar la experiencia del doble teclado y las cuatro manos. El disco se llama Nuestras delicias y en su carpeta vemos una larga treintena de moldes de reposter¨ªa que encierran un bomb¨®n en el que descubrimos un piano y luego un coraz¨®n. En cualquier caso, es en el vinilo, en los temas registrados, donde, definitivamente despejamos la duda de si estamos ante una cursilada o ante un ejemplo de expresi¨®n po¨¦tica.As¨ª suceden tambi¨¦n, m¨¢s o menos, las cosas con el encuentro de pianistas que en estos d¨ªas experimentan Horacio Icasto y Ricardo Miralles. De Icasto se suele decir que tiene muchos dedos, que es un pianista capaz y tambi¨¦n se puede pensar que muchas veces desborda su entusiasmo a zonas que son m¨¢s del efectismo que de una expresi¨®n sensatamente ajustada. Ricardo Miralles, bien conocido por su trabajo junto a Serrat, tiene una concepci¨®n m¨¢s econ¨®mica de su trabajo sobre el teclado, consciente de que una nota encontrada puede ser mucho. Y la primera sorpresa de este encuentro es que la inteligencia entre ambos se ha producido; oy¨¦ndoles juntos, escuchamos m¨¢s a cada uno de ellos.

A lo largo de esta semana, el d¨²o ha interpretado composiciones de uno y otro y llegan al escenario despu¨¦s de un mes fuerte de ensayos. As¨ª pueden lograr lo que hacen y puede decirse que desde el punto de vista de la interacci¨®n, de la comunicaci¨®n entre ambos, se ha logrado un valioso equilibrio entre el despliegue de sabores y la concentraci¨®n que logra una comunicaci¨®n de mayor intimidad. Vuelan en los tiempos r¨¢pidos y es en las baladas donde consiguen un verdadero silencio del p¨²blico.