Moneda ¨²nica
EL INFORME sobre la uni¨®n econ¨®mica y monetaria de la CE, elaborado por el comit¨¦ de 17 sabios designados hace casi un a?o en la cumbre de Hannover -el llamado comit¨¦ Delors-, tiene diversas interpretaciones. Si el texto, a fuerza de aunar voluntades distintas, est¨¢ falto de concreci¨®n y lleno de opciones indefinidas, representa sobre todo la apuesta rotunda por una Europa monetaria y econ¨®micamente unida. En la definici¨®n de este objetivo, para el que ser¨¢ necesario un nuevo tratado del calibre del Acta ¨²nica, han participado tambi¨¦n los gobernadores de los bancos centrales de los 12 pa¨ªses comunitarios. La cara del informe es la convicci¨®n de que tras el mercado ¨²nico llegar¨¢, consecuentemente, la econom¨ªa ¨²nica; la cruz, que para conseguirlo ser¨¢n necesarias varias fases de duraci¨®n indeterminada, de lo que se deduce que se trata de un proceso a largo plazo. Las previsiones iniciales, que fijaron el final de siglo como fecha probable para la moneda ¨²nica, pertenecen ya al terreno del voluntarismo.El comit¨¦ Delors diagnostic¨® que la uni¨®n monetaria ha de hacerse en paralelo a la integraci¨®n de las econom¨ªas nacionales, aunque por razones de consenso se ha visto obligado a aceptar un aplazamiento para la segunda fase de la integraci¨®n monetaria. Entonces, la CE tendr¨¢ que haberse dotado de un tratado cuya negociaci¨®n costar¨¢ sangre, sudor y l¨¢grimas, mientras que la participaci¨®n de todas las monedas en el Sistema Monetario Europeo (SME) s¨®lo ha sido apreciada como una se?al de la vitalidad del movimiento. Lo l¨®gico hubiera sido exigir este requisito como punto de partida; de otra forma, el tratado no podr¨¢ evitar verse impregnado de condiciones, per¨ªodos transitorios, cl¨¢usulas de salvaguardia y otras medidas defensivas.
En todo caso, lo que ha propuesto el comit¨¦ Delors no es sino la respuesta a lo que han reclamado los grupos industriales y financieros m¨¢s din¨¢micos de Europa. A los empresarios europeos todav¨ªa les duele en propia carne la etapa que finaliz¨® en 1984, en la que la vertiginosa subida del d¨®lar no hizo sino empobrecer sus cuentas de resultados y aumentar el endeudamiento, lo que repercuti¨® sobre la calidad de vida del resto de los ciudadanos. Cuando la crisis del petr¨®leo parece olvidada y han vuelto a aflorar los beneficios, a Europa le llega de nuevo la hora de los grandes compromisos. Tendr¨¢ que ser en la cumbre de junio en Madrid o en la de diciembre en Estrasburgo o Par¨ªs donde los jefes de Estado y de Gobierno de la CE acepten pol¨ªticamente el nuevo salto adelante. Entonces faltar¨¢ casi todo por hacer, aunque s¨®lo la fuerza de este gran acuerdo pol¨ªtico posibilitar¨¢ su aplicaci¨®n pr¨¢ctica.
En estos momentos en los que el Acta ¨²nica est¨¢ ya a medio camino, los cr¨ªticos del informe del comit¨¦ Delors deben recordar que hace cuatro a?os en Mil¨¢n, cuando se arranc¨® a los m¨¢s esc¨¦pticos la decisi¨®n del ¨²nico mercado, pocos creyeron que alg¨²n d¨ªa pudiera ser palpable. Para el nuevo proceso ser¨¢n necesarias varias etapas: cuatro o cinco a?os para la implantaci¨®n del Acta ¨²nica y la entrada en vigor de todas las reformas que conlleva; una segunda fase de integraci¨®n econ¨®mica y monetaria en la que los doce tendr¨¢n que dotarse de una sola l¨ªnea de actuaci¨®n en materia macroecon¨®mica, con tipos de cambio fijos y un sistema federal de banco central europeo, encargado de dictar la pol¨ªtica financiera; por ¨²ltimo llegar¨¢ la fijaci¨®n de l¨ªmites presupuestarios, topes a los d¨¦ficit p¨²blicos, correcci¨®n de los desequilibrios econ¨®micos y la terminaci¨®n de los procesos de ajuste en los pa¨ªses m¨¢s atrasados. La Europa de las econom¨ªas homog¨¦neas entrar¨¢ en la tercera fase y lanzar¨¢ la moneda ¨²nica. Una tarea compleja, llena de dificultades y recelos, pero consustancial al destino com¨²n de los europeos. Ser¨¢ el final de una utop¨ªa.
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