Un cambio necesario
TRAS CASI 20 a?os de vigencia de la ley general de Educaci¨®n, de 1970, hay razones m¨¢s que suficientes para la reforma del sistema educativo no universitario que ahora se anuncia: las que el propio Gobierno apunta en el Libro Blanco que el pasado s¨¢bado present¨® el ministro Solana y muchas otras que est¨¢n en el ¨¢nimo de toda la sociedad. Entre las razones esgrimidas por los autores del proyecto destaca la referente al desfase entre el final del per¨ªodo de escolaridad obligatoria y gratuita actual (a los 14 a?os) y la edad m¨ªnima laboral (16 a?os). De ah¨ª que uno de los primeros objetivos de la nueva ley sea la ampliaci¨®n de dicho per¨ªodo en dos a?os, asunto sobre el que existe un amplio consenso en la sociedad espa?ola.Otro aspecto abordado es el de la formaci¨®n profesional (FP), considerada desde siempre la hermana pobre del sistema educativo. Su reforma viene consider¨¢ndose desde hace a?os, por casi todos los especialistas, como un objetivo prioritario, en la medida en que de ella depende no s¨®lo la formaci¨®n de los j¨®venes profesionales que necesita una industria capaz de competir en t¨¦rminos de igualdad con la de los pa¨ªses m¨¢s adelantados de nuestro entorno, sino tambi¨¦n la imprescindible correcci¨®n de la actual tendencia de los j¨®venes espa?oles a considerar a la Universidad la ¨²nica salida posible. Est¨¢ por ver si la nueva estructura que se proyecta para la FP, a cuyo nivel superior se acceder¨¢ despu¨¦s de terminar el bachillerato, es capaz de producir el cambio que todos esperan. La concepci¨®n de este tramo educativo como una responsabilidad compartida por el mundo productivo y el propio sistema educativo, y sobre todo la adecuaci¨®n de los programas, contenidos y m¨¦todos a las reales necesidades de una industria en proceso continuo de transformaci¨®n, puede contribuir a la eficacia de la reforma.
Otra raz¨®n para el cambio es la ca¨®tica regulaci¨®n actual, si es que hay alguna, de la etapa anterior a la de escolaridad obligatoria (cero a seis a?os), hoy a caballo entre la mera guarder¨ªa o aparcamiento de ni?os y una precoz y antipedag¨®gica anticipaci¨®n de la ense?anza primaria. Era, pues, imprescindible que por fin el Ministerio de Educaci¨®n asumiera la competencia, a la que nunca debi¨® renunciar, sobre este espacio educativo, del que, seg¨²n los pedagogos, depende en importante medida el ¨¦xito o el fracaso de todo el proceso educativo de nuestros j¨®venes.
El establecimiento de cuatro modalidades de bachillerato es una decisi¨®n que seguramente no conseguir¨¢ el alto grado de acuerdo que es de esperar para el planteamiento del resto de la reforma, puesto que probablemente nunca cesar¨¢ la discusi¨®n entre los partidarios de una ense?anza media de car¨¢cter polivalente lo m¨¢s amplia posible y quienes defienden, por el contrario, la necesidad de anticipar cierto grado de especializaci¨®n en ese per¨ªodo formativo. El hecho de que la elecci¨®n de una u otra modalidad de los cuatro bachilleratos que se propugnan se vaya a producir a los 16 a?os parece bastante prudente si adem¨¢s se garantizan caminos para la correcci¨®n de la direcci¨®n escogida. Sin olvidar, por lo dem¨¢s, que el bachillerato habr¨¢ de atender tanto a su funci¨®n preparatoria para el acceso a la ense?anza superior como a su car¨¢cter de formaci¨®n terminal o de paso al mundo de la formaci¨®n profesional.
Pero el ¨¦xito definitivo de la reforma depende de la aportaci¨®n de los medios necesarios para llevarla a cabo, entre los que destaca especialmente la formaci¨®n del profesorado. No est¨¢ claro que vayan a ser suficientes los dos a?os que el ministerio se tomar¨¢ para acometer los grandes planes de adecuaci¨®n de la actual infraestructura educativa descritos en el proyecto, entre los que sobresalen los relativos a la mejora de la formaci¨®n de los especialistas en educaci¨®n f¨ªsica, ense?anzas musicales y art¨ªstica y de lenguas extranjeras. El estado actual de estas ¨²ltimas es una de las grandes lagunas de nuestro sistema educativo, pero no la ¨²nica: la actual concepci¨®n de la ense?anza de las matem¨¢ticas y de una materia instrumental de primera magnitud como la de la lengua materna no son menos preocupantes. El lamentable nivel actual de expresi¨®n oral y escrita del idioma castellano, y en general de todas las lenguas espa?olas, requiere un cambio radical del planteamiento de su ense?anza. Con todo, si bien es importante el proceso de debate que ahora mismo se abre sobre el nuevo dise?o de los planes de estudio que la futura ense?anza requiere, el cambio de los contenidos ser¨¢ est¨¦ril si los m¨¦todos did¨¢cticos y pedag¨®gicos no cambian tambi¨¦n radicalmente.
El esfuerzo que supone planificar la financiaci¨®n de la reforma deber¨ªa favorecer un consenso pol¨ªtico sobre su contenido, para lo que a su vez ser¨¢ necesario que todos los partidos sean capaces de olvidar la nefasta tendencia a las guerras ideol¨®gicas que han caracterizado la historia de la educaci¨®n en nuestro pa¨ªs.
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