El aut¨¦ntico McCOY
Para referirse a lo aut¨¦ntico, lo genuino, el idioma ingl¨¦s tiene una expresi¨®n curiosa: the real McCoy. No es, f¨¢cil traducirla. Los que doblan pel¨ªculas para la televisi¨®n, como no suelen devanarse los; sesos, dicen el aut¨¦ntico McCoy y se quedan tan anchos.Los aficionados al jazz s¨ª podemos permitirnos el lujo de ser literales, porque para nosotros el aut¨¦ntico McCoy es el aut¨¦ntico McCoy: el pianista McCoy Tyner. Dicho esto, empiezan las discusiones sobre cu¨¢l es; el McCoy m¨¢s aut¨¦ntico de todos. Para la mayor¨ªa, el McCoy Tyner genuino es el que pintaba de colores intensos el fondo de los solos de Coltrane; para otros, el que serpenteaba delicadamente por las grabaciones Blue Note de Wayne Shorter, Bobby Hutcherson y Donald Byrd; Ipara los enterados, el McCoy Tyner universal de aquel Sahara que le revel¨® como l¨ªder a principios de los 70. En realidad, el aut¨¦ntico McCoy surgi¨® muy pronto, en undisco de 1963 llamado Ballads and blues. En ese disco McCoy tocaba en tr¨ªo, con Steve Davis y Lex Humphries, un repertorio de canciones magn¨ªficas entre las que estaban Satin doll y D¨ªas de vino y rosas.
Tr¨ªo de McCoy Tyner
McCoy Tyner (piano), Avery Sharpe (contrabajo), Aaron Scott (bater¨ªa). Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 23 de abril.
Desde entonces, McCoy ha crecido. Entend¨¢monos, de estatura sigue m¨¢s o menos igual, pero su m¨²sica se ha vuelto grandiosa, tumultuaria, catedralicia. Conste que lo ha hecho sin trucos, porque McCoy Tyner contin¨²a siendo fiel al piano ac¨²stico.
Dice McCoy que no le gustan los teclados el¨¦ctricos porque pones un dedito en ellos y organizas un esc¨¢ndalo de sonido. No es mala teor¨ªa, pero luego ¨¦l se pasa el rato arre¨¢ndole al Steinway, y eso es s¨®lo una parte de la demostraci¨®n. Falta el resto, falta que ponga un dedito en una tecla y salga el sonido peque?o que corresponde. Lo hace a veces, en composiciones como You taugh1 my heart to sing (Ense?aste a cantar a mi coraz¨®n). Pero tendr¨ªa que hacerlo m¨¢s. En el San Juan Evangelista, para que repitiera la suerte hubo que esperar al tema de regalo, una versi¨®n estupenda del cl¨¢sico de Gershwin Someone to watch over me.
Otro problema de McCoy Tyner es que funciona muy bien en supertr¨ªos, cuando toca con Ron Carter y Tony Williams, o con Eddie G¨®mez y Jack de Johriette o Al Foster. Pero cuando se trata de dirigir el tr¨ªo y ser el jefe, la cosa cambia, desmintiendo de paso el glorioso antecedente de aquel Ballads and blues.
Y no es que los ?acompa?antes que trajo McCoy al San Juan lo hicieran mal. El desmadejado bater¨ªa Aaron Scott no le llega ni al pedal del chaston a su predecesor, Louis Hayes, pero tampoco se puede decir que sea un incompetente; el bajo Avery Sharpe hace solos de buen empuje r¨ªtmico, aunque bastante parecidos los unos a los otros. Pero es significativo que ninguno de los dos estuviera en escena cuando McCoy ense?¨® a cantar a nuestros corazones.
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