El peligro del gran zoco
"Ya no necesitamos ideolog¨ªas, sino estrategias; no fanatismos, sino proyectos"
Pasa por ser una de las voces m¨¢s l¨²cidas de la izquierda italiana -una conversaci¨®n reposada con ¨¦l confirma enseguida el elogio- pero vive rodeado de contradicciones. Una de ellas es espacial y dif¨ªcilmente se le podr¨ªa reprochar: dirige la pol¨ªtica de medio ambiente del gobierno italiano desde uno de los lugares m¨¢s congestionados de tr¨¢fico y m¨¢s ruidosos de Roma, piazza Venezia. A trav¨¦s de las ventanas abiertas de su despacho, sirenas de la polic¨ªa, frenazos y barullo en general convierten la conversaci¨®n en un ejercicio de agudeza auditiva.La otra contradicci¨®n es briogr¨¢fica: ha ocupado puestos importantes en el ¨¢rea econ¨®mica del Gobierno, pero es un humanista. que edita la revista Micromega, punto de referencia del pensamiento moderno de izquierda; un hombre de cultura industrial comprometido ahora en la defensa de la naturaleza. Lejos de intimidarle, tales contrastes le permiten realizar brillantes ejercicios argumentales no demasiado frecuentes en pol¨ªticos, al menos tal como los conocemos en Espa?a. "Me quedo fr¨ªo ante las concepciones naturalistas, seg¨²n las cuales la Tierra tiene ciertos derechos independientes de los del hombre. El sujeto de la cuesti¨®m ambiental es el hombre, porque estamos hablando de nosotros y s¨®lo de nosotros podemos hablar...".
Ruffolo es tajante sobre los nuevos conversos a la ecolog¨ªa: "As¨ª como los industriales tienen como estrella polar el beneficio, los pol¨ªticos tienen la del voto y lo que ha ocurrido de fundamental en los ¨²ltimos diez a?os es que la demanda ecologista no es ya una demanda de exc¨¦ntricos o de fundamentalistas, es una demanda de masas. En todo caso, habr¨¢ que ver la distancia que separa estos nuevos entusiasmos y las posibilidades efectivas de ques e lleven a cabo". Y condena la hipocres¨ªa: "Nosotros, los pa¨ªses ricos, no podemos decir a los pa¨ªses pobres: 'Saben ustedes, durante decenios nos lo hemos pasado en grande y ahora que se produce el efecto invernadero no tene¨ªs derecho a progresar'. Tenemos que ser nosotros quienes paguemos las cuentas que ellos tienen pendientes por lo que nosotros hemos hecho".
Giorgio Ruffolo, 62 a?os, representa a un sector del partido socialista cada vez m¨¢s ¨ªncomodo con la alianza gubernamental que les une a los democristianos. En v¨ªsperas del hist¨®rico congreso comunista de hace un mes, ya Ruffolo hablaba claramente de la necesidad de recomponer la izquierda sobre la base de la convergencia de los dos grandes partidos de la izquierda. Antes, sin embargo, ser¨ªa necesaria una profunda renovaci¨®n de ¨¦stos porque "la simple uni¨®n de dos aparatos bajo un nuevo liderazgo ser¨ªa una parodia de esa recomposici¨®n".
Pregunta. Cuando hace 3 a?os, se firm¨® el Acta ?nica europea, una ola de euforia recorri¨® el continente. Ahora, el escepticismo gana cada vez m¨¢s adeptos. ??ramos demasiado optimistas entonces o somos ahora excesivamente pesimistas?
Respuesta. Nunca he sido un id¨®latra del Acta ¨²nica. La raz¨®n de la supremac¨ªa de Occidente estriba en haber inventado dos grandes instituciones: el mercado y el Estado. Y esta dos cosas deben ir juntas; si no, se producen grandes fracasos. La sovi¨¦tica, por ejemplo, es la experiencia de un Estado sin mercado. Nosotros podemos caer en el error contrario, el de convertir a Europa, no ya en un mercado, sino en un gran zoco. ?Ay del mercado ¨²nico de las mercanc¨ªas, de los capitales y de los hombres si fuese una creaci¨®n invertebrada, una creaci¨®n sin instituciones pol¨ªticas que lo sustenten!
Aqu¨ª se impone una reflexi¨®n para toda la izquierda. ?Por qu¨¦ el proceso pol¨ªtico arrastra tanto retraso sobre el econ¨®mico? Con gran amargura he comprobado que, en la pr¨¢ctica, la izquierda era m¨¢s nacionalista que la derecha y que cuando socialistas franceses y socialdem¨®cratas alemanes han estado en el poder, en lugar de construir los Estados Unidos de Europa han dado lugar a confrontaciones en casi todos los temas. La raz¨®n de ese retraso es que, mientras detr¨¢s del Estado nacional se encontraba la pasi¨®n del nacionalismo, detr¨¢s de Europa, dig¨¢moslo claramente, esa pasi¨®n no existe No se movilizan las masas en base a una concepci¨®n de Europa, excepto peque?os grupos de intelectuales.
Al final se impone una conclusi¨®n pesimista: o bien el mercado no se har¨¢ porque prevalecer¨¢n intereses estatales estatal, o bien se har¨¢, pero ser¨¢ una creaci¨®n invertebrada y peligrosa. Pero en este pesimismo introduzco un elemento de optimismo que tiene que ver con mi experiencia actual. Y es que, a diferencia de la integraci¨®n econ¨®mica, la del ambiente puede constituirse en una gran fuerza de uni¨®n.
P. Con los r¨¢pidos cambios que se est¨¢n produciendo en el continente, ?no corre el riesgo la futura CE de quedarse peque?a antes de nacer?
R. Un economista franc¨¦s escribi¨® un libro llamado L'Europe sans rivages en la que dec¨ªa que, realmente, Europa no ten¨ªa fronteras. Yo creo que esto no es ver dad. Bueno, es verdad, pero nosotros tenemos ahora, finalmente, un grupo de pa¨ªses que, a trav¨¦s de un proceso de agregaci¨®n pol¨ªtica, han creado un equilibrio importante. En este punto hay que colocar, digamos, un cerco En lo que se refiere concretamente a los pa¨ªses del Este, se pueden imaginar acuerdos, pero no una integraci¨®n pol¨ªtica. De otro modo se frena el concepto que se tiene de la Europa Occidental Lo cual no significa privar a la Europa Oriental de sus posibilidades de desarrollo pol¨ªtico, pero unas entidades pol¨ªticas regionales deben tener una m¨ªnima homogeneidad y posibilidad de ritmo, porque, de otra forma, desaparecen antes de nacer.
El espacio social
P. ?Y el otro peligro, el que Estados Unidos y Jap¨®n define como la fortaleza Europa, es decir, un conjunto de pa¨ªses con total libertad de movimiento interior pero m¨¢s cerrado hacia fuera? ?No estaremos creando un para¨ªso aislado del resto del mundo?
R. No creo que Europa, por su tradicional expansi¨®n hacia el mundo, se puede transformar en una fortaleza. Son demasiadas las fuerzas de integraci¨®n que la vinculan tanto al Occidente como al Oriente o al Sur, para transformarse realmente en un bloque proteccionista aislado y cerrado. Yo, el peligro de Europa no lo veo en las fuerzas centr¨ªpetas, sino en las centr¨ªfugas. Por eso, francamente, me preocupar¨ªa de lo contrario, o sea de dar un m¨ªnimo de concreci¨®n, de homogeneidad y de coordinaci¨®n a las pol¨ªticas que puedan transformar Europa, de un mercado econ¨®mico o una expresi¨®n geopol¨ªtica, en una aut¨¦ntica potencia.
P. El debate pol¨ªtico europeo podr¨ªa polarizarse actualmente en la dicotom¨ªa liberalizaci¨®n de movimiento de capitales-espacio social europeo. ?D¨®nde podr¨ªa estar el punto de equilibrio?
R. Es una cuesti¨®n muy dif¨ªcil, pero a trav¨¦s de ella se puede plantear un problema m¨¢s amplio. ?C¨®mo es que no ha habido un sindicato ¨²nico europeo? ?C¨®mo el capitalismo es capaz de intern¨¢cionalizarse hasta el punto de invertir la tradici¨®n de que los proletarios era quienes se un¨ªan mientras que los capitalistas eran incapaces? Ocurre que el estado social -el welfare state- es una creaci¨®n t¨ªpicamente nacional y nadie ha inventado hasta hoy un welfare state supracional. Y ello porque existen no solamente los privilegios de las grandes corporaciones, sino tambi¨¦n de los grandes sindicatos. No es cierto que los proletarios sean una mercanc¨ªa homeg¨¦nea, son productos muy diferenciados; m¨¢s diferenciados que los productos del capital porque, adem¨¢s, son capaces de pensar. Por tanto, yo creo que se trata de un problema dif¨ªcil que habr¨¢ que abordar gradualmente, de forma que se vayan reduciendo las diferencias. Por ahora no es posible una normativa homog¨¦nea sobre el estado social
P. Independientemente del color pol¨ªtico del gobierno respectivo, las pol¨ªtica econ¨®micas que hoy se practican en Europa son todas muy similares. ?Cu¨¢l puede ser el elemento diferenciador de un gobierno de izquierda?
R. Antes las cosas estaban muy claras: la pol¨ªtica de izquierda era la de las nacionalizaciones y la intervenci¨®n estatal frente a la pol¨ªtica de mercado de la derecha. Ahora todas las recetas son parecidas y tienen su base en el cuadrado m¨¢gico macroecon¨®mico: crecimiento, empleo, balanza de pagos y precios. Desde este punto de vista, y no solamente desde ¨¦l, izquierda y derecha empiezan a parecerse. Son como equipos de f¨²tbol: cada uno tiene su estilo, pero todos juegan con las mismas reglas.
P. S¨ª, de acuerdo con lo que dice, el modelo socialdem¨®crata nacido en la posguerra ya no se puede diferenciar, ?es posible mantener todav¨ªa un cierto nivel de pacto social?
R. Tambi¨¦n es una pregunta dificil. Si pudiese responderla, habr¨ªa resuelto el problema de la izquierda. Digamos que el modelo socialdem¨®crata est¨¢ en crisis precisamente por haber tenido ¨¦xito, por haber cumplido sus fines. Simplificando mucho puede decirse que los l¨ªmites de esa experiencia socialdem¨®crata son dos: su estatalismo, tanto en el sentido de estado-naci¨®n, como de estado burocr¨¢tico; y su idolatr¨ªa del crecimiento, en la que se
El peligro del gran zoco
ha visto totalmente subordinada a las fuerzas capitalistas. Es precisamente a lo largo de estas dos vertientes donde debe buscarse una renovaci¨®n de la idea socialista. En lo que se refiere a lo segundo, nos hemos dejado seducir por el ¨ªdolo del Producto Interior Bruto. Una sociedad compleja no se puede medir con un n¨²mero, se necesitan otros indicadores muy variados. Unos indicadores que esteblecer¨ªan si, realmente, Italia es la cuarta o quinta potencia del mundo. Porque esos indicadores nos dir¨ªan cuantos parados tenemos, cual es la calidad de nuestros servicios sanitarios, cual es el estado de la circulaci¨®n en nuestras ciudades y cuanto ¨®xido de nitr¨®geno aspiramos mientras tanto.Agencias de salario
P. ?Y el papel de los sindicatos?
R. Si los sindicatos siguen siendo, por decirlo de una forma brutal, las agencias del salario, es decir los representantes de los trabajadores asalariados, yo no les veo un gran futuro. No es que los asalariados no deban ser defendidos; antes al contrario, porque la clase obrera, que lo fue todo, corre ahora el riesgo de no ser nada. Pero si los sindicatos se hacen cada vez m¨¢s corporativos, su contribuci¨®n al desarrollo de la sociedad puede ser cero. Me pregunto si el principio sindical de solidaridad, de defensa, no debe salir de las f¨¢bricas e implicar a una comunidad m¨¢s amplia y, diferenciada. Hoy, por ejemplo, la defensa del ciudadano como tal no la ejerce ning¨²n partido
P. Volviendo a la pol¨ªtica, ?no estamos asistiendo a una gran mixtificaci¨®n? Los comunistas se acercan a la socialdemocracia, los socialdem¨®cratas practican el neol¨ªberalismo, los conservadores se hacen ecologistas...
R. S¨ª, existe un poco de mixtificaci¨®n, pero no debido a una intenci¨®n de mixtificar. Hemos llegado a finales de siglo en medio de una confusi¨®n de las ideas que requiere alguna aclaraci¨®n de fondo. Este siglo, quiz¨¢ el m¨¢s fascinante y tremendo de la historia del mundo, naci¨® con graneles seguridades. Del positivismo cientifista se pas¨® a la seguridades ideol¨®gicas, pero ¨¦stas lo precipitaron m¨¢s tarde a dos guerras mundiales. Ahora, una vez dispersada la ideolog¨ªa, es como si sus restos desgarrados estuviesen vagando de all¨¢ para ac¨¢ y no encontrasen ni sitio ni una pol¨ªtica firme. Por lo tanto, tenemos conservadores ecologistas, conservadores revolucionarios, liberales anarquistas, anarquistas de derecha, verdes reaccionarios y verdes revolucionarios... La realidad ha avanzado demasiado r¨¢pida respecto de nuestra percepci¨®n.
No podemos tener m¨¢s seguridades. Tenemos que renunciar a lo que era un convencimiento fundamental del marxismo: el de que la Historia tiene un sentido. Tenemos que comprender que en la Historia no hay ning¨²n proyecto, pero debemos comprender tambi¨¦n que, precisamente por eso, porque la Historia es indeterminada, nosotros podemos darle un sentido. Ya no necesitarnos ideolog¨ªas, sino estrategias; no necesitamos fanatismos, sino proyectos. Por lo tanto, el futuro de la humanidad est¨¢ en su capacidad de planificaci¨®n. Si no la tuviera, ocurrir¨¢ como con el Mercado ?nico europeo: llegarernos a ser un zoco, pero no una civilizaci¨®n.
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