La econom¨ªa norteamericana se caIdea
Los observadores extranjeros comienzan a ponerse nerviosos con la econom¨ªa norteamericana. Estoy de acuerdo con que actualmente existen nuevos motivos de preocupaci¨®n. Sin embargo, quiero dar razones de por qu¨¦ hasta ahora no hay ning¨²n fundamento racional para preocuparse excesivamente."Cuando se retire el presidente Reagan, que no hace nada, el pragm¨¢tico presidente Bush tratar¨¢ de controlar tanto el d¨¦ficit presupuestario corno el de la balanza de pagos". ?Recuerdan las auspiciosas predicciones de Wall Street? ?Durante cu¨¢ntos meses de la presidencia de Bush podr¨¢n mantenerse? Con todo, los realistas parecen tener raz¨®n. La verborrea del per¨ªodo electoral ha demostrado ser s¨®lo verborrea.
1. El programa de congelaci¨®n flexible, para evitar nuevos impuestos y controlar los gastos federales, no lleva a ninguna parte. En el Congreso, ninguno de los dos partidos lo toma en serio.2. La propuesta de Bush para reducir al 15% el impuesto a los beneficios del capital est¨¢ completamente muerta. En sus cuatro a?os de mandato, el presidente parece destinado a perder ingresos y no a equilibrar presupuestos. Los otros planes para preservar los grandes ahorros privados y lograr milagros en la productividad -por ejemplo, reactivando los privilegios fiscales para dejar libre de impuestos el producto del ahorro a largo plazo- s¨®lo ser¨ªan posibles si el propio Bush pudiera decir: "Implantemos el valor a?adido y otros impuestos sobre la masa consumidora para motivar a ahorrar a quienes no son ahorradores". Resumiendo: el programa de Bush es hasta ahora el d¨¦ja vu programa de Reagan. Sin embargo, no veo signos convincentes de que los norteamericanos le reprochen nada a George Bush, no m¨¢s de lo que le reprocharon a Ronald Reagan, el presidente de tefl¨®n.
La gente no podr¨ªa preocuparse menos del aumento de la deuda p¨²blica y la creciente apropiaci¨®n, por parte de extranjeros, de bienes norteamericanos. No hay paro y la expansi¨®n econ¨®mica sigue adelante.
En realidad disponemos de algo muy bueno. Nuestra econom¨ªa se est¨¢ recalentando. Los precios, e incluso los salarios, empiezan a dispararse otra vez.
Las autoridades de la Reserva Federal comienzan a tener pesadillas sobre una nueva inflaci¨®n. A pesar de las valientes afirmaciones de su presidente, Alan Greenspan, en torno a una nueva era de moderaci¨®n en los salarios, los ojos de ¨¦ste se mov¨ªan con mayor inquietud.
Los funcionarios m¨¢s antiguos de los 12 bancos regionales de la Reserva Federal est¨¢n nerviosos desde hace meses. Incluso aquellos miembros de la junta de Washington nombrados por Reagan empiezan a descreer, como se hab¨ªa dicho, que el incremento en el sector de suministros equilibrar¨¢ el presupuesto y har¨¢ descender los precios.
Wall Street se deshace de sus acciones y reservas cuando noticias sobre buenos negocios aparecen en la prensa. Cambios en los precios del petr¨®leo de la Organizaci¨®n de Pa¨ªses Exportadores de Petr¨®leo (OPEP) o en el ¨ªndice global de los precios de venta barren con todas las ganancias obtenidas por los valores en cartera desde el pasado verano.
Los propietarios de casas con hipotecas a inter¨¦s variable han comenzado a pagar un 12% anual o m¨¢s. Aparentemente, el final tampoco se vislumbra a¨²n.
No soy pesimista acerca de una recesi¨®n norteamericana o general a corto plazo. Sin embargo, eso no significa que est¨¦ de acuerdo con los optimistas desesperados que se autotranquilizan pensando que el remedio del dinero fuerte aplicado por la Reserva Federal est¨¢ desacelerando c¨®modamente la econom¨ªa, de manera que a finales del verano la victoria sobre la inflaci¨®n ser¨¢ clara y los tipos de inter¨¦s podr¨¢n bajar para crear un boom en las acciones a largo plazo.
La evidencia indica que, en el mejor de los casos, hay una probabilidad entre cinco de llegar apaciblemente a fin de a?o. Es probable, me temo, que nos encontremos ante un nuevo per¨ªodo de alg¨²n tipo de inflaci¨®n y recesi¨®n. Al mismo tiempo que algunas empresas e industrias comienzan a adquirir un ritmo m¨¢s lento e incluso a debilitarse, el ¨ªndice de precios y salarios evidenciar¨¢ algo de inflaci¨®n. Ese per¨ªodo de inflaci¨®n y recesi¨®n conjuntas resultar¨ªa inquietante.
La pregunta que naturalmente se har¨¢n los observadores extranjeros es si la Reserva Federal est¨¢ segura de poder anticiparse a una situaci¨®n semejante y provocar para 1990 una recesi¨®n en EE UU. Eso es lo que hizo Arthur Burns, presidente de la Reserva Federal en 1974, durante el mandato de Ford. ?Podr¨¢ Alan Greenspan, protegido de Arthur Bums, eludir el destino de ¨¦ste? ?Podr¨¢ Greenspan alcanzar el mismo sitial que los libros de historia otorgaron a Paul Volcker por luchar contra la inflaci¨®n y recesi¨®n a finales de los setenta y lograr a mediados de 1982 la larga recuperaci¨®n norteamericana?
Nadie puede responder con precisi¨®n a estas preguntas. No obstante, mis expectativas son bastante optimistas. He aqu¨ª mis tres motivos de tranquilidad.
1. Europa y la cuenca del Pac¨ªfico parecen estar en muy buena forma. Nuestro destino se beneficia de su buena suerte.
2. El equipo de Bush promedialmente no es, por cierto, tan incompetente como lo era el de Reagan, ni tampoco es igual desde un punto de vista ideol¨®gico.
3. Hasta ahora, los peligros de una inflaci¨®n y recesi¨®n en EE UU parecen mucho menores de lo que lo eran durante los d¨ªas de Nixon-Ford-Carter.
George Bush no es, por supuesto, ni Roosevelt, ni Kennedy, pero tampoco es, ciertamente, Herbert Hoover.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.