La inflaci¨®n, el problema m¨¢s acuciante
El FMI destaca el potencial de crecimiento de la econom¨ªa espa?ola y apuesta por un mayor protagonismo de la pol¨ªtica fiscal
El comportamiento de la econom¨ªa espa?ola durante 1988 fue satisfactorio, en particular en lo que se refiere a los crecimientos de la producci¨®n, la inversi¨®n y el empleo, que fueron superiores a los experimentados por otros pa¨ªses industrializados.Esta evoluci¨®n fue debida en parte a factores ex¨®genos favorables, tales como la fortaleza de la econom¨ªa mundial, pero sobre todo ha sido fruto de las pol¨ªticas introducidas en los ¨²ltimos a?os, las cuales han permitido a Espa?a aprovechar todas las ventajas de su adhesi¨®n a la CE.
Las pol¨ªticas de moderaci¨®n salarial y de reforzamiento de la rentabilidad empresarial han creado un clima favorable a la inversi¨®n. Las diversas reformas estructurales, especialmente en los sectores industriales y financieros, han mejorado la capacidad de respuesta de la oferta de la econom¨ªa. Por ¨²ltimo, las pol¨ªticas macroecon¨®micas han permitido una desaceleraci¨®n de la inflaci¨®n al menos hasta mediados de a?o y una reducci¨®n del d¨¦ficit presupuestario.
Respecto al futuro, s¨®lo cabe mostrarse favorablemente impresionado por el potencial de crecimiento de esta econom¨ªa. Su localizaci¨®n geogr¨¢fica y sus reservas de recursos humanos, procedentes de la mano de obra desempleada, subempleada (especialmente en la agricultura) y de la baja tasa de actividad, son factores que, sumados a las posibles ganancias de productividad derivadas de la adopci¨®n de la tecnolog¨ªa y reglas de funcionamiento de las grandes econom¨ªas, implican la existencia de una elevada tasa de crecimiento potencial.
Cerrar la brecha
Uno de los principales objetivos que la pol¨ªtica econ¨®mica debe perseguir es la efectiva realizaci¨®n de este potencial de crecimiento a fin de cerrar la brecha existente entre los niveles de vida de Espa?a y el de los otros pa¨ªses industrializados.A tal fin, deben continuar aplic¨¢ndose pol¨ªticas adecuadas que eviten la aparici¨®n de graves desequilibrios, que garanticen el crecimiento equilibrado de la demanda y la oferta y que eviten la temprana desaparici¨®n de los comparativamente menores costes laborales espa?oles, los cuales constituyen un poderoso incentivo a la inversi¨®n extranjera.
El otro desaf¨ªo es preparar a la econom¨ªa espa?ola para competir en el Mercado ?nico en 1992 y hacer frente a la supresi¨®n de las barreras comerciales que todav¨ªa existen con la Comunidad Europea.
A continuaci¨®n se exponen algunos comentarios sobre las ¨¢reas donde, pensamos, las actuales pol¨ªticas podr¨ªan ajustarse o reforzarse.
El problema m¨¢s acuciante en la actualidad es el resurgimiento de la inflaci¨®n y el deterioro de las expectativas inflacionistas evidenciado por la elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s a largo plazo. La tasa de inflaci¨®n actual es inquietante dado que se produce pese a la apreciaci¨®n de la peseta, la reducci¨®n de aranceles y el mantenimiento de precios administrados, aspectos que indican las dificultades existentes para eliminar las tendencias inflacionistas.
Ser¨ªa desafortunado que el espectacular progreso conseguido durante los ¨²ltimos seis a?os en la reducci¨®n de la inflaci¨®n quedara anulado, pudiendo alentar demandas de indiciaci¨®n, comportamientos especulativos e inestabilidad en los tipos de cambio.
El cambio de signo de la balanza por cuenta corriente, desde el super¨¢vit al d¨¦ficit, no constituye una preocupaci¨®n inmediata, en la medida en que ¨¦ste pueda ser f¨¢cilmente financiado por la inversi¨®n directa extranjera y es la contrapartida de un aumento de la actividad inversora.
Sin embargo, la velocidad del deterioro (equivalente a casi cuatro puntos del PIB entre 1986 y 1989) y el hecho de que refleje en parte un descenso de la tasa de ahorro del sector privado requiere atenci¨®n.
De hecho, en las perspectivas a medio plazo hasta 1992, nuestros c¨¢lculos sugieren que de mantenerse las tendencias actuales del d¨¦ficit por cuenta corriente y los objetivos fiscales podr¨ªa producirse una ampliaci¨®n del desequilibrio que lo hiciese dif¨ªcilmente financiable por entradas aut¨®nomas de capital.
El instrumento elegido en la lucha contra la inflaci¨®n es la pol¨ªtica monetaria, estando plenamente justificado el endurecimiento de las condiciones monetarias desde mediados de 1988.
La comprensible reticencia de las autoridades a aceptar plenamente los efectos que las restricciones monetarias tienen sobre el tipo de cambio conlleva, sin embargo, el riesgo de limitar la efectividad de estas restricciones.
Dado que los efectos de la pol¨ªtica monetaria sobre la demanda interna se manifiestan con lentitud, la apreciaci¨®n del tipo de cambio puede convertirse en el instrumento a trav¨¦s del cual la pol¨ªtica monetaria reduzca la inflaci¨®n.
Una apreciaci¨®n del tipo de cambio efectivo real derivado de una apreciaci¨®n del tipo de cambio nominal es siempre preferible a la que resultar¨ªa de unas tasas de aumento de precios y coste m¨¢s elevadas que las de otros pa¨ªses.
Ser¨¢ necesario supervisar cuidadosamente las se?ales de una posible desaceleraci¨®n de la demanda y de la inflaci¨®n a fin de decidir si es necesario un mayor endurecimiento.
En todo caso, el endurecimiento de la pol¨ªtica monetaria tiene efectos poco deseables sobre la inversi¨®n, las exportaciones y, en t¨¦rminos generales, sobre el diferencial entre los precios de los bienes comercializables y no comercializables.
Este impacto puede ser amortiguado en la medida en que los socios comerciales est¨¦n tambi¨¦n elevando sus tipos de inter¨¦s para controlar sus propias tensiones inflacionistas. Sin embargo, la combinaci¨®n de pol¨ªticas econ¨®micas ser¨ªa m¨¢s eficaz si la pol¨ªtica fiscal asumiese un mayor protagonismo en la lucha contra la inflaci¨®n.
Aun reconociendo los esfuerzos realizados, especialmente en el ¨¢rea de la administraci¨®n tributaria, para reducir el d¨¦ficit a pesar de las demandas de gasto presupuestario motivadas, entre otras razones, por la necesidad de redistribuir la renta como contrapartida a la moderaci¨®n salarial y por la descentralizaci¨®n, ser¨ªa deseable llevar a cabo acciones m¨¢s contundentes en las actuales circunstancias de recalentamiento.
Nuestros c¨¢lculos sugieren que las reducciones del d¨¦ficit en 1988 y 1989 se deben enteramente al funcionamiento de los estabilizadores autom¨¢ticos, sin que se produjera reducci¨®n alguna en el d¨¦ficit estructural
Una reducci¨®n del d¨¦ficit estructural es deseable a fin de reducir la relaci¨®n deuda p¨²blica / PIB, conseguir un margen para aumentar la participaci¨®n de la inversi¨®n en el PIB y compensar cualquier descenso del ahorro privado.
D¨¦ficit p¨²blico cero
Por tanto, apoyamos los objetivos de la estrategia presupuestaria dise?ada para 1989-1992 centrada en eliminar el d¨¦ficit p¨²blico para 1992. De hecho, a la vista del deterioro de la balanza por cuenta corriente, nos parece que ser¨ªa deseable una mayor contenci¨®n fiscal.La contenci¨®n fiscal deber¨ªa ser posible aun manteniendo los esfuerzos de la inversi¨®n p¨²blica en infraestructura, en educaci¨®n, en formaci¨®n profesional, en incentivos al empleo, en la administraci¨®n judicial y en otros sectores prioritarios.
Para 1989 acogemos favorablemente la decisi¨®n de compensar el coste del reciente paquete social con recortes en otros gastos. Un mejor control del gasto deber¨ªa evitar la tendencia a que el gasto aumentase a medida que los ingresos se expanden a mayor ritmo que el previsto, y si bien la desviaci¨®n del gasto hacia infraestructuras es deseable, debe evitarse que una expansi¨®n acelerada de la inversi¨®n p¨²blica genere estrangulamientos en determinados sectores, en particular en la construcci¨®n.
En la medida en que el recalentamiento actual de la econom¨ªa muestre escasos s¨ªntomas de ralentizaci¨®n, recomendar¨ªamos la implantaci¨®n de medidas temporales, tales como la aceleraci¨®n de ciertos pagos impositivos y/o la congelaci¨®n de ciertas partidas de gasto, a fin de obtener un mayor apoyo a la pol¨ªtica monetaria y aliviar las presiones sobre los tipos de inter¨¦s.
A un estricto presupuesto para 1990 los mercados financieros responder¨ªan con menores tipos de inter¨¦s, especialmente si se acent¨²an los esfuerzos para contener los gastos improductivos como transferencias, subsidios y consumo p¨²blico.
Respecto a la gesti¨®n de la deuda p¨²blica, continuamos creyendo que un cambio a instrumentos no incluidos en la definici¨®n de los ALP ser¨ªa deseable. A pesar de que comprendemos las reticencias de las autoridades para endeudarse a largo plazo a los niveles actuales de tipos de inter¨¦s, se pueden encontrar f¨®rmulas, como bonos a tipos de inter¨¦s variable, que podr¨ªan permitir alargar el vencimiento de la deuda p¨²blica.
La mejora en los canales de comercializaci¨®n de los t¨ªtulos p¨²blicos hacia los ahorradores privados deber¨ªa contribuir a reducir el coste de la nueva deuda.
Desde nuestra ¨²ltima visita se ha reforzado la pol¨ªtica de mejora de las condiciones de oferta de la econom¨ªa a trav¨¦s de reformas estructurales que incluyen medidas de desregulaci¨®n y de liberalizaci¨®n, especialmente en el sector financiero, donde se ha impulsado la competencia permitiendo un incremento en el n¨²mero y en el tipo de actividad tanto de los bancos nacionales y extranjeros como de otras instituciones financieras.
El mercado de valores ha sido reformado y se han acelerado el desmantelamiento de las barreras comerciales y el proceso de reestructuraci¨®n industrial. En el mercado de trabajo, los cambios llevados a cabo en la legislaci¨®n laboral en los ¨²ltimos a?os, a fin de dotar a este mercado de una mayor flexibilidad, han permitido la creaci¨®n de empleo registrada en 1988.
Sin embargo, ser¨¢n necesarias medidas adicionales en algunas ¨¢reas de cara a mejorar la respuesta de la oferta de la econom¨ªa y preparar a Espa?a para el incremento de competencia que le plantear¨¢n sus socios comerciales comunitarios en los pr¨®ximos a?os.
El paro contin¨²a siendo uno de los problemas m¨¢s serios de Espa?a. Su coexistencia con la falta de mano de obra en determinados sectores y su concentraci¨®n en la poblaci¨®n juvenil sugieren la existencia de rigideces en el mercado de trabajo.
Moderaci¨®n salarial
Consideraciones de tipo social, as¨ª como los rendimientos potenciales de la inversi¨®n en capital humano, plantean la necesidad de llevar a cabo mayores esfuerzos en medidas activas, especialmente en programas de formaci¨®n y colocaci¨®n y en el fomento de la movilidad y del empleo aut¨®nomo.En este sentido, acogemos favorablemente el incremento en la proporci¨®n de medidas activas en el total de gastos destinados al mercado de trabajo y apoyamos que se contin¨²e en esta l¨ªnea, dado que consideramos estas medidas preferibles a ampliar la cobertura del desempleo o reducir la edad de jubilaci¨®n.
Como se?alamos anteriormente, la moderaci¨®n salarial es esencial si se quiere mantener el favorable clima inversor existente y el proceso de crecimiento del empleo.
En este sentido, el sector p¨²blico tiene un papel muy importante que jugar, dado que el mantenimiento ole su postura en lo que concierne al crecimiento moderado de las retribuciones no s¨®lo permitir¨ªa aliviar la situaci¨®n presupuestaria y la posici¨®n financiera de las empresas p¨²blicas, sino que actuar¨ªa tambi¨¦n como una contenci¨®n sobre los acuerdos del resto de la econom¨ªa. Concentrarse en normas sobre la masa salarial, en lugar de sobre la tasa de crecimiento del salario, tambi¨¦n alentar¨ªa ganancias de productividad en el sector p¨²blico.
En el sector industrial, la mejora en la situaci¨®n financiera de las empresas p¨²blicas en 1988 ha sido impresionante y deber¨ªa facilitar una mayor reducci¨®n en los gastos de transferencia.
Valoramos positivamente las distintas iniciativas de vender algunas empresas con p¨¦rdidas y de permitir la entrada de capital privado en algunas de las compa?¨ªas rentables, como Repsol. Esto someter¨¢ la direcci¨®n de las empresas a la valoraci¨®n de los mercados financieros, lo que resulta una ¨²til disciplina.
En general, la combinaci¨®n de una r¨¢pida eliminaci¨®n de las barreras comerciales y de la fortaleza de la actividad inversora deber¨ªa promover un cambio a gran escala en la estructura industrial espa?ola. A este respecto, apoyamos el cambio en la direcci¨®n de la pol¨ªtica industrial para hacer mayor hincapi¨¦ en el progreso tecnol¨®gico y en la promoci¨®n de las actividades de I+D.
La liberalizaci¨®n de los flujos de capital y la armonizaci¨®n de los sistemas fiscales en el seno de la CE reclamar¨¢n ciertos cambios en el sistema fiscal espa?ol. La liberalizaci¨®n de los movimientos de capital requerir¨¢ un mayor alineamiento en el trata miento fiscal de las ganancias de capital, si no se quiere obstaculizar seriamente el papel de Madrid como centro financiero. La direcci¨®n que tomar¨¢n los cambios en el IVA y en el impuesto sobre la renta resultan tambi¨¦n claras, aun cuando todav¨ªa sea incierto el momento en el que se producir¨¢n.
Pol¨ªtica fiscal
A su debido tiempo, la pol¨ªtica fiscal deber¨ªa revisar las implicaciones que tienen las diferencias en los tipos aplicables en Espa?a del impuesto sobre la renta y de sociedades, teniendo en cuenta la reciente sentencia del Tribunal Constitucional.Una simplificaci¨®n del impuesto sobre sociedades, m¨¢s all¨¢ de la ya decidida reducci¨®n en las deducciones por inversi¨®n, ser¨ªa bien acogida, tanto por razones c¨ªclicas como por su tendencia a inducir unos tipos de imposici¨®n efectivos m¨¢s uniformes entre los distintos sectores y empresas.
En t¨¦rminos generales, la carga impositiva no deber¨ªa elevarse hasta el punto que pueda desincentivar la inversi¨®n, la actividad econ¨®mica y el ahorro. Como se ha se?alado anteriormente, se han llevado a cabo reformas destacables en el sector servicios de cara a una mayor apertura en el sector bancario y de seguros, incrementando competencia tanto dom¨¦stica como extranjera, y se ha reformado el mercado de valores.
Valoramos positivamente la programada reducci¨®n progresiva del coeficiente de inversi¨®n y la propuesta de disminuci¨®n del coeficiente de caja. El m¨¦todo propuesto para reducir este ¨²ltimo parece que evita el riesgo de una excesiva expansi¨®n del cr¨¦dito bancario.
Otros sectores como la vivienda y los transportes, con impactos importantes sobre el IPC, el ritmo de actividad y la movilidad del trabajo, podr¨ªan tambi¨¦n necesitar un reestructuraci¨®n.
Finalmente, hay dos ¨¢reas de especial preocupaci¨®n para el FMI donde nos gustar¨ªa elogiar el ejemplar comportamiento de Espa?a, la liberalizaci¨®n comercial y la eliminaci¨®n de los controles de cambios y la ayuda al desarrollo. En un momento en que el proteccionismo est¨¢ ganando terreno, Espa?a ha realizado un proceso extensivo de eliminaci¨®n de las barreras comerciales y de desmantelamiento de los controles sobre los movimientos de capital.
Tambi¨¦n ha decidido incrementar sustancialmente, si bien es verdad que desde una base de partida baja, su contribuci¨®n a la ayuda oficial al desarrollo, constituyendo su participaci¨®n en la financiaci¨®n del. servicio ampliado de ajuste estructural, decisi¨®n que apreciamos especialmente.
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