El sabor del "acullico"
La planta de la coca, conocida desde tiempos remotos por los quechuas y aymaras de la zona y llevada a Europa por los espa?oles junto con el tabaco y el caf¨¦, ha sido utilizada hist¨®ricamente por los indios con fines ceremoniales, terap¨¦uticos y narcotizantes. Masticadas las hojas lenta y sostenidamente, mezclado el amasijo con saliva y aire y mantenido ¨¦ste durante largo tiempo entre la mand¨ªbula y la mejilla, dan al indio una sensaci¨®n de bienestar no alucinatoria que le permite superar el hambre, el cansancio y el abatimiento. Es el acullico, perfectamente aceptado por la tradici¨®n y la ley."Hasta ahora nunca hab¨ªas tenido casos de drogadicci¨®n", dice Fernando Mercado, un m¨¦dico que lleg¨® hace m¨¢s de 20 a?os al Chapar¨¦, "pero ahora se ven ni?os y j¨®venes atrapados por el crak (sulfato de coca¨ªna sin refinar) e incluso campesinos y pisacoca (trabajadores que machacan con sus pies la hoja durante la noche) con s¨ªntomas de drogadicci¨®n". Muchos campesinos del Chapar¨¦ tienen los pies destrozados y verdosos de pisar la coca para peque?os productores de pasta, y las narices insensibles de tanto esnifar para soportar los extenuantes horarios de trabajo. Curiosamente, uno de los principales mercados decoca en el Chapar¨¦ se llama Shinauta, que en quechua quiere decir "el silbido del auta", un peque?o paquidermo de la zona, provisto de una peque?a trompa por la que esnifa su comida.
Cerveza caliente
Las casas en el Chapar¨¦ son pobres y no hay m¨¢s que una carretera asfaltada en toda la regi¨®n. Los hombres beben cerveza caliente porque no hay neveras... Ni televisores, ni bombillas. Falta tambi¨¦n el agua potable, y la fiebre amarillu causa estragos. Pero por la carretera que viene de Cochabainba circulan modernos coches japoneses y europeos, provistos de aire acondicionado, que se detienen un momento ante un peque?o altar levantado al borde de la sinuosa senda que baja desde 3.600 metros sobre el mar a los 300 metros de la planicie del Chapar¨¦. La ventanilla del coche baja suavemente y una mano lanza un ramo de rosas sobre el altar atiborrado de flores: es el santo de los narcotraficantes, el que los protege de todo pel¨ªgro. El altar recuerda a un joven que muri¨® huyendo de la polic¨ªa."si no tenemos caminos ni c¨¢maras refrigeradas, ?c¨®mo vamos a producir naranjas, mandarinas o bananas?", dice el presidente de la federaci¨®n de productores, Ebo Morales, de 28 a?os. En su oficina, un gran cartel muestra a un campesino con un fusil en una mano y una bolsa de coca en la otra. La leyenda dice: "Coca, alimento del pobre, veneno para el yankee". Otro dirigente, Julio Rocha, acusa al Gobierno de proteger a los grandes narcotraficantes, mientras que un alto funcionario vincula al narcotr¨¢fico con algunos miembros de la federaci¨®n.
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