Apocal¨ªpticos, integrados y esperanzado
No todas las esperanzas que se hab¨ªan depositado en la ley de la Funci¨®n Militar como elemento modernizador de la pol¨ªtica de Defensa se han cumplido.Para el autor de este art¨ªculo a¨²n existe otro ruido de sables: los problemas que se producen cuando hay que "repartir unos recursos siempre escasos".
Tras leer el art¨ªculo de Fernando Rodrigo La profesi¨®n militar en la Espa?a democr¨¢tica (EL PA?S, 3 de mayo de 1989), dir¨ªase que, seg¨²n el an¨¢lisis sociol¨®gico de los asuntos militares de Espa?a, estamos en la Arcadia. Cierto es que ya no hay un cierto ruido de sables, el que todos los publicistas poco documentados tienen in mente cuando redactan sus art¨ªculos. Pero evitar referirse a las frustraciones que con la presentaci¨®n de un anteproyecto que antes era de la funci¨®n militar y que ahora s¨®lo es regulador han aflorado, es negarse a reconocer que existen otros tipos de ruidos de sables. Los que se derivan de los conflictos normales en el seno de una sociedad que tiene que repartir unos recursos siempre escasos para cubrir todas las necesidades. .Cabe felicitarse de que se diga que se va cerrando "un ciclo de cambio en los Ej¨¦rcitos que empez¨® antes de la muerte del general Franco". Alg¨²n que otro militar retirado y alg¨²n que otro teniente general todav¨ªa en activo podr¨ªan dar fe de los or¨ªgenes de la transici¨®n militar que se abri¨® desde el Alto Estado Mayor de principios de los a?os sesenta. Y acaso de algunos de los servicios que a partir de ah¨ª se prestaron a la transici¨®n pol¨ªtica antes, por ejemplo, de Suresnes.
Pero del mismo modo que ciertas frustraciones impulsaron ese ciclo de cambios, hoy han aflorado, al calor de la tramitaci¨®n de un proyecto de ley que se quiso llamar "de la funci¨®n militar", otras frustraciones que deber¨¢n llevar a abrir un nuevo ciclo de cambios en el seno de nuestros Ej¨¦rcitos. Unos Ej¨¦rcitos, los espa?oles, que han cumplido de sobra el papel que predijo el esperanzado poeta Dionisio Ridruejo en su l¨²cido e impagable Escrito en Espa?a.
Porque, en el fondo, las frustraciones que anta?o impulsaron la reforma corporativa y el cambio de mentalidades de anta?o son las de hoga?o. Se constata que la naci¨®n sale de una crisis pol¨ªtico-econ¨®mica profunda e inicia un proceso de desarrollo socio-cultural abierto. Y en el ejercicio de la funci¨®n militar del Estado, los militares profesionales observan que, frente a lo propagado, es falso que exista un incremento de los gastos militares en Espa?a y, lo que es peor, que nadie, incluso ellos, conf¨ªa en tener una defensa nacional cre¨ªble.
Sin ir m¨¢s lejos, la elaboraci¨®n de un ¨ªndice de prevalencia sobre la asignaci¨®n del gasto presupuestado en Defensa para los ejercicios de los a?os 1987 y 1988, tomando como referencia pesetas constantes, da como resultado unos porcentajes que as¨ª lo se?alan. La asignaci¨®n general al Ministerio de Defensa en concepto de funcionamiento baja un l %.; en concepto de inversiones, loado sea De la Cruz, sube un 4,5%. En todo caso, bastante por debajo del ¨ªndice de inflaci¨®n.
Honra sin barcos
El desglose de las asignaciones por organismos muestra que las de Tierra y de la Armada bajan un 1 % y un 2,2%, respectivamente; as¨ª se explica que no se cubran los objetivos de modernizaci¨®n en el primer ej¨¦rcito y que en el segundo quede honra pero no barcos. S¨®lo el ¨®rgano central del Ministerio de Defensa empina su asignaci¨®n un 5,4%, manteniendo una tendencia de crecimiento cuya explicaci¨®n, al cabo de dos lustros largos de su creaci¨®n, no se explica por la necesidad de poner en funcionamiento tan preciado instrumento. Significativo es el caso del Ej¨¦rcito del Aire: su asignaci¨®n se incrementa en un 7,7% debido a la necesidad de ir pagando los F-18. Pero resulta que en la relaci¨®n de los a?os anteriores, y siempre en pesetas constantes, los d¨¦ficit porcentuales de asignaci¨®n son impresionantes.As¨ª, no es de extra?ar que las listas de fallecidos en el transcurso de la prestaci¨®n de servicios militares sean m¨¢s largas aqu¨ª que en un pa¨ªs como Israel. Ello es resultado de fallos de estructura de los materiales, de ineficacia de los sistemas de instrucci¨®n, de una desmoralizaci¨®n real de nuestros militares y marinos, y, sobre todo, lleva a que nuestro pueblo llegue a pensar en la inutilidad del gasto en defensa. Ojal¨¢ que todo ello fuera objeto de un tratamiento m¨¢s profundo que el de las p¨¢ginas de sucesos y se buscaran, de verdad y sin buscar mejorar las expectativas de rendimiento electoral inmediato, soluciones reales a los problemas de la defensa nacional.
Porque, por ejemplo, no basta con mejorar los sueldos militares. Ocurre que ni los militares profesionales ni los militares de reemplazo ejercen su funci¨®n en condiciones an¨¢logas a las habituales en los pa¨ªses aliados. El falso debate generado en torno a la ley que nos ocupa s¨®lo ha servido para que algunos puedan jugar a acomodarse, con mejor o peor fortuna, en las filas gubernamentales o en las de los partidos de la oposici¨®n. Y tanto porf¨ªan en ello que olvidan a la gente que con sus impuestos y con su sangre pagan para ser defendidos.
No basta con discutir los c¨®mo, sino los para qu¨¦. Y si eso no vale la pena, los comentaristas y expertos no valemos para nada, y mientras los aviones sigan estrell¨¢ndose y los soldados suicid¨¢ndose, podremos solazarnos, desde nuestra Arcadia de soci¨®logos integrados, en la belleza de los versos del apocal¨ªptico poeta Francisco de Quevedo: "Mir¨¦ los muros de la patria m¨ªa, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...".
Jorge Aspizua Turri¨®n del Centro de Estudios Defensa y Sociedad, Fundaci¨®n Universidad-Empresa.
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