El gran giro
Cannes ya no es lo que era, dice aqu¨ª todo el mundo, y es exacto. Pero, seg¨²n quien lo diga, significa una cosa o la opuesta. Para los buscadores de joyas, modelos de alta costura y escotes de estrellas es el fin. Para los buscadores de cine es el comienzo, o mejor dicho el retorno.El giro se produjo hace dos a?os, en las opulentas -hasta la indecencia- galas del 40 aniversario del festival. En uno de aquellos escaparates, en los que el cine se hab¨ªa convertido en el ¨²ltimo mono de la compa?¨ªa, se verti¨® la gota que colm¨® el vaso: las dos horas que hizo esperar Elizabeth Taylor a una multitud que larecibi¨® irritada, entre abucheos y palabras irreproducibles, mientras Maurice Pialat levantaba el pu?o para demostrar que segu¨ªa siendo un cineasta de izquierdas a pesar de haber hecho una pel¨ªcula de derechas como Bajo el sol de Sat¨¢n.
Las antenas de los organizadores de Cannes detectaron que se estaba produciendo un cambio y actuaron en consecuencia. La siguiente edici¨®n se hizo bajo el lema del retorno al cine puro. Y ed ello se sigue, pero ya sin titubeos, con sensaci¨®n de firmeza. El cine se recupera en Cannes de su vampirizaci¨®n por la televisi¨®n.
Los cineastas vuelven a ser due?os de un espacio cultura? que ellos crearon y que les fue secuestrado por, en frase de un periodista radiof¨®nico, por la industria de la silicona. Y el broche: Lawrence de Arabia, que fue achicada en duraci¨®n y en formato para que entrase en las televisiones y los v¨ªdeos, es aqu¨ª recuperada intacta, tras un proceso de restauraci¨®n tan minocioso como el de un cuadro de Vel¨¢zquez.
Hay s¨ªntomas cada vez m¨¢s agudos de que el cine, por quien hace unos a?os nadie apostaba, vuelve a tener futuro. Uno de los s¨ªntomas es lo que est¨¢ ocurriendo desde hace dos a?os en Cannes, primer festival cinematogr¨¢fico del mundo.
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