Imagen y escritura
Con su primera pel¨ªcula, Tras el cristal, Agust¨ªn Villaronga se gan¨® hace tres a?os el cr¨¦dito derivado de decir algo nuevo donde parec¨ªa que ya estaba todo dicho.Los pronunciados defectos del filme no aplastaban sus memorables hallazgos, y ¨¦stos permit¨ªan ver detr¨¢s de ellos a un inventor de im¨¢genes con facilidad -nada com¨²n, incluso entre los m¨¢s expertos- para resolver complejos problemas de encuadre y montaje. Por ejemplo, la secuencia del ahorcamiento lleva dentro tanta precisi¨®n en encuadres y encadenados que vista en s¨ª misma es insuperable. Una imaginaci¨®n crispada encontr¨® a un cineasta lo bastante sereno para materializarla y hacerla creible.
Ingenuidad
El ni?o de la luna
Direcci¨®n y gui¨®n: Agust¨ªn Villaronga. Fotograf¨ªa: Jaume Perecaula.Decoraci¨®n: Cese Candini y Sadok Majri. Productor: Juli¨¢n Mateos. M¨²sica: Dead Can Dance. Montaje: Ra¨²l Rom¨¢n. Espa?a, 1989. Int¨¦rpretes: Maribel Mart¨ªn, Lisa Gerrard, Luc¨ªa Bos¨¦, Enrique Salda?a, David Sust, Mary Carrillo, G¨²nter Meissner, Hedi Ben Amar. Estreno: cine Coliseum de Madrid.
El cr¨¦dito ganado por Agust¨ªn Villaronga con su primer filme Tras el cristal era menguado por defectos del gui¨®n, que perd¨ªa al final su energ¨ªa inicial a causa del desajuste entre el suceso y su graduaci¨®n. Esto lastr¨® a un filme que hubiera podido, con m¨¢s esmero en la base literaria, ir m¨¢s lejos de lo que lleg¨®.Se intu¨ªa que una obra con cosas magistrales se hab¨ªa quedado, como totalidad, a las puertas de la maestr¨ªa por falta de rigor y de experiencia en su base literaria. El hombre de imagen era frenado por el hombre de palabra. No hab¨ªa aprendido que el cine alcanza cimas s¨®lo cuando el vigor de la direcci¨®n es inseparable del vigor de la escritura.
Villaronga sigue en El ni?o de la luna sin aprender esta lecci¨®n tan esencial. De nuevo con una buena historia entre las manos -una fabulaci¨®n con aires de leyenda de viejo comic- Villaronga ha compuesto un gui¨®n mal resuelto y graduado, en el que la construcci¨®n de la aventura (creaci¨®n de una sucesi¨®n de los sucesos que sea suceso en s¨ª misma) hace apuesta de ingenuidad con los di¨¢logos. Y hay empate. Ingenuidad sobre ingenuidad, la pel¨ªcula se ve bien, pero se oye mal. En los hechos hay originalidad, pero lo que se dice en ellos es rutina, funcionalidad en el sentido viciado de la palabra, como si ¨¦sta, la palabra, sirviese ¨²nicamente para decir lo que pasa y no fuera parte sustancial de eso que pasa.
Hay en El ni?o de la luna suficiente ideaci¨®n de im¨¢genes para que el cr¨¦dito acumulado por Villaronga en su primera pel¨ªcula siga encontrando respaldo en ¨¦sta. Por ejemplo: excelentes soluciones de espacio y desenvoltura de la c¨¢mara en esos espacios, como en la escena de la llegada del ni?o al centro donde es internado. Hay all¨ª, y en otros lugares, magia, extra?eza, capacidad para inquietar y expresar lo inexpresable.
Pero la inventiva visual no tiene apoyo en una inventiva paralela en el dise?o de situaciones, personajes y di¨¢logos. Las traslaciones de la c¨¢mara no se derivan ni tampoco conducen a traslaciones an¨ªmicas. La creaci¨®n de espacios discurre sobre la incapacidad para crear tiempos interiores en esos espacios. Lo ornamental comienza a pesar a mitad del filme, y ¨¦ste, que al comienzo fascina, pierde fuerza de contagio. Se llega, por ejemplo, al instante donde hay un estallido emocional (el llanto de Maribel Mart¨ªn al despedirse del ni?o) que nos deja indiferentes, porque los personajes no existen como tales y, por consiguiente, no nos conmueven. Su aventura no es nuestra.
No hay en el filme verdadera escritura de cine. La hilaz¨®n de las ocurrencias carece de organizaci¨®n narrativa y poem¨¢tica. No se entiende c¨®mo la malicia de la composici¨®n pict¨®rica no. encuentre cauce en situaciones mejor dise?adas y habladas. La c¨¢mara tiene alas, pero no hay vuelo en los personajes, que tienen plomo en los pies, lo que les impide despegar hacia la met¨¢fora. Lo que comienza arrastrando, al no encontrar cauces de avance, se estanca. Por ejemplo, uno, dos o tres planos de nucas son fuente de enigma, siempre que a su vez revelen el enigma de algo que se mueve dentro de ellos.
Pero docenas de planos de nucas diluyen el acceso, si es que lo hay, al poema y se vuelven prosa, y prosa repetitiva, insegura.
Hay coordinaci¨®n entre plano y plano (insistimos: Villaronga tiene instinto de montador, dibuja con tiral¨ªneas cada plano y de ah¨ª que encajen tan bien unos con otros), pero no domina la continuidad entre secuencia y secuencia, es decir el tiempo interior de la cadencia y la duraci¨®n de la par¨¢bola o la met¨¢fora. El buen montador es todav¨ªa un deficiente constructor.
Prurito de autor¨ªa
?Por qu¨¦ el gui¨®n de este filme no ha sido puesto patas arriba por profesionales de la escritura cinematogr¨¢fica? No se entiende que una producci¨®n tan esmerada est¨¦ herida por tan grave descuido, que la transforma en otra cosa muy distinta a lo que podr¨ªa haber sido. El prurito de autor¨ªa (esa nefasta prolongaci¨®n de la parte m¨¢s inconsistente, por no decir necia, de la ideolog¨ªa de la nouvelle vague, que es su pasaporte papal al mito, uno de los mitos que m¨¢s da?o ha hecho al cine europeo, del director autor) una vez m¨¢s hace estragos. Y la excelencia prometida se queda otra vez en promesa.
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