El 92, Am¨¦rica
Como todos saben y tant¨ªsimos dicen, tres grandes eventos van a coincidir en ese magn¨ªfico 1992 que planea sobre nuestras cabezas: la celebraci¨®n del que por antonomasia todos llamamos "V Centenario", la respuesta de Madrid a su ocasional condici¨®n de capital de la cultura europea y el gran espect¨¢culo mundial de la Olimpiada de Barcelona. Por lo que valga, dar¨¦ mi opini¨®n sobre cada uno de ellos.Por su mayor entidad hist¨®rica, no por su mayor dimensi¨®n geogr¨¢fica -en nuestros d¨ªas nada hay m¨¢s planetario que una olimpiada-, comenzar¨¦ exponiendo lo que a m¨ª me dice el recuerdo del descubrimiento de Am¨¦rica, desde el punto de vista que a los espa?oles m¨¢s debe importarnos: la realidad presente y el futuro de los pa¨ªses que hablan nuestra lengua.
As¨ª mirado el V Centenario, ?cu¨¢l debe ser nuestra actitud ante ¨¦l: la festiva y presumiblemente magnificadora de sus conmemoradores oficiales o la detrayente y hasta denigratoria de los que s¨®lo como pecado hist¨®rico quieren ver la hispanizaci¨®n del continente americano? Regido por el primer mandamiento de la conducta intelectual, el atenimiento de la realidad, desde la actual realidad de los pa¨ªses hispanoamericanos, tal como yo la veo, tratar¨¦ de entender su pasado, tan directamente unido al nuestro durante tres siglos largos, y de considerar su porvenir.
I. Lo menos que puede decirse de la realidad actual de los pa¨ªses hispanoamericanos es que, tanto para sus habitantes como para nosotros, tal realidad se ha hecho preocupante. Entre Nuevo M¨¦xico y el cabo de Hornos no hay uno solo cuya situaci¨®n no preocupe al m¨¢s despreocupado. Desde el punto de vista econ¨®mico, una deuda externa imposible de saldar por la v¨ªa de la regla pr¨¦stamo-pago. En el orden pol¨ªtico, democracias mal consolidadas, escasamente eficaces o menesterosas de honda revisi¨®n. ?C¨®mo saldr¨¢ M¨¦xico de la grave crisis del PRI? ?C¨®mo la Argentina eliminar¨¢ el torvo y humillante espectro que sigue siendo la amenaza de un nuevo golpe militar y dar¨¢ verdadera dignidad hist¨®rica al perdurable poder social del peronismo? ?C¨®mo Per¨², triunfe quien triunfe en las pr¨®ximas elecciones presidenciales, saldr¨¢ del apurado y sangriento trance en que se encuentra? As¨ª, Colombia, y Venezuela, y Centroarn¨¦rica, y Chile... Y en lo tocante a la actividad cient¨ªfica y t¨¦cnica, ?puede quedar compensada la indudable deficiencia del mundo iberoamericano -tambi¨¦n a Brasil hay que meterlo en la cuenta- por la egregia calidad literaria de los Borges, Garc¨ªa M¨¢rquez, Vargas Llosa, Octavio Paz, Pablo Neruda, Jorge Amado y los no pocos que junto a ¨¦stos podr¨ªan ser nombrados? Ni s¨®lo de pan vive el hombre, ni s¨®lo con arte se hace cultura s¨®lida y actual.
En tomo a este aspecto de su realidad, bajo ¨¦l, otro menos inquietante, m¨¢s prometedor. Hay en Hispanoam¨¦rica muchos hombres inteligentes, capaces de ejercitar con brillantez actividades muy diversas -siempre me ha sorprendido la cantidad de hispanoamericanos que simult¨¢nea y calificadamente son pol¨ªticos, profesores, escritores, diplom¨¢ticos y hombres de empresa- y aptos, si se les educa y a ello se ponen para adquirir excelencia mundial en una sola. Los nombres de Hoursay, Leloir, Favaloro, Hern¨¢ndez Per¨®n y Chaves son tanto la designaci¨®n de una realidad como el signo de una posibilidad. Hay all¨ª, adem¨¢s, un suelo y un subsuelo cuya adecuada explotaci¨®n dar¨ªa sustento y riqueza a una poblaci¨®n dos o tres veces mayor que la actual. Hay, en fin, una lengua llena de tesoros heredados y, si se la cultiva con exigencia, no menos llena de tesoros venideros.
As¨ª veo yo el haz y el env¨¦s, la luz y la sombra de la actual realidad hispanoamericana.
II. El destino de los pueblos est¨¢ condicionado por su pasado, pero no determinado por ¨¦l. No hay pueblo que no pueda dar un golpe de tim¨®n a su historia, si a ello le mueven la inteligencia de quienes mandan y la voluntad de quienes obedecen. Los recient¨ªsimos ejemplos de Jap¨®n y de Israel, cada uno a su manera, entran por los ojos m¨¢s miopes. Pues bien: ?en qu¨¦ medida el pasado hist¨®rico de los pueblos latinoamericanos condiciona su presente realidad pol¨ªtica y social? Y en consecuencia, ?cu¨¢l debe ser el golpe de tim¨®n que les oriente hacia el porvenir que all¨ª desean sus mejores hombres y aqu¨ª deseamos sus amigos?
Las dos preguntas nos ata?en a los espa?oles, porque directa o indirectamente todo el pasado de Hispanoam¨¦rica est¨¢ condicionado por lo que los espa?oles hemos sido y -en alguna medida- todav¨ªa seguimos siendo. Antes de la independencia de las naciones hispanoamericanas, porque su incorporaci¨®n al mundo occidental -descubrimiento, conquista y colonizaci¨®n- fue obra de espa?oles. Despu¨¦s de su independencia, porque sus minor¨ªas criollas e hispanizadas, aunque heredasen a los que combatieron contra Espa?a en Maip¨² y en Ayacucho, han sido las que pol¨ªtica y socialmente hasta ayer mismo las han conducido.
?Qu¨¦ fue la conquista? ?La suma de crueles atrocidades que tantos denuncian ac¨¢ y all¨¢, o la fabulosa gesta heroica que s¨®lo quieren ver otros? Mucha raz¨®n ten¨ªa el padre Las Casas -aunque, como tan objetivamente demostr¨® don Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, no tanta como sus lectores acr¨ªticos le conceden-, y alguna tienen quienes contemplan lo que desde el Misisip¨ª hasta la Tierra del Fuego hizo en pocos a?os aquel pu?ado de hombres. ?C¨®dicia insaciable o ilustres haza?as?, rezaba el t¨ªtulo de un ensayo del propio don Ram¨®n. Leyendo con inteligencia y amor a Bernal D¨ªaz del Castillo, sin negar el af¨¢n de oro en el alma de los conquistadores de Am¨¦rica, pone sobre ¨¦l la sed de gloria y la certidumbre de que dir¨ªa en el futuro m¨¢s que de los capitanes romanos. De todo hubo en aquella conquista. Profano en el tema, me atrevo a pensar que todav¨ªa falta el libro en que sea descrita aquella alucinante gesta seg¨²n lo que ella fue.
Tras la conquista, la colonizaci¨®n. Viendo un plato de la ciudad de M¨¦xico en la segunda mitad del siglo XVIII, valga este ejemplo, nadie podr¨¢ negar grandeza a la obra colonizadora de los espa?oles. Por esos mismos a?os. ?Qu¨¦ eran Filadelfia o Nueva York al lado de la capital de la Nueva Espa?a? Tras este anverso, su reverso; porque durante los tres siglos en que gobernamos Am¨¦rica los espa?oles no llevamos en medida suficiente el pensamiento, la ciencia y la t¨¦cnica que ya exist¨ªan en aquel glorioso orto del mundo moderno. Con enorme y conmovida simpat¨ªa valoro yo lo que fueron e hicieron Mutis en Nueva Granada, los metalurgistas espa?oles en M¨¦xico y el m¨¦dico Flores en Guatemala. Pero tan estimables haza?as cient¨ªficas, ?eran suficientes para garantizar la plena occidentalizaci¨®n -presente y flutura- del mundo hispanoamericano?
Los espa?oles llevamos a Am¨¦rica -se dir¨¢, y con raz¨®n- lo que en Espa?a ¨¦ramos y hac¨ªamos. Mas, para m¨ª, aqu¨ª comienza el problema. Porque, en mi opini¨®n, ese d¨¦ficit de pensamiento racional y a su lado la demas¨ªa de personalismo que en Am¨¦rica importamos nosotros han condicionado en escasa medida la vida y la historia de las naciones hispanoamericanas tras su independencia, y por consiguiente su preocupante estado actual. Lo cual nos conduce al tercero de los puntos que antes me propuse considerar: el inmediato porvenir del mundo que habla espa?ol.
III. Esa compartida deficiencia y esa com¨²n demas¨ªa, con sus ineludibles consecuencias ¨¦ticas y pol¨ªticas, obligan a plantear conjuntamente el problema de un porvenir que, por supuesto, ha de ser diferente para cada naci¨®n -?c¨®mo no van a ser distintos los caminos hist¨®ricos de la Argentina, Venezuela, El Salvador, M¨¦xico y Espa?a?-, pero cuya correcta derrota requiere para todas ellas un golpe de tim¨®n muy semejante. Para no prolongar en exceso la extensi¨®n de este art¨ªculo expondr¨¦ brevemente los puntos principales de la conducta que yo considero tan deseable como imprescindible:
1? Severo examen de conciencia. Los espa?oles y los hispanoamericanos -nosotros antes que ellos- debemos acercarnos a la fecha del V Centenario con la pr¨¢ctica de una rigurosa autocr¨ªtica, no s¨®lo enunciativa, tambi¨¦n causal. ?Por qu¨¦, desde el siglo XVI, nuestra deficiencia de pensamiento racional y de producci¨®n cient¨ªfica? ?Por qu¨¦ nuestras reiteradas guerras civiles? ?Por qu¨¦, lo dir¨¦ con Unamuno, nuestro excesivo fulanismo? Sin este ejercicio de autocr¨ªtica y sin la invitaci¨®n a que tambi¨¦n lo practiquen nuestros cabales hermanos de lengua y un poco hermanos de historia, acaso la conmemoraci¨®n de 1992 no pase de ser, como dec¨ªa Jorge Manrique, "verdura de la era". Acaso no pocos hispanoamericanos se pregunten sin palabras: ?por qu¨¦ no fueron ingleses o franceses los hombres que colonizaron nuestros pa¨ªses?
2? Tenaz ejecuci¨®n de mi proyecto de reforma. Del "hay que hacer esto" hemos de pasar a un estamos haciendo esto, y lo estamos haciendo en serio". Proyecto global y razonable, educaci¨®n met¨®dica y ejemplaridad en los que pol¨ªtica y socialmente mandan son -vieja y consabida receta, desde Juan de Cabriade al padre Feijoo y los caballeritos de Azcoitia- los recursos para que la optimizaci¨®n de nuestros respectivos porvenires lleguen a producirse.
3? Si en verdad nos interesa que la celebraci¨®n del V Centenario sea eficaz, empe?ado cultivo de la lengua com¨²n, hasta hacer de ella un instrumento id¨®neo para expresar lo que va a ser la vida euroamericana en el siglo XXI. Digamos con Unamuno que "la sangre de mi esp¨ªritu es mi lengua"; pero no nos conformemos con proclamar lo que esa sangre "es", sepamos forjar lo que "debe ser". De otro modo, no pasar¨¢ de ser simple flatus vocis, fugaz soplo de la voz, la palabra "esp¨ªritu".
As¨ª veo yo las posibles l¨ªneas maestras de las fiestas que durante el a?o 1992 van a tener su centro en Sevilla.
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