Intriga chabroliana
Claude Chabrol, uno de los popes del cine franc¨¦s, cinematografla que no goza del benepl¨¢cito de nuestros distribuidores y exhibidores, vuelve a nuestras pantallas con motivo del estreno de El grito de la lechuza, realizada antes de Asunto de mujeres, t¨ªtulo presente en nuestra cartelera.El que fuera uno de los m¨¢s destacados miembros de la nouvelle vague, hoy, con casi medio centenar de realizaciones en su filmograf¨ªa, est¨¢ considerado como uno de los grandes directores del cine europeo. Su cine une a la habitual desenvoltura demostrada desde sus principios un depurado estilo de realizaci¨®n, austero, exacto y preciso, donde se combinan, con claridad en su exposici¨®n, la complejidad de sus personajes y la efectividad de las intrigas que plantea. El grito de la lechuza puede considerarse un compendio de todo ello.
El grito de la lechuza (Le cri du hibou)
Direcci¨®n: Claude Chabrol. Gui¨®n: Odile Berski, Claude Chabrol. Francia, 1987. Int¨¦rpretes: Christopher Malavoy, Mathilda Jaeques Penot, Virgine Thevenet, Jean Pierre Kalfon, Patrick Kerbrat. Estreno en Madrid: cine Bogart (V. 0.).
El presente estreno, una intriga policiaca basada en la hom¨®nima novela de Patricia Highsmith, tiene como protagonista a un esposo separado de su mujer, un ser neur¨®tico y ambiguo en su comportamiento que huye de Par¨ªs y se refugia en la m¨¢s tranquila ciudad de Vichy. Dicho protagonista, que no est¨¢ capacitado para las elecciones claras, se siente fascinado por una joven a la que esp¨ªa -voyeurismo que se transmitir¨¢ al espectador en su funci¨®n de observador de la historia- y cuya futura amistad desencadenar¨¢ la intriga.
Personajes at¨ªpicos
El arranque de El grito de la lechuza, que podr¨ªa remitirnos a Hitchcock -una de las cl¨¢sicas referencias del cine chabroliano-, abandonar¨¢ el azar y dejar¨¢ paso a la fatalidad que parece presidir el destino del dubitativo e inestable protagonista.La historia que se desarrolla entre el realismo y la frontera de la fantas¨ªa est¨¢ llena de personajes at¨ªpicos, con problemas personales, a los que Chabrol permite que se definan por sus propias acciones, al tiempo que mantiene la intriga, en cuyo depurado ejercicio de estilo, austero y preciso, el realizador vierte la sombra de la maldad de la inocencia, capaz de destruir a los seres que rodean al protagonista.
En esta ocasi¨®n el ejercicio de estilo ofrecido por Chabrol se manifiesta con tanta dignidad como efectividad, en un filme menor en su filmograf¨ªa pero que contiene toda su sabidur¨ªa y que entretiene y mantiene el inter¨¦s, cuyo final discutible puede no compartir el espectador.
Babelia
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