La consagraci¨®n de la maquina perfecta
Una m¨¢quina perfecta de jugar a f¨²tbol concluy¨® ayer en el Camp Nou su paseo triunfal por Europa. No puede concebirse un espect¨¢culo deportivo m¨¢s completo. Desde que el presidente Silvio Berlusconi se asom¨® al c¨¦sped antes de comenzar el partido, provocando el primer grito inhumano de casi 100.000 gargantas (para envidia del presidente anfitri¨®n, que nunca ha conseguido algo as¨ª), hasta que Baresi recogi¨® el trofeo de campe¨®n de la Copa de Europa [tercero en la historia del Mil¨¢n], el Camp Nou fue una fiesta impresionante. Una fiesta vivida en las gradas con una emoci¨®n desaforada, y animada sobre el terreno de juego por un colectivo de futbolistas de una calidad individual excepcional, constituidos por el genial Arrigo Sacchi en un bloque perfecto donde no cabe el ego¨ªsmo. El Mil¨¢n brind¨® un f¨²tbol grandioso, moderno, inteligente, el mejor que se ha visto en Europa en muchos a?os. El Steaua fue el convidado de piedra, en un papel similar al que realiza el equipo de mercenarios del baloncesto en las giras de los Harlem Globetrotters. La mayor frustraci¨®n del Steaua no puede ser la derrota, sino la tremenda impotencia sufrida ante un f¨²tbol arrasador.El Mil¨¢n gan¨® con la grandeza y la humildad que debe demostrar un campe¨®n. Desde el primer minuto de juego, el Steaua pretendi¨® esconderse detr¨¢s para repatir la t¨¢ctica del cerrojo, versi¨®n rumana, que tanto ¨¦xito le dio en Sevilla en 1986. Pero el Mil¨¢n de Sacchi no es el Barcelona de Venables. Apenas tuvo ocasi¨®n de robar un bal¨®n, y el cerrojo salt¨® hecho pedazos. Gullit y Van Basten se desplazaban en movimientos horizontales por la delantera rompiendo la defensa en l¨ªnea del Steaua, y todos los dem¨¢s milaneses lo hac¨ªan en vertical por los huecos que se iban haciendo m¨¢s grandes a cada minuto que pasaba. Gullit, operado de una rodilla hace un mes, lanz¨® el primer aviso con un tiro a la cepa del poste (m 16), los rumanos se asustaron, empezaron a perder los papeles defensivos, y el recital se inici¨® con el primer gol de Gullit.
El Steaua perdi¨® la calma y ya no volvi¨® a recuperarla. No lograba pasar del centro del campo, agobiado por el pressing del Mil¨¢n, y s¨®lo Lacatus peleaba alg¨²n bal¨®n mientras su estrella Hagi se paseaba con la mirada perdida. Los rumanos, vestidos con un uniforme azul en el que apenas se le¨ªan los n¨²meros, parec¨ªan m¨¢s bajitos, m¨¢s lentos y m¨¢s torpes que cualquier milan¨¦s. La imagen era pat¨¦tica.
El partido hab¨ªa durado 18 minutos, hasta el 1-0. Desde ah¨ª hasta el final, todo fue una avalancha rojinegra, mientras el Steaua erraba por el campo con la misma impotencia del Madrid en las semifinales. El Mil¨¢n era la perfecci¨®n en el f¨²tbol, construida con el dinero de Berlusconi, con la inteligencia de un Sacchi que hace dos a?os estaba en Segunda Divisi¨®n, con el sacrificio de los jugadores italianos, y con la genialidad de sus compa?eros holandeses. Es imposible destacar la picard¨ªa de Gullit y Van Basten sin citar la visi¨®n de juego de Rijkaard; el carisma de Baresi; la rapidez de Maldini; el trabajo oscuro, pero tremendamente eficaz, de Colombo, Donadoni o Ancelotti...
Hasta los propios jugadores del Steaua sab¨ªan con el 1-0 que iban a ser goleados. Era cuesti¨®n de tiempo. Y, cuando llegaron, hubo goles para todos los gustos: uno de oportunismo (Gullit), otro de cabeza (Van Basten), otro de tiro lejano (Gullit), y un cuarto en una escapada por velocidad (Van Basten).
?Pod¨ªan aspirar a una alegr¨ªa mayor los 80.000 italianos que hab¨ªan dejado 20 horas de su vida en las carreteras? Desde el 2-0, el Mil¨¢n era campe¨®n, y el partido se convirti¨® en un autohomenaje de la afici¨®n y de los jugadores. Del "?ol¨¦!, ?ol¨¦!" se pasaba a las olas humanas; del Inter vaJan culo" al "?Gul, ?gu!, igu!" dedicado a Gullit cuando se retir¨® a los vestuarios, cojeando. Hasta se lleg¨® a corear la alineaci¨®n completa del Mil¨¢n, incluidos los reservas y el entrenador, mientras el bal¨®n se paseaba por delante de las narices de unos rumanos humillados.
Nada cambi¨® el descanso. El Steaua, del que todos dec¨ªan que era mejor que en 1986, se rindi¨® sin el consuelo de demostrar su calidad. No pod¨ªa. Por mucho que lo intentaba, no era capaz de construir una jugada sin que un pie milanista la frenase en seco.
Va a ser dif¨ªcil que el Mil¨¢n mantenga una cota de calidad tan alta, y va a ser muy complicado para el jurado elegir cu¨¢l de sus 11 jugadores es el mejor futbolista europeo del a?o. Todos lo merecen por su partido de ayer, por su Copa de Europa. L¨¢stima que los espa?oles no pudieran verlo.
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