La lengua madre
?Ha existido una lengua madre, madre de todas las dem¨¢s lenguas? ?Es posible llegar a reconstruir al menos una parte de este lenguaje original y rudimentario? La tesis de un profesor ling¨¹ista ruso, nacionalizado norteamericano, Vytal Shevoroshkin, pretende dar una respuesta positiva a estas preguntas.La aparici¨®n del hombre se calcula en unos 100.000 a?os pero su capacidad para articular palabras podr¨ªa haber aparecido 40.000 a?os despu¨¦s. La facultad para pronunciar palabras se considera relacionada con una formaci¨®n ¨®sea en la garganta que fue detectada en unos f¨®siles hallados en Israel y correspondientes a un per¨ªodo del que se cumplen ahora unos 60.000 a?os. De este primer n¨²cleo de lenguaje parte el profesor Shevoroshkin para argumentar que las distintas lenguas a lo largo del planeta poseen una matiz com¨²n a cuyo descubrimiento ha consagrado la mayor parte de su vida cient¨ªfica. En su opini¨®n, las bases de esta deducci¨®n las marcaron metodol¨®gicamente Vladislav Illich-Svitych y Aaron Dolgopolsky en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ambos, en 1963, anunciaron el descubrimiento de varias palabras de un habla ancestral usado en Oriente Pr¨®ximo hace entre 20.000 y 12.000 a?os y del cual parece haber comprobado que se derivaron 6 de las 10 protolenguas: indoeuropeo, afroasi¨¢tico, kartveliano, ur¨¢lico dravidiano y altaico. Los dos profesores sovi¨¦ticos investigaron, primero, la estabilidad de 25 palabras y el uso de algunos pronombres para seguir el desarrollo ulteriormente. En la actualidad, el conocimiento de esa lengua milenaria a la que se denomina nostr¨¢tico (del lat¨ªn n¨®ster) abarca a m¨¢s de 1.000 t¨¦rminos, y se ha sabido, por ejemplo, que en las construcciones de las frases el verbo se colocaba al final y pod¨ªa ser activo, pasivo o reflexivo.Palabras como agua, can, capit¨¢n las atribuye el profesor Shevoroshkin al idioma nostr¨¢tico y muestra su presencia en otros sistemas. Agua, en lat¨ªn aqua, se dice hakw en indoeuropeo y haku en nostr¨¢tico. Can es canis en lat¨ªn, k?uon en indoeuropeo y kujna en nostr¨¢tico. Y capit¨¢n es caput, kap y kapv, respectivamente. El nostr¨¢tico, que siembra de t¨¦rminos propios ¨¢mbitos muy diversos, ser¨ªa un escal¨®n para seguir indagando hacia el primero y supuesto tronco ¨²nico. Una indagaci¨®n que sin duda se revela cargada de dificultades, puesto que las lenguas cambian con relativa rapidez y, seg¨²n algunos ling¨¹istas, podr¨ªan quedar borradas o enteramente transformadas en un plazo de 5.000 a?os, pero que otros ling¨¹istas no consideran, en teor¨ªa, del todo descabellada.
Especialmente los ling¨¹istas norteamericanos han venido destacando la influencia de la subestructura neurol¨®gica t¨ªpica del lenguaje, con lo que se favorecer¨ªa la idea de un sistema, digamos, primordial. Por el momento, el apasionamiento de Shevoroshkin y su apasionante cuesti¨®n no han recibido una suficiente aceptaci¨®n de las mejores universidades, pero han llegado a interesar internacionalmente a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n de masas. Actualmente, el mencionado profesor trabaja en un centro universitario de Michigan, pero la universidad de Yale, que le curs¨® una invitaci¨®n para impartir clases, le puso como condici¨®n que en los cursos se abstuviera de mencionar su teor¨ªa de la lengua madre. Con todo, la pol¨¦mica se encuentra al d¨ªa.
La belleza enferma
Otra teor¨ªa chocante, recientemente planteada en Italia a causa del libro El s¨ªndrome de Sthendal, es aquella que sostiene que la belleza, llegada a un punto, puede ocasionar en el espectador trastornos psicosom¨¢ticos de distinta especie. La responsable de tal descubrimiento es la profesora Graziella Magherini, que ha analizado los expedientes de 107 turistas extranjeros, visitantes de Florencia, entre 1979 y 1986, y que debieron ser internados, presas de crisis nerviosas, histeria, zumbido de o¨ªdos, v¨¦rtigos, palpitaciones, etc¨¦tera, en el hospital florentino de Santa Mar¨ªa Nuova. Los pacientes, seg¨²n el registro, proven¨ªan en su mayor parte de pa¨ªses con escasa tradici¨®n hist¨®rica, eran habitantes de medios rurales poco familiarizados con los fen¨®menos de creaci¨®n cultural o miembros de una clase social habituada a una vida rutinaria. Efectivamente, tambi¨¦n, agrega la profesora Magherini, en todos los casos se repet¨ªa un tipo de sujeto muy sensible y receptivo, pero descarta que las afecciones puedan atribuirse a los efectos del calor, las aglomeraciones o la fatiga en los viajes tur¨ªsticos. Su teor¨ªa ha quedado designada como el s¨ªndrome de Sthendal, en evocaci¨®n del libro Memorias de un turista, de 1883, donde el escritor franc¨¦s dec¨ªa: "?Aquella belleza tan sublime la observaba muy de cerca, casi la tocaba ...!" Esto me llev¨® a un punto de emoci¨®n donde se encontraban la sensaci¨®n celestial de la belleza del arte y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce sent¨ª palpitaciones. La vida en m¨ª parec¨ªa agotarse y caminaba con el temor de caer".
Novelistas brit¨¢nicos
Siguiendo el fen¨®meno de la renovaci¨®n en la narrativa occidental, la editorial brit¨¢nica Jonathan Capes acaba de publicar bajo el r¨®tulo de New writers cuatro novelas de creadores en torno a los 25 a?os. Tres son mujeres, dos de ellos son brit¨¢nicos y los otros dos, canadiense y surafricana. Seg¨²n su editor, Frances Coady, no es posible establecer caracteres comunes entre los cuatro, ni forman escuela en cuanto al estilo ni se identifican en sus preferencias tem¨¢ticas. Lo ¨²nico aproximadamente com¨²n es su malestar con el mundo que les rodea. El libro de Rose Boy, titulado Sexual intercourse es una provocaci¨®n sexual y escatol¨®gica, donde se describen con tanta frialdad como minuciosidad situaciones sin duda embarazosas, relacionadas con las distintas funciones del cuerpo. En cuanto a Kate Pullinger (When the monster dies), se afana en un encendido alegato sobre la decadencia del imperio brit¨¢nico, sus frustraciones y p¨¦rdida de valores en relaci¨®n a un pasado mitificado de hace 200 a?os. El ¨²nico var¨®n del grupo, Geoff Dyers, es el autor de The colour of memory, narraci¨®n sin trama en la que los cap¨ªtulos se numeran al rev¨¦s, aludiendo como una met¨¢fora de postrimer¨ªas al reloj que se levanta actualmente ante el Centro Pompidou de Par¨ªs y que registra los segundos que faltan hasta el final del milenio. Poblado de culteranismos a lo largo de una conversaci¨®n entre amigos, una peculiaridad del volumen es la bibliograf¨ªa final en la que se mencionan un conjunto de autores ocultamente citados desde Nietzsche hasta Larkin o Adorno. Finalmente, el cuarto libro corresponde a la surafricana Deborah Levy y consiste en una historia de fantas¨ªa cient¨ªfica sobre desajuste ambiental escrita con clave po¨¦tica. Como en otros territorios europeos, la heterogeneidad es una constante, pero los cr¨ªticos reconocen que se est¨¢ escribiendo con una calidad literaria desconocida hace apenas unos 10 a?os.
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