i8 orejas!
Cobaleda / Cuatro rejoneadoresCinco toros de Manud S¨¢nchez
Cobaleda y 6? de Juan Andr¨¦s Garz¨®n, afeitados, cuatro bravos, 4? y 6? mansos. Manuel Vidri¨¦: rej¨®n trasero (dos orejas). Javier Buend¨ªa: rej¨®n muy trasero y bajo (oreja). Antonio Correas: rej¨®n bajo, rueda de peones y, pie a tierra, descabello (oreja). Gin¨¦s Cartagena: rej¨®n baj¨ªsimo (dos orejas). Por colleras: Buend¨ªa-Vidri¨¦: rej¨®n en lo alto (oreja). Correas-Cartagena: rej¨®n atravesado muy bajo y otro bajo (oreja). Los cuatro rejoneadores y el mayoral salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 3 de junio. 22? corrida de la Feria de San Isidro.
?Ocho orejas! ?Todos a hombros por la puerta grande! ?Viva Cartagenaaa!y ?Dos veces viva Cartagenaaa!, una por lo que se le suelen dar vivas de com¨²n, otra por el rejoneador Gin¨¦s Cartagena, que mont¨® un espect¨¢culo vibrante, tore¨¦, y de las ocho orejas se llev¨® ¨¦l solito dos, dejando seis a repartir entre sus colegas. Manuel Vidri¨¦ tambi¨¦n se llev¨® dos, y los restantes nada m¨¢s una, con lo que falt¨® otra por burel, mecachis, para el pleno so?ado de las 12 orejas.
Las ?ocho orejas! y la salida de ?todos por la puerta grande! se logr¨® gracias a que los rejoneadores hicieron cosas buenas, a que ocupaba el palco Luis Espada, que es un presidente triunfalista; a que se llen¨® la plaza de un p¨²blico tan triunfalista como el presidente; a que no estaban los del siete. As¨ª es como quiere la fiesta el sistema: p¨²blico para aplaudir, nadie para protestar, un presidente adicto y, naturalmente, toreros que hagan cosas buenas. Y si no las hacen da lo mismo, pues el p¨²blico ni lo nota, y el presidente igual otorgar¨¢ ?ocho orejas! o las que hagan falta.
Solo falt¨® ayer que, con los rejoneadores, sacaran tambi¨¦n ?a hombros por la puerta grande! al presidente Luis Espada. Lo merec¨ªa. Al fin y al cabo fu¨¦ ¨¦l quien tuvo la ocurrencia de dar las dos orejas del primer toro, con lo que abri¨® la espita y ya el caudal de trofeos chorre¨® continuo. Ocurre siempre que un presidente se pone triunfalista de primeras, pues el triunfalismo no hay quien lo pare. Al propio Luis Espada no habia quien le parara y, en el ¨²ltimo toro, el pa?uelo que sac¨® para conceder la oreja, m¨¢s los que flameaban pidi¨¦ndola, sumarian par de cientos, entre los 24.000 que estaban metidos en los bolsillos de los espectadores.
Para el aluvi¨®n de orejas hubo cosas buenas. Entre las buenas, el toreo puro y los asombrosos quiebros de Manuel Vidri¨¦, resultaron lo mejor. Manuel Vidri¨¦ es, entre los de su oficio, el catedr¨¢tico, e interpreta el toreo desde la facilidad y la naturalidad, merced a la depurada t¨¦cnica que posee. La afici¨®n madrile?a -ausente ayer- le admira por eso, pero el p¨²blico prefiere vibraci¨®n, galopadas, saltos, y quien mejor se lo sirve es Gin¨¦s Cartagena, que tuvo una actuaci¨®n triunfal y plena. Triunfal, porque continuamente le estuvo aclamando el p¨²blico; plena, porque uni¨® a la espectacularidad torer¨ªa. Su toro se refugi¨® en terrenos de chiqueros nada m¨¢s salir, y luego lo encel¨¦ de tal modo que le hizo olvidarse de la querencia; ejecut¨® la suerte del viol¨ªn en banderillas -largas y cortas- no s¨®lo como alarde sino para cambiar la reuni¨®n cuando el toro no le embest¨ªa por el pit¨®n derecho.
Javier Buend¨ªa tore¨® bien, aunque clav¨® desigual; Antonio Correas rejone¨® seguro y espectacular, y el presidente le permiti¨® que descabellara antirreglamentariamente pie a tierra. Por colleras estuvieron menos finos los cuatro rejoneadores, farpas y banderillas ca¨ªan en el toro o en la arena, y hubo lo de siempre en esta intolerable modalidad: los toros recib¨ªan en sus carnes m¨²ltiples cuchilladas que les ven¨ªan no sab¨ªa de donde, mientras el p¨²blico gritaba ibieeen! El p¨²blico de las corridas de rejoneo es muy suyo. El p¨²blico de las corridas de rejoneo tiene una peculiar forma de entender la tauromaquia. Por ejemplo, toma a ofensa personal que salgan los peones al ruedo, y considera un atraco que el toro sea manso. Ayer arm¨® una bronca fenomenal porque el sexto toro era manso. Sin afici¨®n correctora all¨ª y con Luis Espada en el palco, hubo ?ocho orejas!, salieron ?todos a hombros por la puerta grande! y la primera plaza del mundo se convirti¨® en el circo.
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