La 'intifada' supera el ¨ªndice 500
Israel, desbordado por la insurrecci¨®n palestina en Cisjordania y Gaza
, Deheishe, cerca de Bel¨¦n, es uno de los 19 campos de refugiados de la Cisjordania ocupada por Israel, junto a Gaza, desde 1967. Uno 8.000 palestinos malviven en apenas un tercio de kil¨®metro cuadra do. Una alambrada de cinco metros de alto rodea el recinto. Junto a la ¨²nica y raqu¨ªtica puerta de acceso, una patrulla israel¨ª observa con desconfianza, aunque sin intervenir, a los periodistas que bajo cobertura de la UNRWA (organismo de la ONU para los refugiados palestinos) quieren oler la intifada. La revuelta de las piedras acaba de superar el ¨ªndice 500: medio millar de muertos desde que se inici¨® el levantamiento, en diciembre de 1987.
Es un d¨ªa casi tranquilo. No hay toque de queda. La ¨²ltima sangre es vieja, tiene ya m¨¢s de 48 horas. Una patrulla israel¨ª est¨¢ dentro, pero no se oye silbar ni las piedras, ni las balas, ni las porras, ni las granadas de gases. La escuela, como todas las de Cisjordania, est¨¢ cerrada, y la huelga vespertina encierra a muchos hombres en casa.Los ni?os son los due?os de la calle. Una legi¨®n. Brotan de de bajo de las piedras, como inquietas lagartijas, y te acosan amistosamente. Sonr¨ªen, te preguntan tu nombre, quieren saber de d¨®nde eres. Pero no piden dinero. S¨®lo una foto para poder posar orgullosos haciendo la V de la victoria, el s¨ªmbolo de la intifada, y gritar consignas favorables a la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP). S¨®lo un renacuajo, ni?o al fin, se olvida de que es un revolucionario y se atreve a llorar ante tanto tumulto.
Seg¨²n fuentes de la UNRWA 10 palestinos murieron en Deheishe en los ¨²ltimos 17 meses en enfrentamientos con el Ej¨¦rcito israel¨ª. Otros 300 resultaron heridos; 60 de ellos sufren lesiones permanentes.
Tres casas han sido destruidas por el Ej¨¦rcito jud¨ªo. Isaac Mahmud, de 55 a?os, era el due?o de una de ellas. Lleg¨® al campamento en 1948, cuando los brit¨¢nicos se fueron de Palestina y la partici¨®n aprobada por la ONU condujo a la guerra. Lo que iba a ser una soluci¨®n transitoria se convirti¨® en permanente. Deheishe ha sido durante m¨¢s de 40 a?os su hogar. En este pu?ado de tierra cercada y precaria levant¨® su casa y su familia.
Es el patriarca de una tribu de 19 miembros. Sobre el solar del modesto edificio de tres apartamentos en que viv¨ªan todos ellos hay ahora tiendas de campa?a. "Los jud¨ªos derribaron mi casa el 4 de mayo", dice Mahmud, "tras detener a uno de mis hijos porque le encontraron con otros palestinos a los que acusaban de haber matado a un colaborador. Ahora est¨¢ en una c¨¢rcel del Neguev [regi¨®n des¨¦rtica del sur de Israel]. Otro se encuentra detenido en la prisi¨®n de Hebr¨®n".
Por todas partes, la misma historia, la misma opini¨®n, casi la misma descripci¨®n de la batalla. ?Qui¨¦n ataca primero? "Su sola presencia es el primer ataque", aseguran. Imposible pensar que s¨®lo una minor¨ªa participa en la batalla. Hasta los ni?os se enorgullecen de haber tirado piedras a los soldados, a los que se acusa de apalear a ni?os y mujeres, de irrumpir violentamente en las viviendas, de destruir enseres. Algunos, como Ragda, de 60 a?os, exhiben trofeos de guerra, moretones infligidos por las porras enemigas. "Fue hace tres d¨ªas", recuerda. "Eran ocho soldados. Persegu¨ªan a un ni?o, se les escap¨® y me preguntaron a m¨ª. Como no les dije nada, empezaron a pegarme. Mi edad no les fren¨®. Hoy mismo han golpeado a un anciano de 90 a?os".
El panorama es el mismo en otros campos y ciudades. Seg¨²n la UNRWA -que admite que la cifra real, como dicen los israel¨ªes, probablemente es menor-, hay registrados 459.074 refugiados en la franja de Gaza y 385.634 en Cisjordania. Y son s¨®lo una minor¨ªa, un 37%, de los hombres y mujeres sin casa y sin tierra v¨ªctimas de las guerras de Palestina. Otro 38% est¨¢ en Jordania, un 13% en L¨ªbano y el restante 12% en Siria.
La direcci¨®n en la sombra
Atenci¨®n a estos nombres: Hanan Ashrawi, Ghasan al Jatib, Sari Nuseib¨¦, Riad Malki, Mamduli al Aker y Mohamed Jadal¨¢. Los cuatro primeros son profesores universitarios; los otros dos, m¨¦dicos. Israel asocia a todos ellos con la direcci¨®n unificada de la intilada, la mano pol¨ªtica que est¨¢ tras la mano que tira la piedra. Ellos no lo reconocen abiertamente pero, cuando hablan, su voz es la de la OLP. Y hablan sin tapujos, en un hotel de Jerusal¨¦n este, sin demasiado aparato de clandestinidad, sin otra precauci¨®n contra eventuales escuchas que poner en marcha el acondicionador de aire.
"Mientras Shamir habla de paz, su Ej¨¦rcito aumenta la represi¨®n en los territorios ocupados para suprimir la voluntad y la voz palestinas", aseguran estos dirigentes. "Exigen que renunciemos a la autodeterminaci¨®n, a nuestros l¨ªderes naturales, a un Estado propio. En tales circunstancias, la intifada seguir¨¢ adelante. No tenemos otra opci¨®n que resistir, pero la situaci¨®n perjudica m¨¢s a Israel que a nosotros. Cada d¨ªa se le va m¨¢s gente, aumenta el paro, se cierran f¨¢bricas, disminuyen las importaciones. ?Qu¨¦ horizonte tiene el levantamiento pop¨²lar? El suyo. Tienen que castigar a pueblos enteros, enfrentarse a mujeres y ni?os. M¨¢s pronto o m¨¢s tarde tendr¨¢n que ceder. Y si no cuentan con la OLP no encontrar¨¢n a nadie".
Si hubiera alguien, probablemente no vivir¨ªa mucho. Docenas de habitantes de Cisjordania y Gaza han sido liquidados desde que estall¨® la intifada. Benjamin Netanyahu, viceministro israel¨ª de Exteriores, afirma: "En privado, de uno en uno, hay palestinos que te dicen lo que piensan, y muchos de ellos no son partidarios de la OLP. Pero en cuanto hay m¨¢s de uno, s¨®lo sabendecir una cosa: OLP, OLP, OLP".
"No se puede hacer prisioneros. No tenemos un Estado propio. Pero ninguno de esos ejecutados era trigo limpio. Se trataba de colaboradores, traidores, confidentes. Y todos fueron advertidos en varias ocasiones". Quien as¨ª habla es Masher Abujater, director de la edici¨®n semanal en ingl¨¦s de Al Fajr, ¨®rgano oficioso de la OLP, que se edita en Jerusal¨¦n este, incorporado por Israel como territorio soberano tras la guerra de los seis d¨ªas de junio de 1967. "Nunca reconoceremos la anexi¨®n", a?ade Abujater, israel¨ª te¨®rico. "Nosotros [los ¨¢rabes de la parte oriental de la ciudad] somos palestinos, y como todo palestino de los territorios ocupados, reconocemos el liderazgo de la OLP. El nuestro es un pueblo ocupado y, como tal, con derecho a resistir por cualquier medio. As¨ª lo reconocen los tratados internacionales. No obstante, utilizamos medios pac¨ªficos. Parece una batalla desigual, pero la estamos ganando".
En opini¨®n de los dirigentes palestinos antes citados, la reciente iniciativa de paz del primer ministro israel¨ª, Isaac Shamir (que prev¨¦ una administraci¨®n auton¨®mica transitoria en Cisjordania y Gaza y la elecci¨®n de representantes para negociar una soluci¨®n definitiva), "ha marcado una fuerte aceleraci¨®n de la represi¨®n, como muestran la matanza de Nahalin, los 400 heridos en un solo d¨ªa en Gaza, la cotidianeidad del toque de queda, el aumento de los ataques de los colonos jud¨ªos, de los asaltos a casas y de la destrucci¨®n de ¨¦stas y la multiplicaci¨®n de las detenciones administrativas. Pese a todo, la revuelta contin¨²a y la aprovechamos para transformar nuestra sociedad seg¨²n gu¨ªas democr¨¢ticas y nacionales, para preparar el futuro Estado y fortalecer nuestra identidad".
Al otro lado de la barricada, la sociedad israel¨ª intenta superar el trauma de la intifada, que nada tiene que ver con las guerras que el cuarto mejor Ej¨¦rcito del mundo se ha acostumbrado a ganar. La piedra puede triunfar sobre la bala porque Occidente no perdonar¨ªa que un r¨¦gimen que se llama democr¨¢tico respondiera a la piedra con la bala.
Un portavoz del Ej¨¦rcito, el coronel Raarian Gisin, asegura que "la intifada es una nueva forma de guerra, que llega tras el fracaso de la guerra convencional y del terrorisino". Su objetivo, a?ade, es triple: "Primero, el enfrentamiento directo, en la calle, entre civiles y soldados; segundo, sensibilizar a la sociedad israel¨ª, y tercero, ganar la batalla de los medios de comunicaci¨®n". Unos 100.000 israel¨ªes, casi todos jud¨ªos, la mayor¨ªa reservistas (que cada a?o visten el uniforme de 30 a 60 d¨ªas), han prestado servicio en los ¨²ltimos 17 a?os en Cisjordania y Gaza. S¨®lo 67 est¨¢n en la c¨¢rcel por negarse. Ninguno, que se se sepa o se diga, ha huido del pa¨ªs. "Esto no es Vietnam. Los desertores no tendr¨ªan aqu¨ª un pa¨ªs al que volver", dice Gisin, quien afirma que Israel tiene que actuar frente a la intifada de acuerdo a sus normas, las de un pa¨ªs democr¨¢tico.
Unos 50 soldados han sido procesado por extralimitarse en sus funciones. "Saben que hay una l¨ªnea roja que no pueden cruzar, reciben instrucciones en las que se deja muy claro que s¨®lo pueden disparar si est¨¢n en peligro de muerte; pero hay que comprender que ¨¦ste no es un Ej¨¦rcito entrenado para reprimir a poblaciones civiles, para actuar como polic¨ªa antidisturbios", asegura el portavoz militar, que considera que los palestinos dan cifras exageradas de v¨ªctimas. "Desde hace 17 meses nadie muere por causas naturales en los territorios", a?ade ir¨®nicamente. Estos son sus datos, actualizados al 31 de mayo: 251 palestinos muertos en CisJordania, 137 en Gaza, 6 soldados y 8 israel¨ªes civiles. Recuentos period¨ªsticos dan por superada la cifra de 500 muertos. Los palestinos aseguran que pasa de 800.
Ni un solo tiro
Harold Wiener, de 30 a?os, jud¨ªo de origen uruguayo, es un qu¨ªmico que vive en Jerusal¨¦n y que estos d¨ªas, como todos los a?os y como todos los reservistas, ha vuelto a coger el fusil. Jabalia, un campo cercano a Gaza, en el que se apretujan m¨¢s de 50.000 palestinos, cuna de la intifada, es su destino. "Preferir¨ªa estar cuatro meses en L¨ªbano, defendiendo las fronteras de mi pa¨ªs, que dos aqu¨ª, aguantando que me tiren piedras", afirma.
Harold considera un t¨ªtulo de gloria no haber disparado nunca. Sin embargo, dice, "cuando se abre fuego la calle es un desierto. A nadie le gusta apretar el gatillo, pero ah¨ª dentro [y se?ala al d¨¦dalo de callejuelas] te tiran bloques de cemento desde las terrazas y c¨®cteles molotov desde las esquinas".
Frente a Shati -otro campo cercano en el que viven unos 25.000 refugiados-, un edificio a medio construir alberga una unidad en la que abundan los jud¨ªos de Am¨¦rica Latina, como Mauricio (chileno, de 24 a?os), Andr¨¦s (boliviano, de 22) y Marcelo (argentino, de 21). Todos cumplen su servicio militar obligatorio. "En los ¨²ltimos dos meses", dicen, "no ha habido ning¨²n muerto. Bueno, muri¨® un palestino, que se cay¨® de un tejado".
Como Harold, tambi¨¦n ellos preferir¨ªan servir en L¨ªbano. "Nuestros jefes no nos permiten acercarnos a mezquitas, hospitales y escuelas, excepto para reprimir un ataque", dicen. "Hacemos todo lo posible para evitar incidentes, y est¨¢ claro c¨®mo debemos reaccionar ante cada situaci¨®n. Por ejemplo, no podemos disparar a los ni?os. Hace poco se proces¨® a un oficial que dispar¨® con balas de pl¨¢stico con acero. La gente se dispers¨®, pero una ni?a que estaba detr¨¢s result¨® gravemente herida. Fue absuelto porque no se la ve¨ªa".
Porras, balas de pl¨¢stico, de goma, de ruido y de plomo, granadas de humo y de gas lacrim¨®geno. ?ste es el arsenal de los soldados frente a la intifada. "Pero ellos utilizan cuchillos, piedras, bloques de cemento, hasta lavadoras. Todos llevamos balas reales, pero s¨®lo podemos usarlas en caso de peligro de muerte. ?Nosotros? No, nunca hasta ahora las hemos disparado".
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