Ambiente hostil
Escribir sobre los or¨ªgenes de mi madridismo es escribir sobre una afici¨®n madurada en ambientes desfavorables. Crec¨ª en un ambiente familiar deportivamente adverso, aunque no hostil: era el ¨²nico de seis hermanos partidario del Madrid y mis padres eran rojiblancos desde la ¨¦poca del Atl¨¦tico de Aviaci¨®n. Escribir sobre esta ¨¦poca se me hace particularmente entra?able por cuanto hay que pasar revista a los a?os de la ni?ez, etapa en la que se fraguan una buena parte de los sentimientos profundos hacia las personas y las cosas, y muy particularmente hacia unos determinados colores.La clave de mi rebeld¨ªa deportiva, en el seno de una familia con profundas convicciones rojiblancas en todos sus miembros, se explica por la coincidencia de una particular etapa de esplendor para la que era entonces, y sigue si¨¦ndolo ahora, la sociedad deportiva m¨¢s importante del mundo. El NODO y las primeras retransmisiones televisivas, el colegio, las Copas de Europa, Di St¨¦fano, Puskas y Gento fueron suficientes para que el ni?o abandonara la tradici¨®n familiar. El resto fue f¨¢cil y ser la oveja blanca de la familia fue incluso agradable, excepto cuando el equipo de la mayor¨ªa consegu¨ªa alg¨²n t¨ªtulo, cosa por cierto muy poco frecuente, y hab¨ªa que soportar bromas cari?osas del resto del colectivo. Ya en la Universidad de Deusto, ser del Madrid, sin¨®nimo de centralista, tampoco dej¨® de ser una odisea.
Hoy, al mirar de reojo a mis hijos, advierto que, afortunada y libremente, son seguidores del Real Madrid. Entonces, complacido y satisfecho despu¨¦s de la reflexi¨®n, me digo a m¨ª mismo: "No hay peligro, han pasado treinta a?os y el esplendor sigue..."
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