Un b¨²ho ir¨®nico
Los mochuelos son animales por lo general peque?os y que alardean de seriedad en su mirada asombrada a los alrededores. Hay, sin embargo, una excepci¨®n a esta regla zool¨®gica: un mochuelo norteamericano, de talla gigantesca -una vez, paseando por la Gran V¨ªa madrile?a, era visible de una acera a otra, de medio cuerpo hacia arriba, por encima de un mar de cabezas manchegas-, al que le gusta disparar carcajadas opacas mientras se pone guantes de gamuza negra para ajusticiar a un pobre labriego (Shane) o que adorna con una ancha sonrisa desdentada su tenso galleo con un rubio polic¨ªa tozudo dispuesto a cazarle (P¨¢nico en las calles).Actor que lleva al extremo el axioma, cl¨¢sico en el cine de su pa¨ªs, de la interpretaci¨®n f¨ªsica, Jack Palance no economiza -como suelen hacer sus colegas de esta escuela- los gestos, sino que, por el contrario, los derrocha. Es un maestro de la gesticulaci¨®n y la exageraci¨®n cre¨ªbles, un divo de especie ¨²nica que, por mucho que se pase, o sobreact¨²e o se exceda, parece que siempre se queda corto, y que el espectador admitir¨ªa m¨¢s de ¨¦l precisamente por venir de ¨¦l. La singularidad de su rostro y de su talla es tan desmesurada que le est¨¢ todo permitido.
Como pocos logran en su oficio, Palance ha sabido envejecer -tiene 69 a?os- Y recuperarle en Bagdad Caf¨¦, invirtiendo su personaje de anta?o, ha sido uno de los mejores regalos que nos ha dado el cine europeo actual.
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