El Inca Garcilaso, la conversi¨®n convertida
"A lo que se dize si hay ant¨ªpodas o no, se podr¨¢ dezir que, siendo el mundo redondo, cierto es que las hay. Empero tengo para m¨ª que por no estar este mundo inferior descubierto del todo, no se puede saber de cierto cu¨¢les provincias sean ant¨ªpodas de cu¨¢les...".?Cu¨¢les provincias son, en efecto, ant¨ªpodas de cu¨¢les, una vez entendida la comparaci¨®n como mucho m¨¢s que un mero emparejamiento de puntos geogr¨¢ficos?
El descubridor se mueve dentro del encierro que significa su armadura, su casa flotante de madera, los confines de su mapa mental, los paisajes de un para¨ªso prefabricado y ausente, todo ello a una distancia infinita de lo que efectivamente se le presenta a lo largo de su itinerario real.
Es que la profesi¨®n del descubridor -valga la perogrullada consiste en hallar descubrimientos, es decir, acceder a lo parad¨®jicamente ausente pero conocido, algo as¨ª como la recuperaci¨®n de objetos perdidos. De no ser as¨ª, y como ya lo se?alara Men¨®n al S¨®crates de Plat¨®n, ?c¨®mo se los reconocer¨ªa una vez encontrados?
Desde esta perspectiva, el descubrimiento se reduce a una conversi¨®n de lo encontrado a los t¨¦rminos de lo buscado; un acto extremo de desencuentro. Las nuevas tierras son las Indias so?adas, Cuzco es Ophir, los indios las 10 tribus hebreas perdidas o los renegados de la m¨ªtica transmisi¨®n de la buena noticia que san Gregorio trajera "a todos los pueblos del mundo".
A los descubiertos se les atribuye un protagonismo preconcebido en una historia que ya estar¨ªa escrita en su totalidad, que s¨®lo requiere confirmarse. Los descubiertos son objetos del sue?o del otro y, por tanto, despose¨ªdos de toda realidad propia.
Los descubridores aportaron la pr¨¢ctica de componer cr¨®nicas, documentos que registran las etapas del avance en pos de una quimera: una memoria hacia adelante. La escritura, que en estos t¨¦rminos los indios desconoc¨ªan, significaba para los europeos el reflejo de una literalidad fija de la realidad, previamente idealizada por las categor¨ªas de la doctrina y mec¨¢nicamente simbolizada por un lenguaje convencional. El presunto sentido literal y autocontenido de la cr¨®nica se inspir¨® sin duda en la asumida literalidad atribuida a los mism¨ªsimos evang¨¦licos revelados.
En resumen, la cr¨®nica constituy¨® el instrumento literario del proceso de conversi¨®n de lo encontrado en descubierto; sistematizaci¨®n precursora del meta lenguaje racional y cient¨ªfico , mediante la cual los eventos son domesticados, apropiados y, por tanto, extra¨ªdos de su contexto original para incluirlos en un contexto te¨®rico.
Orden de las cr¨®nicas
El orden categorial y repetitivo de las cr¨®nicas, a saber: trasfondo filos¨®fico y ut¨®pico del descubrimiento, consideraciones cartogr¨¢ficas, generalizaciones sobre las naciones indias, descripci¨®n formal de la naturaleza animal y vegetal y una evaluaci¨®n mineral¨®gica, ilustra la mirada ajena y enajenante del descubridor respecto a lo encontrado.
Por su parte, Garcilaso, ubicado entre el mensaje ut¨®pico de la civilizaci¨®n y un sentido de realidad ind¨ªgena fundado en tradiciones comunitarias de interpretaci¨®n, negociaci¨®n y manipulaci¨®n concretas de sus materiales constitutivos, torna el convencionalismo de la doctrina en un veh¨ªculo de inserci¨®n de la vitalidad oral en lo escrito. Sus Comentarios reales son una docta transcripci¨®n de los kipus, nudos recordatorios ind¨ªgenas, a los caracteres tra¨ªdos por los europeos. En otras palabras, el texto, lejos de significar una figuraci¨®n idealizada de la experiencia, articula caracteres que conjuran a la memoria, necesario trasfondo temporal de la presencia, a la manera de los kipus y de toda pr¨¢ctica corriente del lenguaje.
No en balde los estos autores se adelantaron en largos siglos al pensamiento cr¨ªtico contempor¨¢neo que recupera las referencias hist¨®ricas y de pr¨¢ctica ling¨¹¨ªstica como sustitutos de los viejos modelos ejemplares trascendentales.
"Pues hemos de tratar del Per¨², ser¨¢ bien digamos aqu¨ª c¨®mo se deduxo este nombre, no lo teniendo los indios en su lenguaje...". Garcilaso expone a continuaci¨®n el absurdo extremo, a¨²n peor que la traducci¨®n entendida como mero emparejamiento lexicogr¨¢fico, resultante de concebir la propia lengua o lenguas europeas como expresi¨®n literal y predeterminada de lo real, condenando as¨ª al papel de infantes o atrasados a los que no la entienden. "Un nav¨ªo navegando costa a costa vio un indio que a la boca de un r¨ªo estava pescando... Le preguntaron por se?as y por palabras qu¨¦ tierra era aquella y c¨®mo se llamava. El indio, por los ademanes entend¨ªa qu¨¦ le preguntavan, m¨¢s no entend¨ªa lo qu¨¦, y a lo que respondi¨® a priessa (antes que le hiziessen alg¨²n mal) y nombr¨® su propio nombre, diziendo Ber¨², y a?adi¨® otro y dix0 Pel¨². Quizo dezir: 'Si me pregunt¨¢is c¨®mo me llamo, yo me digo Ber¨², y si me pregunt¨¢is d¨®nde estava, digo que estava en el r¨ªo'. Porque es de saber que el nombre Pel¨² en el lenguaje de aquella provincia significa r¨ªo...". La jerga petit-n¨¨gre de todos los colonizadores tiene aqu¨ª a su modelo fundacional de incomprensi¨®n.
Pachac¨¢mac
El encuentro celeste es, sin embargo, posible en ese inefable espacio de la experiencia compartida en el que las memorias y sus correspondientes nudos recordatorios se entrelazan para crear una significaci¨®n com¨²n. No sorprende entonces que la m¨¢xima divinidad india presentada por Garcilaso sea Pachac¨¢mac:
"... no osavan tomar su nombre en la boca [en tanto que] al Sol le nombran a cada passo... dez¨ªan que era el que dava vida al universo y le sustentava". Este dios sin atributos, innombrable, recuerda la divinidad como referencia comunitaria vac¨ªa de Maim¨®nides. El descubridor busc¨® imponer las categor¨ªas de su deseo radical a las creencias de los descubiertos. "Los indios no saben de suyo o no osan dar la relaci¨®n destas cosas con la propria significaci¨®n de los vocablos, viendo que los espa?oles tampoco advierten en pedir la noticia dellas con llaneza, antes las confirman por cosas diab¨®licas como las imaginan. Y por esto en sus historias dan otro nombre a Dios, que es Tici Viracocha, que yo no s¨¦ qu¨¦ signifique ni ellos tampoco".
"Pero si a m¨ª, que soy indio cristiano cat¨®lico, por la infinita misericordia, me preguntassen ahora'?c¨®mo se llama Dios en tu lengua?', dir¨ªa 'Pachac¨¢mac".
A la vac¨ªa conversi¨®n ritual del Nuevo Mundo a los arquetipos ideales del Viejo, responde Garcilaso con la conversi¨®n de ¨¦stos a los t¨¦rminos inteligibles que le presta su memoria, que hoy en d¨ªa es parte de la nuestra.
Babelia
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