Y Briones perdi¨® su primer partido

Briones perdi¨® su primer partido tras una racha exitosa aunque excesivamente intermitente. Y quiz¨¢s lo perdiera por culpa de Clemente, autor material de la t¨¢ctica que el Atl¨¦tico desarroll¨® ayer en el Bernab¨¦u. Tanto da: Briones devolver¨¢ su carn¨¦ de entrenador a la c¨®moda y esperar¨¢ su momento, el d¨ªa en que tenga que corregir lo que antes haya hecho Clemente. Aun as¨ª, la t¨¢ctica del Atl¨¦tico fue superior esta vez a la del Madrid. Perdi¨® el partido -cosas que pasan-, entre otras cosas porque Garc¨ªa de Loza anul¨® un gol legal de Baltazar.
Sin embargo, el partido hab¨ªa sido organizado como un refer¨¦ndum preliminar entre el aficionado madridista sobre el caso Michel. Puede afirmarse que los datos son parciales ya que, de momento, se detect¨® cierta abstenci¨®n, puesto que el Bernab¨¦u no registr¨® una entrada de gala. Ya entre los votantes, hubo divisi¨®n de opiniones. Como quiera que Michel jug¨® inhibido y temeroso, su participaci¨®n en el juego del equipo se redujo mucho, lo que evit¨® una opini¨®n m¨¢s contrastada. La Quinta del Buitre ha tra¨ªdo nuevas cosas al f¨²tbol moderno y, entre ellas, estos peque?os detalles ciertamente discutibles. Pero entre el refer¨¦ndum Michel y la t¨¢ctica de Clemente/ Briones, el partido se inclin¨® por lo segundo. L¨®gico: en el f¨²tbol manda el f¨²tbol.
La t¨¢ctica que Briones hizo ejecutar por encargo de Clemente se puso de manifiesto desde e primer minuto: presi¨®n sobre la defensa madridista con el objetivo de robar balones. Al contrario que en el partido de ida, el Atl¨¦tico busc¨® mucho mejor ese juego a contragolpe, con m¨¢s orden dispuestos sus hombres en cuatro l¨ªneas, en cuatro. Una l¨ªnea propiamente defensiva, de tres jugadores y tres l¨ªneas de acoso escalonadas sobre el campo madridista, con Donato como segundo l¨ªbero. Producto de ello fue que el Madrid tardara cinco minutos en sacar de su campo el bal¨®n por primera vez y que apenas se pareciera a s¨ª mismo durante todo el partido.
El Madrid sufri¨® por Michel pero sobre todo por la presi¨®n rojiblanca y no encontr¨® otra soluci¨®n que utilizar balones largos para ir al ataque e intentar sacar provecho de los saques de falta bien poca cosa. As¨ª se llegaron a los cuatro minutos clave, los que transcurrieron entre los minutos 37 y 41, cuando el partido tom¨®, de improviso, otro ritmo. Dur¨® bien poco, pero tuvo jugo la cosa
En esos cuatro minutos, pas¨® un poco de todo. Por un lado, el Madrid se quit¨® la presi¨®n atl¨¦tica y someti¨® a su rival a un corto pero intenso dominio, cifrado en cuatro c¨®rneres consecutivos, que se repartieron entre Schuster y Michel. Y Michel se cambi¨® de banda -los suele sacar por la derecha-, vaya usted a saber si por alg¨²n silbido que le importun¨®. Butrague?o, por otro lado, se situ¨® en el centro del campo, su lugar habitual en los saques de esquina, lo que da a entender los oscuros vericuetos por los que se mueve su magia futbol¨ªstica, a veces incomprensible para el com¨²n de los aficionados. Sin embargo, el Madrid cerr¨® su particular y ef¨ªmero dominio con una entrada en falta de Chendo que mereci¨® la tarjeta. De ah¨ª, a la jugada pol¨¦mica, en la que Futre entr¨® en el ¨¢rea, por primera y ¨²nica vez en todo el partido, y dio un pase legal a Baltazar, que marc¨®. Garc¨ªa de Loza se?al¨® fuera de juego y Jes¨²s Gil dio por bueno cualquier resultado a partir de entonces.
El gol-que-no-fue-gol no cambi¨® el ritmo del partido. Y, en esa circunstancia, la presi¨®n atl¨¦tica fue siempre superior al juego madridista, lento y cada vez m¨¢s conservador. Lo que sucedi¨® fue que el Atl¨¦tico, quiz¨¢s porque Briones no acertara a transmitir todos los encargos t¨¢cticos de Clemente, no supo terminar su presi¨®n cuando tom¨® posesi¨®n de la pelota: continuamente buscaba el centro del ¨¢rea donde al Madrid le era m¨¢s f¨¢cil destruir la jugada. En esa faceta, Baltazar vio dificultado su trabajo por el pegajoso marcaje de Sanchis, que sustituy¨® cierta falta de velocidad por una labor harto contundente -similar, sin embargo a la que emple¨® Tom¨¢s para con Butrague?o- mientras Futre desapareci¨® del campo y termin¨® dedic¨¢ndose a sacar las faltas. Sin f¨²tbol de ataque, el Atl¨¦tico no supo sacar el provecho adecuado a su trabajo obstruccionista.
El partido fue languideciendo conforme baj¨® la presi¨®n que Briones adopt¨® por encargo de Clemente. Y el Madrid opt¨®, finalmente, por una soluci¨®n bien pr¨¢ctica: dejar que sacara Buyo de puerta casi siempre. Al Atl¨¦tico, a Briones, o vaya usted a saber si a Clemente, se le olvid¨® presionar a Buyo. A Buyo, precisamente.
As¨ª que el partido del refer¨¦ndum Michel acab¨® en un gol de Butrague?o, tan legal como el de Baltazar; gol que vino de un pase de Michel en su acci¨®n m¨¢s afortunada. ?Hubo silbidos, divisi¨®n de opiniones, aplausos? Vaya usted a saber. Pero el p¨²blico termin¨® convencido de que El Buitre cumpli¨® su cometido, lo que, si se analiza en profundidad, vino a ser el mejor resultado del refer¨¦ndum de marras: entre La Quinta de Michel y la Quinta del Buitre hay su diferencia.
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