Carta de Euskal Herria
Para interpretar las recientes elecciones, hay que tener presente que en el Pa¨ªs Vasco tanto el centro derecha como el centro izquierda y la propia izquierda est¨¢n representados mayoritariamente por ramas diversas del ¨¢rbol nacionalista, como es bien sabido. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), Eusko Alkartasuna (EA), Euskadiko Ezkerra (EE) y Herri Batasuna (HB) respectivamente dejan poco espacio para los partidos no nacionalistas, que se achica a¨²n m¨¢s si ¨¦stos acumulan errores estrat¨¦gicos sobre sus cabezas.Papel poco brillante
No es ¨¦sta ocasi¨®n de examinar el caso del PSOE, pero s¨ª el del centro derecha, mal conocido y peor interpretado. ?A qu¨¦ se debe este nuevo mediocre resultado electoral? Empecemos a deshojar la margarita, y para ello recordemos que su papel hist¨®rico nunca ha sido brillante ni siquiera aut¨®nomo.
En las elecciones -me estoy refiriendo naturalmente a las anteriores al franquismo- ten¨ªa que aliarse con los nacionalistas contra los socialistas, o viceversa, para conseguir modestos resultados electorales. Esto revela que su identidad no se distingu¨ªa por su popularidad y que su identidad era ambigua. Se trataba de un estamento sociol¨®gicamente minoritario, emparedado entre dos corrientes socipol¨ªticas mayoritarias y enfrentado con ambas; con el socialismo por su resistencia al cambio social, al protagonismo obrero, etc¨¦tera, y con el nacionalismo por su reticencia hacia los hechos diferenciales de nuestro pueblo. En resumen, era una actitud doblemente negativa a la realidad instalada en su entorno.
Ahora, con motivo de las pasadas elecciones vemos que tal condici¨®n no ha variado un ¨¢pice. Es frecuente escuchar a personas de la derecha vasca su intenci¨®n de votar a los socialistas, no por su ideolog¨ªa socialdem¨®crata desde luego, sino por su oposici¨®n al nacionalismo. Reconocen as¨ª la irrelevancia de su propio partido a la hora de votarlo en las urnas. Salvo excepciones que confirman la regla -como aquellos dirigentes que colaboran con las instituciones vascas en su repudio al terrorismo por ejemplo-, se podr¨ªa repetir lo que Talleyrand dijo de los Borbones tras la Revoluci¨®n Francesa: "No han aprendido ni olvidado nada". Triste destino el de un espacio sociopol¨ªtico digno, expresado as¨ª generaci¨®n tras generaci¨®n. Pues contra lo que pudiera creerse, ese espacio existe potencialmente si se supiese trabajarlo debidamente. Tan s¨®lo faltan las ideas que sustituyan a las rutinas para que lo positivo prevalezca sobre lo negativo. Proyectar como ped¨ªa Ortega. La alternativa est¨¢ aguardando un cambio reformista, democr¨¢tico, social, vasquista y con gancho popular. Con frenos al progreso social; con reticencias al euskera; con restos de un naufragio y muy poquito m¨¢s no se va a ninguna parte, sea dicho con todos los respetos por quienes puedan darse por aludidos. Como las elecciones lo muestran, no se alcanza siquiera el nivel testimonial, dado que se est¨¢ en el meramente residual. Y ah¨ª seguir¨¢ si no se propone inequ¨ªvocamente el cambio hacia una sociedad libre e igualitaria compuesta no por funcionarios, sino por peque?os empresarios de una propiedad social muy repartida, cuyo techo est¨¦ en el estatuto de Guernica tan amejorado como sea factible. Se trata de mero realismo.
Hegel enunci¨® una ley dial¨¦ctica seg¨²n la cual el principio sobre el que se asienta el progreso humano es el de la contradicci¨®n, en virtud del cual, y del enfrentamiento entre la tesis y su ant¨ªtesis, surge la s¨ªntesis como soluci¨®n. ?ste es, en definitiva, el mecanismo que permite que a escala mundial la derecha asuma las novedades de su entomo, tras un per¨ªodo de asimilaci¨®n, hasta tal punto que la derecha de hoy sea la. izquierda de ayer. As¨ª se renueva, se oxigena, la sangre colectiva, por el mestizaje incesante de lo viejo y lo nuevo, as¨ª es como el conservador asume y consolida el progresismo, hasta tal punto que la diferencia que acaba separ¨¢ndolos sea m¨ªnima, casi reducible al orden de las prioridades que cada uno da a lo que hay que conservar y a lo que se debe reformar, y a qu¨¦ ritmo. Tal es el cuadro pol¨ªtico actual, por ejemplo, de la Comunidad Europea, y ni el Pa¨ªs Vasco ni Espa?a pueden ser excepci¨®n.
La inercia con sus correspondientes lastres har¨¢ cuanto pueda para cortar el paso a una filosof¨ªa renovadora y regeneracionista como la que acabo de exponer. Por ejemplo, a ella se debe b¨¢sicamente que Euskal Herr¨ªa no haya tenido en tal sector un solo candidato en puesto elegible para acompa?ar a Marcelino Oreja en representaci¨®n directa del Pa¨ªs Vasco ante el Parlamento Europeo. El apoyo al posible fichaje de quien firma estas l¨ªneas fue rechazado en Madrid por la c¨²pula del partido. Dado que tampoco incluyeron en la lista a otro candidato bien situado, dicha c¨²pula parece haber mostrado muy poco inter¨¦s por ganar a los vascos a la pretendida renovaci¨®n del partido que dicen haber realizado bajo las nuevas siglas. Suele hablarse de los separatistas, pero tambi¨¦n habr¨ªa que recordar de cuando en cuando a los candidatos a separadores.
Renovarse o morir
Las elecciones europeas han sido una ocasi¨®n perdida para mejorar en el Pa¨ªs Vasco la presencia del centro, o centro derecha, que la terminolog¨ªa es lo de menos, en unas circunstancias favorables acaso irrepetibles. Pero no ser¨¢ la ¨²ltima ocasi¨®n para ofrecer en las urnas al ciudadano vasco una alternativa a la altura de los tiempos, una derecha moderna si se quiere. Renovarse o morir no es aqu¨ª una remota frase, sino una perspectiva veros¨ªmil pues con resultados electorales como los comentados, la derecha vasca no podr¨¢ alcanzar en las pr¨®ximas elecciones generales el techo m¨ªnimo para estar representada en el Parlamento del Estado espa?ol.
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