El 'caso Ochoa'
CON LA detenci¨®n y procesamiento del general Arnaldo Ochoa ha estallado en Cuba el mayor esc¨¢ndalo de su historia desde el triunfo de la revoluci¨®n. Un esc¨¢ndalo cuyas responsabilidades se sit¨²an en la m¨¢xima cercan¨ªa de Ra¨²l Castro, ministro de Defensa y segundo secretario del partido, y del propio Fidel. Ambos eran amigos de Ochoa y le hab¨ªan encargado altas y delicadas misiones no ya en Cuba, sino en las tan encomiadas empresas internacionalistas en Angola y Etiop¨ªa. Si algo ha distinguido a la revoluci¨®n cubana ha sido el valor decisivo otorgado por Fidel Castro a la moral, a los factores ¨¦ticos, como base del funcionamiento del Estado y del desarrollo de la econom¨ªa. Ahora, de pronto, resulta que personas ¨ªntimamente ligadas a Fidel, encargadas de llevar los valores de la revoluci¨®n cubana a otros pa¨ªses, se dedicaban a los tr¨¢ficos m¨¢s inmorales.Pero la presentaci¨®n hecha del caso Ochoa suscita algunas preguntas. La tesis expuesta por el propio Ra¨²l Castro, en un juicio celebrado ante un tribunal de honor formado por 47 generales, es que Ochoa se hab¨ªa lanzado por su cuenta a realizar operaciones de narcotr¨¢fico y de contrabando de diamantes y de marfil para acumular dinero y "transformarse en un t¨ªpico empresario capitalista". Sin embargo, el car¨¢cter mismo de las relaciones establecidas con el c¨¢rtel de Medell¨ªn -en las que se lleg¨® a tratar de la venta a ¨¦ste de cohetes tierra-aire del Ej¨¦rcito cubano- y el hecho de que el narcotr¨¢fico fuese organizado y amparado por un organismo secreto del Ministerio del Interior encargado de burlar el bloqueo comercial de Cuba apuntan netamente a una participaci¨®n activa de sectores del aparato del Estado. Por si quedara alguna duda, el ministro del Interior fue destituido ayer sin mayores miramientos.
Estados Unidos hab¨ªa denunciado desde hace varios a?os la complicidad cubana en el narcotr¨¢fico, acusaci¨®n que Fidel siempre rechaz¨® con indignaci¨®n. Y ahora es el propio dirigente cubano quien destapa un caso de narcotr¨¢fico en la c¨²pula misma del aparato militar. En ese sentido, el estallido del caso Ochoa debe verse como un cambio de pol¨ªtica por parte de Castro, que ha pasado de una actitud de tolerancia -motivada quiz¨¢ por el deseo de aprovechar el narcotr¨¢fico para obtener importaciones de tecnolog¨ªas a las que Cuba no puede acceder legalmente- a la denuncia del esc¨¢ndalo y a la persecuci¨®n de las personas que se lucraban personalmente de la pol¨ªtica anterior. Este cambio en la pol¨ªtica de Fidel puede haber sido precipitado por la inminencia de la publicaci¨®n en el extranjero de los datos sobre el caso Ochoa, o por la indignaci¨®n al descubrir que la corrupci¨®n generada por el narcotr¨¢fico contaminaba ya a algunos de sus generales de mayor confianza, o por ambas causas a la vez. En todo caso, se trata de un cambio positivo que puede ayudar a mejorar el clima en las relaciones entre Cuba y EE UU.
Por otra parte, aunque el juicio penal -ante un tribunal militar especial- todav¨ªa no se ha celebrado, los procedimientos seguidos hasta aqu¨ª ante los 47 generales del tribunal de honor causan una impresi¨®n penosa. No parece l¨®gico que un general que ha delinquido para enriquecerse renuncie a defenderse, se acuse a s¨ª mismo y se empe?e incluso en proclamar que ¨¦l es el ¨²nico culpable, y que ni el Gobierno, ni Fidel, ni nadie sab¨ªan nada de sus tr¨¢ficos ilegales. Ese tipo de autoinculpaciones y de alabanzas al sistema que les env¨ªa al pared¨®n recuerda, como una gota de agua a otra, los procesos celebrados durante las purgas de Stalin.
Pero en el informe de Ra¨²l Castro se acusa a Ochoa no s¨®lo de corrupci¨®n, sino tambi¨¦n de ser "hipercr¨ªtico" y de presentarse como "estratega pol¨ªtico y militar" y "salvador de la patria". Lo que da pie a pensar que, con el caso Ochoa, el r¨¦gimen cubano no trata de salvar s¨®lo una supuesta pureza mancillada, sino lanzar una advertencia contra posibles corrientes cr¨ªticas y reforzar la cohesi¨®n en la cumbre del partido y del Ej¨¦rcito en un momento en que los avances de la perestroika en la URSS provocan corrientes deseosas de cambiar la rigidez dogm¨¢tica de la pol¨ªtica de Fidel.
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