Seraf¨ªn Fern¨¢ndez, el 'rey de los mendigos' de la Gran V¨ªa, fue enterrado ayer en Carabanchel
"Era un aut¨¦ntico se?or, le¨ªdo cien por cien y elegante de todas todas". As¨ª describieron sus amigos a Serafin Fern¨¢ndez Lozano, coronado como rey por sus compa?eros mendigos y por las prostitutas habituales de la zona centro. Serar¨ªn Fern¨¢ndez muri¨® cerca de la medianoche del mi¨¦rcoles, en la esquina de un bar, por una cirrosis que iba minando su salud sin que ¨¦l le hiciera demasiado caso. El cuerpo fue enterrado ayer en el cementerio de Carabanchel, rodeado por sus amigos y conocidos, desde los indigentes hasta el inspector de la comisar¨ªa de] distrito Centro Ricardo Pardeiro.
Seraf¨ªn recalaba habitualmente en el bar Elimar, v¨¦rtice exacto del ¨¢ngulo llano que forma la calle del Barco vista desde la Gran V¨ªa. A Lorenzo, uno de los parroquianos del local, no le duelen prendas a la hora de buscar adjetivos para su amigo Serafin. Lorenzo, Encarna y muchos otros vecinos y habituales de las calles con peor fama de la capital decidieron que un dandy y una "bell¨ªsima persona" como Serafin no pod¨ªa dar con sus huesos en una fosa com¨²n o en la piscina de ¨¦ter de la facultad de Medicina. Despu¨¦s de su muerte, en una esquina del bar donde repostaba gratis en los ¨²ltimos a?os, Seraf¨ªn Fern¨¢ndez Lozano, proclamado el rey de los mendigos, fue enterrado ayer en una tumba de se?orito en el camposanto de Carabanchel.Llegado desde su Cant¨¢brico natal -"no sabemos bien si era gallego o asturiano, pero en cualquier caso ven¨ªa del Norte"-, Serafin arrib¨® en Madrid hace unos 30 a?os y, tras alg¨²n reconocimiento t¨¢ctico del paisanaje, decidi¨® recalar definitivamente en el lado oscuro de la Gran V¨ªa. All¨ª el tiempo hizo valer su repertorio de refranes y citas literarias de misteriosa procedencia expresados siempre con un disciplicente pico de oro entre la vecindad que asist¨ªa boquiabierta a sus charlas.
La sabia combinaci¨®n entre miseria y grandeza que acompa?aba al finado le hizo gozar
ar de gran predicamento entre los habituales de la zona, hasta el punto de que, con las aportaciones desinteresadas de la parroquia -"daba gusto invitar a un se?or"-, Seraf¨ªn cubr¨ªa su cupo diario de bocadillos, calditos, carajillos y la generosa provisi¨®n de tinto de la casa que necesitaba su corpach¨®n para carburar como es de ley.
"Serafin s¨®lo ped¨ªa lo imprescindible para vivir, siempre en los mismos sitios y a las mismas horas. Ten¨ªa un horario de trabajo que no se saltaba jam¨¢s, y el resto del tiempo lo pasaba en el bar o en el piso que ¨²ltimamente compart¨ªa con un amigo que le dejaba dormir all¨ª gratis". Esta filosofia del buen vivir hizo de Seraf¨ªn una autoridad para los dem¨¢s elementos del barrio: prostitutas, traficantes, mendigos, descuideros y dem¨¢s profesionales de Centro acabaron consider¨¢ndole como su patriarca, que ayer se pusie ron sus mejores galas para des pedirle por ¨²ltima vez.
Sin embargo, la pleites¨ªa al monarca de los pobres distaba de ser un¨¢nime. "Era todo menos un santo. Un viejo m¨¢s listo que el hambre, que ten¨ªa su cuartel general en el garaje de la calle del Barco y cobraba una especie de impuesto revolucionario a los que aparcaban all¨ª" ' apunta un conocido de Seraf¨ªn.
"Eso es una calumnia". La se?ora Encarna, vendedora nocturna de bocadillos en la zona de Ballesta y Desenga?o, se enfad¨® much¨ªsimo al conocer las presuntas malas artes del fallecido: "Lo que pasa es que aqu¨ª hay mucha envidia, y hay gente que no aguanta que alguien viva como un se?or siendo un mendigo". Se?or o truh¨¢n, el trono de Serafin permanece vacante.
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