El imposible museo contempor¨¢neo
La ausencia de una pol¨ªtica de artes pl¨¢sticas sostenida ha impedido el desarrollo de un verdadero clima de promoci¨®n y difusi¨®n de las artes en nuestra sociedad, seg¨²n sostiene la autora de este art¨ªculo, que en su reciente libro Arte y Estado en la Espa?a del siglo XX analiza la relaci¨®n del arte contempor¨¢neo y el Estado.
La dif¨ªcil situaci¨®n pol¨ªtica que atraviesa actualmente el ¨¢mbito de las artes pl¨¢sticas en Espa?a no constituye una novedad. Incertidumbres y tensiones han ensombrecido c¨ªclicamente las relaciones entre el arte y el Estado a lo largo de todo un siglo. La ausencia de una pol¨ªtica de artes pl¨¢sticas consciente y sostenida ha impedido el desarrollo -alguien dir¨¢ que incluso el surgimiento- de un verdadero clima de promoci¨®n y difusi¨®n de las artes en nuestra sociedad. Hoy, en un momento en que el p¨²blico respalda masivamente los acontecimientos art¨ªsticos m¨¢s dispares, y en un momento en que la pol¨ªtica de exposiciones ha alcanzado plenamente un nivel de calidad comparable al de las m¨¢s prestigiosas instituciones internacionales, los avatares pol¨ªticos vuelven fatalmente a poner en peligro lo que trabajosamente hab¨ªa venido construy¨¦ndose en la ¨²ltima d¨¦cada.En este caso, como en muchos otros, una reflexi¨®n sobre el pasado ser¨¢ ¨²til para comprender la dimensi¨®n tristemente hist¨®rica del problema, que ha tenido como eje principal la azarosa trayectoria del Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo y sus varios predecesores, cuyos or¨ªgenes se remontan hasta 1894. Sin poder recorrer aqu¨ª todo un siglo de acontecimientos de signo cuando menos desigual, s¨ª conviene recordar algunos de los momentos clave de la historia de una instituci¨®n que ha reflejado, a lo largo de sus sucesivas etapas, la realidad cultural espa?ola de este siglo, caracterizada por el concepto recurrente de sus impulsos modernizadores y sus sucesivas frustraciones, seguidas de otros tantos sucesivos comienzos a partir de cero y sin tener en cuenta experiencias anteriores.
Renovaci¨®n
Limit¨¢ndonos a la segunda mitad de nuestro siglo, pues, recordemos c¨®mo en las d¨¦cadas de los cincuenta, sesenta y setenta, respectivamente, el museo ha sido objeto de intentos de renovaci¨®n -siempre "sin precedentes"- con pretensiones de dar una "soluci¨®n definitiva" al problema de la proyecci¨®n oficial del arte contempor¨¢neo en cuanto se refiere a la creaci¨®n de una colecci¨®n estatal representativa y al desarrollo de un programa coherente de exposiciones temporales. En todos y cada uno de esos casos, lamentablemente, no pudo pasarse de "proyectos sin continuidad". Unas veces un cambio pol¨ªtico, otras una simple decisi¨®n tecnocr¨¢tica y otras un irreversible deterioro de la situaci¨®n global han dado al traste con el intento.
Cuando en 1951 se creaba, al amparo de la relativa apertura pol¨ªtica del momento, el Museo Nacional de Arte Contempor¨¢neo, con fondos y local escindidos del antiguo Museo de Arte Moderno, todo parec¨ªa apuntar a la modernizaci¨®n definitiva de la instituci¨®n, a pesar de los profundos inconvenientes hist¨®ricos de que part¨ªa. Cuando en 1952 el arquitecto Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez del Amo es nombrado director, las esperanzas concebidas por los partidarios del arte de vanguardia parecieron cumplirse. En 1958, sin embargo, despu¨¦s de una importante renovaci¨®n arquitect¨®nica del local y de una interesante pol¨ªtica de exposiciones temporales, el director del museo es destituido sin haber podido inaugurar formalmente el centro por considerar que carec¨ªa de una colecci¨®n digna.
Seguidamente, el museo vuelve a ser relanzado bajo la direcci¨®n del tambi¨¦n arquitecto Fernando Chueca Goitia. Exposiciones como La nueva pintura americana (1958), con fondos del MOMA de Nueva York, o la m¨ªtica Obra gr¨¢fica de Pablo Picasso (1961) -primera muestra dedicada a Picasso por un organismo oficial espa?ol- parec¨ªan de nuevo augurar un mejor futuro para el organismo que hab¨ªa de plasmar la pol¨ªtica estatal respecto al arte contempor¨¢neo Pero, una vez m¨¢s, en 1968, ignorando sistem¨¢ticamente lo conseguido, un lac¨®nico decreto pon¨ªa fin al Museo Nacional de Arte Contempor¨¢neo para dar lugar al Museo Espa?ol de Arte Contempor¨¢neo.
Cr¨ªticas
En 1975, y despu¨¦s de a?os sin exponer sus fondos propiamente en las salas del museo, por entonces destinadas a albergar las muestras producidas por la Direcci¨®n General de Bellas Artes, una ¨²ltima inauguraci¨®n oficial, con la presencia del mismo Franco, quer¨ªa presentar al p¨²blico nacional e internacional un nuevo centro capaz de empeque?ecer a los m¨¢s avanzados centros internacionales.
Muy pronto, las cr¨ªticas se cernieron sobre el nuevo centro, creando una situaci¨®n que algunos calificaban de "insostenible" para la instituci¨®n.
En los ¨²ltimos a?os, cuando las importantes exposiciones presentadas en Madrid parecen acercarnos a las principales capitales europeas y americanas, y cuando el coleccionismo tanto estatal como privado empieza a surgir en un pa¨ªs con escasa tradici¨®n en este terreno, hemos conocido nuevos planteamientos institucionales que parecen tener como fin la creaci¨®n, ahora s¨ª, definitiva, de instituciones capaces de dar el cauce adecuado a la relaci¨®n arte-Estado en la Espa?a de nuestros d¨ªas.
En un momento como el actual, la acci¨®n institucional no puede de ninguna manera ignorar las experiencias pasadas. Una vez creado en 1986 un organismo como el Centro de Arte Reina Sof¨ªa, con la finalidad de llevar a cabo lo que hasta ahora no se hab¨ªa conseguido, es decir, la creaci¨®n de una colecci¨®n estatal verdaderamente representativa del arte contempor¨¢neo, parecer¨ªa l¨®gico esperar de las instancias oficiales rasgos tan importantes como la planificaci¨®n y la estabilidad, de cuya carencia tanto se ha resentido nuestra historia anterior.
Lamentablemente, los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas no nos permiten sino mirar con cierto escepticismo la situaci¨®n presente. Esperamos, sin embargo, que la lecci¨®n de la historia, por una vez, pudiera ser equivocada.
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