S¨®lo Castro puede salvar la vida de los 4 condenados
El presidente cubano, Fidel Castro, se reuni¨® ayer urgentemente con el Consejo de Estado, el m¨¢ximo ¨®rgano de poder del pa¨ªs, para decidir sobre la suerte de los cuatro militares condenados a muerte cuyas penas fueron ratificadas el s¨¢bado por el Tribunal Supremo. Una gran parte del prestigio y del futuro de la revoluci¨®n cubana est¨¢ en juego en esa decisi¨®n de ejecutar u ofrecer clemencia a los cuatro condenados.
La agencia oficial de noticias, AIN, transmiti¨® ayer un despacho en el que anunciaba que "la sala de lo militar del Tribunal Supremo desestim¨® el recurso interpuesto de oficio contra la sentencia n¨²mero 1 de 1989 del tribunal militar especial dictada en la causa n¨²mero 1 del mismo tribunal y a?o", que establece penas de muerte para el general Arnaldo Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el mayor Amado Padr¨®n y el capit¨¢n Jorge Mart¨ªnez "por delitos de actos hostiles contra un Estado extranjero, tr¨¢fico de drogas t¨®xicas y abuso en el cargo".Aunque no se ha precisado expresamente, se deduce que los cargos por actos hostiles contra un Estado hacen alusi¨®n a Estados Unidos, pa¨ªs al que eran destinados los env¨ªos de droga en los que participaron los integrantes del c¨¢rtel de La Habana. La nota de la agencia oficial a?ade que "el Ministerio de Justicia remiti¨® las actuaciones al Consejo de Estado a los efectos de que analice y se pronuncie si en relaci¨®n con esta sanci¨®n procede ejercer la facultad de conmutaci¨®n que al respecto establece la ley".
Fidel Castro conmut¨® en el pasado algunas penas de muerte a reos acusados de atentar contra su vida, entre otros al espa?ol Eloy Guti¨¦rrez Menoyo, a quien le fue conmutada la pena capital en 1965 por una sentencia de 30 a?os que no lleg¨® a cumplir, gracias al perd¨®n solicitado por Felipe Gonz¨¢lez y concedido por el jefe del Estado cubano en 1987.
El ¨²ltimo ejecutado
En Cuba no se aplican penas de muerte por delitos que pueden tener connotaciones pol¨ªticas -los que en el l¨¦xico oficial se denominan "contra la seguridad del Estado"- desde hace 20 a?os, seg¨²n fuentes oficiales. La ¨²ltima pena de muerte ejecutada en la isla fue en 1987 contra un delincuente com¨²n responsable de "cr¨ªmenes execrables", seg¨²n anunciaron recientemente las autoridades judiciales cubanas.
En el caso de los militares narcotraficantes, el tribunal que los juzg¨® encontr¨® especialmente graves los delitos de alta traici¨®n cometidos por quienes ocupaban altos cargos de responsabilidad, que pusieron en peligro la credibilidad del r¨¦gimen socialista cubano y la del propio Fidel Castro.
?l organismo encargado de pronunciar la ¨²ltima palabra en este caso, el Consejo de Estado, est¨¢ presidido por Fidel Castro, e integrado por otros 30 miembros. Sus vicepresidentes son Ra¨²l Castro, Juan Almeida, Osmany Cienfuegos, Jos¨¦ Ram¨®n Machado, Pedro Miret y Carlos Rafael Rodr¨ªguez. Forman parte tambi¨¦n de este ¨®rgano los nuevos ministros del Interior y de Transportes, generales Abelardo Colom¨¦ y Seri¨¦n Casas, la esposa de Ra¨²l Castro, Vilma Esp¨ªn, y el ex min¨ªstro del Interior Ramiro Vald¨¦s, considerado uno de los hombres m¨¢s duros del r¨¦gimen.
El Consejo de Estado es responsable de las m¨¢s altas decisiones del pa¨ªs, tiene la obligaci¨®n de ratificar todos los cargos de responsabilidad y es el principal asesor y consultor de Fidel Castro. Sin embargo, es ¨¦ste -comandante en jefe, primer secretario del Partido Comunista, presidente del Consejo de Ministros- quien se la juega en esta decisi¨®n. Ejecutar la sentencia le har¨ªa acreedor a una imagen de crueldad ante la opini¨®n p¨²blica internacional. Conmutarla quitar¨ªa credibilidad al juicio ante la opini¨®n nacional y privar¨ªa al l¨ªder cubano de la posibilidad de una sanci¨®n ejemplarizadora.
El Gobierno cubano, cuya responsabilidad en la red de narcotr¨¢fico descubierta ha sido motivo de especulaci¨®n a lo largo de todo el proceso, se encuentra ahora ante la necesidad de demostrar con la pena de muerte que no hab¨ªa ning¨²n tipo de connivencia con los acusados para que estos cargasen con toda la responsabilidad y ocultasen a sus superiores.
Pero hay tal vez una raz¨®n de m¨¢s peso para comprender el grave dilema a que se enfrenta Castro: su propia personalidad. Hace alg¨²n tiempo, un dirigente cubano comentaba en privado que "quien no comprenda que Fidel es un idealista no comprende esta revoluci¨®n".
Este ingrediente de idealismo es fundamental para entender, entre otras cosas, la resistencia de Castro a la perestroika. El m¨¢ximo dirigente cubano, que lleva a?os llenando La Habana de carteles en los que se proclama que "los problemas se resuelven con honor, con moral, con principios", no puede dejar impune un delito con el que se echan por tierra esos conceptos. Cuenta con una opini¨®n nacional que, aparentemente, no derramar¨ªa una sola l¨¢grima por De la Guardia, Mart¨ªnez o Padr¨®n. Algo distinto es el caso de Ochoa. El general era m¨¢s respetado, tal vez m¨¢s querido. Su muerte ser¨ªa menos comprendida.
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