Cogida grave de Litri

ENVIADO ESPECIALLitri traste¨® breve en el tercio al tercero de la tarde, sali¨® a los medios, cit¨® de largo con la derecha, el toro no obedeci¨® al enga?o y se lo llev¨® por delante. Fueron unos segundos angustiosos con Litri pugnando por soltarse de aquella guada?a que le mord¨ªa el pecho. Cuando lo logr¨® cay¨® de pie, escap¨® corriendo, con el toro persigui¨¦ndole de cerca, y ya junto a tablas consiguieron las cuadrillas hacer el quite. Alg¨²n banderillero meti¨® la mano bajo la chaquetilla del diestro, vio que estaba herido y se lo llevaron apresuradamente a la enfermer¨ªa.

La consternaci¨®n del p¨²blico quebr¨® el ambiente festivo de la tarde, que transcurr¨ªa triunfal merced a la clamorosa faena de Espartaco en el toro anterior. Esa faena tuvo los defectos habituales en este espada, que dif¨ªcilmente carga la suerte y de la utilizaci¨®n abusiva del pico de la muleta ha hecho vicio, pero la construy¨® aunando t¨¦cnica, valor y espectacularidad, de manera que el encastado toro acud¨ªa, sometido, all¨¢ donde le mandara ir, y las suertes flu¨ªan en acabada ligaz¨®n, as¨ª fueran aquellas que la tauromaquia tiene por fundamentales, las de adorno o las de alarde, incluidos desplantes de rodillas.

La faena del alboroto no se la hizo Espartaco a un borrego, sino a un toro de trap¨ªo y casta, justo de fuerzas, mas no justo de nobleza combativa -antes al contrario-, con la que se midi¨® de poder a poder, sin vacilaci¨®n alguna. Tambi¨¦n result¨® complicado el cuarto toro, que recelaba del enga?o, se quedaba corto y, faena adelante, acud¨ªa largo porque Espartaco le consinti¨® y oblig¨® en otro emocionante enfrentamiento de poder a poder que de nuevo enardeci¨® al p¨²blico.

Todo habr¨ªa podido repetirse en el sexto si no fuera porque ese toro ya era un inv¨¢lido. Espartaco porfiaba entre los pitones, poniendo los pelos de punta al gent¨ªo que abarrotaba la plaza (calvos excluidos, naturalmente); pero, de repente, las pelambreras se tornaban fl¨¢ccidas, pues al toro le daba por sentarse en la arena. Ya al final devino que Espartaco citaba de rodillas, el toro se le sent¨® delante y pareci¨® que iban a echar una mano de mus. No la echaron: Espartaco le meti¨® un estoconazo al toro por el hoyo de las agujas y luego le cort¨® la oreja, que pidi¨® el p¨²blico con delirio.

La encastada corrida de Cebada Gago, floja (con una vara o vara y picotazo se resolvieron los primeros tercios), tard¨® en entrarle por los ojos -y por el coraz¨®n- a Ortega Cano, que no acab¨® de confiarse con su primero, abrevi¨® con el toro que cogi¨® a Litri -seg¨²n proced¨ªa- y, finalmente, al quinto le fue consintiendo pausadamente hasta lograr tandas de redondos y naturales instrumentados con aut¨¦ntica hondura y muy bien abrochados con los correspondientes pases de pecho.

Tanta oreja en la tarde -?cinco!- se debi¨® en buena parte al triunfalismo que ten¨ªa arrebatado al p¨²blico, y a¨²n se qued¨® con las ganas de pedir m¨¢s. La cogido al p¨²blico , y a¨²n se qued¨® con ganas de pedir m¨¢s .LA cogida de Litri, sin embargo, hab¨ªa puesto sobras de preocupaci¨®n, pues se tem¨ªa que la cornada fuera grande. Hasta que al final apareci¨® un mensaje esperanzador en el panel electr¨®nico de la plaza: "Litri, operado satisfactoriamente". Y volvi¨® la alegr¨ªa plena, con gran estruendo de ovaciones, c¨¢nticos, charangas y vivas a san Ferm¨ªn.

Cornada en el t¨®rax

Litri fue operado en la enfermer¨ªa de la plaza, por el doctor H¨¦ctor Ortiz, de una cornada en el hemit¨®rax derecho de 10 cent¨ªmetros, que afecta al m¨²sculo pectoral, y otra en la axila, con dos trayectorias, de cuatro y seis cent¨ªmetros, que no afectan ¨®rganos vitales. Grave.